Un toro y una estocada - 18 de Enero de 2016 - El Tiempo - Noticias - VLEX 591711650

Un toro y una estocada

Un toro bravo es una joya rara, y la ganadería de Mondoñedo nos suele regalar por lo menos uno cada año. El de esta vez lo vimos el sábado en la placita cubierta situada al final de un trancón adonde nos tienen refugiados los alcaldes de Bogotá, en Puente Piedra. Decir que lo vimos es tal vez excesivo. No lo pudimos ver de verdad, en su verdad de bravo, porque su bravura encastada desbordó los recursos de su matador, el ubateño Manuel Libardo. Y no por falta de capacidad, sino de ambición: no es fácil torear un toro bravo. Fue bravo en el caballo, y bien picado. La sangre relumbraba al sol que se colaba por las rendijas de la cubierta de la plaza. Fue codicioso en la muleta de Libardo, que abrió faena con una buena y breve tanda de templados derechazos. Pero luego se dejó atropellar por la agresividad del toro, que ya mandó hasta el final: un larguísimo paseo por todo el ruedo, por donde el toro quiso, con el torero a rastras tratando en vano de cuadrarlo para la muerte, consiguiéndolo al fin por aburrimiento y matándolo de dos pinchazos y una estocada. Se fue, pues, sin torear ese bello Gitanito, segundo toro de la tarde. Pero a falta de faena nos dio todavía el espectáculo solemne de su muerte: un combate no ya contra su matador derrotado, sino contra la muerte misma. Negándose a aceptarla con la boca cerrada. Una muerte de bravo. La estocada del título fue la de El Cid al cuarto de la tarde. Violenta como un relámpago, y contundente como mazazo de matarife en el cráneo. Pero no brutal, sino, por el contrario, bellamente dibujada y limpiamente puesta en el hoyo de las agujas. Valía la oreja. Por lo demás, el veterano Cid estuvo brusco, rígido. Muchos gritos –más que para animar al toro, para animar al público– en su tardo primero. Una faena tosca, de pelea y finalmente de dominio, al desordenado cuarto, que tiraba peligrosas cornadas arriba. Y unos adornos que no le sientan a su duro corpachón: lo que le sienta a El Cid es torear, y solo lo hizo por ráfagas. Lo cierto es que a quienes habíamos ido en masa a ver en la remota plaza de Puente Piedra era al tercero de la terna, el...

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