‘Terminar la guerra ya’: nuestro alemán en La Habana - 20 de Abril de 2016 - El Tiempo - Noticias - VLEX 637640189

‘Terminar la guerra ya’: nuestro alemán en La Habana

Myriam Bautista Especial para EL TIEMPO En su vocabulario en español, que es amplio y fluido, utiliza con frecuencia las palabras vaina, hermano y fregado, como si se tratara de un colombiano más. No es gratuito. Su relación con Colombia es larga y, casi siempre, ha sido admirativa. Tom Koenigs, el delegado especial del gobierno alemán para las conversaciones de paz, admira profundamente la obra de Gabriel García Márquez, el paisaje diverso del país, la buena onda de la mayoría de nacionales que ha conocido, en medio siglo de ir y venir. “De joven me apeteció viajar. Comencé por Nueva York. De ahí me fui directamente a México, me quedé seis semanas. Aproveché para conocer Centroamérica: Guatemala, El Salvador, Nicaragua, hasta Panamá, quedándome donde encontraba gente amable. Sabía que tenía que defenderme en español, por eso le puse mucho cuidado a aprender muy bien. De regreso a Alemania tomé algunos cursos. Me quedó la inquietud de volver. Un par de años más tarde estuve tres meses en Colombia, caminando. Siempre solo, con mi mochila al hombro. Fui en bus a San Agustín. Allí me encontré un señor que dijo que me llevaría a donde nace el río Magdalena, al páramo de las Papas. Fueron ocho días a lomo de bestia; como el terreno es muy escarpado, el hombre me sugirió que me agarrara a la cola de la bestia, como sucede en El Quijote, y así hicimos la travesía. Era un poco ridículo. Llegamos a un lugar misterioso. Allí no se podía hablar para sentir la energía del sitio. Él dijo que no era supersticioso, pero no habló ni una sola palabra. Quedé marcado con esa experiencia”. Tom Koenigs repite la frase de Gabo de que la ficción supera la realidad, refiriéndose a que muchas noticias que lee en EL TIEMPO, como la del anuncio del gobierno nicaragüense de venderle parte de su mar a un empresario chino, que no se sabe si existe o no, le parecen que surgen del realismo mágico. Pasa igual con algunos trozos de su vida. Muy joven, heredó de su abuelo, banquero, una suma de dinero, que asegura jamás revelará, pero con la que hubieran podido vivir él y su familia sin trabajar nunca. Eran los años de la Guerra Fría y los de la contienda feroz en Vietnam. Se fue de Berlín occidental, donde vivía, al oriental y buscó al embajador del Viet Cong, a quien le entregó la totalidad de esa herencia pidiéndole que la hiciera llegar al Frente de Liberación. Años más tarde recibió otra herencia, más pequeña, que donó al MIR chileno. De estos dos episodios ganó en uno...

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