Transmisión intergeneracional de la violencia intrafamiliar: evidencia para las familias colombianas - Núm. 56, Julio 2005 - Revista Desarrollo y Sociedad - Libros y Revistas - VLEX 831522693

Transmisión intergeneracional de la violencia intrafamiliar: evidencia para las familias colombianas

AutorSalas Bahamón Luz Magdalena
Páginas285-337
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Transmisión intergeneracional de la violencia
intrafamiliar: evidencia para las familias
colombianas
violence: Evidence for colombian families
Luz Magdalena Salas Bahamón*
Resumen
Con información de la encuesta CEDE 2003, realizada a 2.295 muje-
res en Bogotá, Barranquilla y Barrancabermeja, se estudió los meca-
nismos de reproducción de la violencia intrafamiliar, en particular, el
maltrato físico severo contra las mujeres, de una generación a otra.
Mediante modelos probit, se calcularon los determinantes de que una
mujer sea agredida físicamente por su compañero dado que él creció
en una familia violenta y no violenta, y los factores que determinan
que una mujer se divorcie de su compañero violento dado que ella
creció en una familia violenta y no violenta. Los resultados muestran
cómo la violencia intrafamiliar se transmite de generación en genera-
ción por aprendizaje –experiencias vividas en la familia de origen–;
sin embargo, existen mecanismos que rompen el ciclo de violencia y
disminuyen la proporción de familias que reproducen las conductas
agresivas en la siguiente generación. Siguiendo la metodología pro-
puesta por Pollak (2002), el divorcio es el mecanismo que más reduce
el grado de violencia, pasando de tener el 32,4% de las familias vio-
* Economista y Master en Economía, asesora de la Subdirección General del Departamento
Nacional de Planeación. Correo electrónico: lsalas@dnp.gov.co. Agradezco a los
evaluadores los comentarios recibidos.
Este artículo fue recibido el 14 de septiembre de 2005, y aceptado el 29 de noviembre de
2005.
ISSN 1900-7760
(Edición Electrónica)
Intergenerational transmission of domestic
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lentas, al 15,7% en el largo plazo, esto sumado al supuesto de que las
parejas se unen de manera ordenada, el nivel disminuye al 14,8%.
Mediante ejercicios de simulación se observó que los aumentos en el
nivel educativo de las mujeres, las mayores oportunidades de empleo
y el mayor acceso a servicios de salud, disminuyen la fracción de
familias violentas en el largo plazo. También fueron analizadas otras
variables de decisión de la familia.
Palabras clave: violencia intrafamiliar, análisis probabilístico, simu-
laciones.
Clasificación JEL: J1, C15.
Abstract
With information from the CEDE 2003 survey, conducted to 2295
women in Bogotá, Barranquilla and Barrancabermeja, reproduction
mechanisms of domestic violence were studied, particularly, severe
physical mistreatment against women, from one generation to the next.
Using probit models, factors that determine if a woman can be
physically mistreated by her partner, given that he grew up in a violent
and non-violent home, and factors that determine if a woman gets
divorced from her violent partner, given that she grew up in a violent
and non-violent home, were estimated. The results show how domestic
violence is transmitted from generation to generation by learning (life
experiences at home); nevertheless, there are mechanisms that break
out the cycle of violence and reduce the proportion of families that
reproduce aggressive behaviors in the next generation. Following
Pollak’s methodology (2002), divorce is the mechanism that reduces
the most the level of domestic violence in some cities of Colombia,
going from 33.4% of violent homes to 15.7%, in the long term.
Assuming assortative mating, the level of domestic violence decreases
to 14.8%. Simulation exercises, such as the increase in women
education level, greater job opportunities and more access to health
services, reduces the number of violent homes in the long term. Other
variables related to family decision making were also analyzed.
Key words: domestic violence, probabilistic analysis, simulations.
JEL Classification: J1, C15.
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Introducción
La violencia intrafamiliar es un fenómeno que afecta el bienestar de
un alto porcentaje de las familias colombianas. La escasa informa-
ción existente, no permite hacer una comparación temporal de la inci-
dencia de los principales indicadores. Sin embargo, en un intento por
conocer la evolución de la violencia intrafamiliar en Colombia,
Sánchez et al. (2004) encuentran que en 1995, el 33% de las mujeres
eran maltratadas psicológicamente por sus esposos y el 19,4% sufrían
golpes por parte de sus compañeros. Aunque las encuestas que exis-
ten en Colombia no son comparables por la forma como fueron apli-
cados los instrumentos, se tiene que en 2000, el porcentaje de mujeres
maltratadas psicológica y físicamente por sus compañeros era de 35%
y 46,4%, respectivamente, indicando así los altos índices de maltrato
contra las mujeres en Colombia. De la misma forma, el maltrato in-
fantil es una conducta que por su aceptación social ocurre con más
frecuencia o se reporta sin ningún inconveniente. En efecto, el 53%
de los hogares en 1995 y el 47,5% en 2000, maltrataban físicamente a
los menores1.
La violencia intrafamiliar, medida como el maltrato contra las muje-
res, es un fenómeno poco estudiado y que recientemente ha recibido
atención de algunas ciencias sociales. Algunos estudios desde la pers-
pectiva psicológica y social han mostrado cómo el papel de género ha
ubicado al hombre en una posición más fuerte y superior frente a la
mujer, lo cual le ha permitido abusar de ella, maltratarla física y psi-
cológicamente como demostración de poder en la asignación de re-
cursos entre los miembros del hogar2. Por otra parte, la literatura
económica ha encontrado que la pobreza es uno de los factores que
más explica las conductas violentas entre los miembros del hogar,
pero no ha analizado las relaciones familiares como medio que im-
pulsa a los individuos a aceptar o rechazar actos de violencia en el
1Según las encuestas de 1995 y 2000 realizadas por Profamilia. Las encuestas son represen-
tativas para las tres ciudades principales y para once subregiones del país.
2Benavides, J. (2003).
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hogar3. Así mismo, los mecanismos reproductores de violencia, de
una generación a otra, han sido muy poco estudiados desde la pers-
pectiva económica.
Para el caso colombiano, la información disponible en la Encuesta
Nacional de Demografía y Salud (ENDS) permite hacer una idea de
la incidencia de violencia entre los miembros del hogar4, pero no per-
mite determinar si los individuos que han observado violencia entre
sus padres y que fueron víctimas de maltrato infantil, la reproducen
luego en su familia actual, es decir, si este tipo de experiencias las
repiten con su pareja y/o con sus hijos, multiplicando así este tipo de
conductas. La encuesta CEDE-2003 tiene información suficiente para
determinar si los individuos que crecieron en familias violentas están
más propensos a sufrir maltrato en su propia familia, alimentando el
“ciclo de violencia intrafamiliar”5, o si mediante algunos factores aso-
ciados a las personas y a la familia, logran salir de él.
Con los resultados de la encuesta se encontró que el 28% de las muje-
res encuestadas en tres ciudades del país6 creció en una familia vio-
lenta7, y el 72% restante no reportó haber observado ese tipo de
situaciones. Adicionalmente, se observó que, con una diferencia pro-
medio de 10 puntos porcentuales, las mujeres que crecieron en fami-
lias violentas experimentan mayores niveles de maltrato físico por
parte de sus compañeros, que las mujeres que no fueron testigos de
violencia en su familia de origen. Esto es, el 34% de las mujeres que
crecieron en familias violentas, son maltratadas físicamente por sus
3Veánse Morrison y Orlando (1999), Morrison y Biehl (1999), Farmer y Tiefenthaler (1996,
1997).
4Violencia entre las parejas, de los padres hacia los niños.
5En la literatura, el “ciclo de violencia intrafamiliar” se conoce como la prevalencia de
algún tipo de violencia intrafamiliar, en el que los individuos (durante su infancia) que
experimentan este tipo de situaciones, están más propensos a perpetrar o ser víctimas de
violencia cuando adultos.
6En Bogotá, Barranquilla y Barrancabermeja, la encuesta es representativa en el estrato
socioeconómico.
7Se define que una familia es violenta cuando las mujeres observaron que el padre golpeaba
de manera severa a la madre.
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compañeros8 y el 43% maltrata físicamente a sus hijos9; mientras que
dentro del grupo de mujeres que nunca observaron violencia entre sus
padres, el 25% es víctima de maltrato físico por parte de su compañe-
ro y el 30% maltrata físicamente a sus hijos. Esta diferencia, muestra
que las personas víctimas y testigos de violencia intrafamiliar cuando
pequeños, tienen una mayor probabilidad de aceptar estas conductas
agresivas, legitimarlas y repetirlas cuando son adultos, tanto con sus
hijos como con su pareja.
Los datos anteriores para una muestra de familias colombianas, per-
miten también inferir que la violencia intrafamiliar –medida, en este
estudio, como maltrato físico severo contra las mujeres– se transmite
de una generación a otra. Por tanto, surgen varios interrogantes por
responder. ¿Qué factores están asociados al mayor o menor riesgo de
reproducción de violencia de una generación a otra? ¿Existen meca-
nismos que disminuyen la probabilidad de transmisión del maltrato a
la siguiente generación o que impulsa a los individuos a romper o
salirse del ciclo de la violencia intrafamiliar? ¿Cuáles pueden ser al-
gunas estrategias que conduzcan a la disminución del maltrato físico
contra las mujeres, y en general, para reducir el grado de violencia
intrafamiliar en el corto y largo plazo? Todas estas preguntas abren un
camino inexplorado en la literatura de la transmisión de la violencia
intrafamiliar en Colombia y en el ámbito internacional.
Por lo anterior, el objetivo de este estudio, es el de analizar los meca-
nismos de transmisión de violencia intrafamiliar de una generación a
otra, utilizando evidencia empírica para tres ciudades colombianas.
En particular, determinar si con haber estado expuestos o haber sido
testigos de maltrato físico severo por parte del padre contra la madre,
aumenta o disminuye la probabilidad de ser víctima o perpetrador de
este tipo de violencia con su pareja. Los resultados se interpretan usan-
do un modelo probabilístico en el cual la violencia intrafamiliar se
transmite de los padres a los hijos por aprendizaje o por imitación. De
8El resto de mujeres no sufren maltrato físico severo por parte de su compañero, y un núme-
ro menor de mujeres, nunca han estado unidas (38 mujeres).
9Este maltrato se refiere a la agresión física severa para disciplinar a los hijos.
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la misma forma, se realizan ejercicios de simulaciones en los que se
evalúan posibles cambios en el grado de violencia intrafamiliar, da-
dos unos escenarios en los que se supone cambios en algunas varia-
bles asociadas a la violencia intrafamiliar, como el número de años de
educación promedio de las mujeres, el número de hijos en el hogar,
las oportunidades laborales de la mujer y algunas características del
comportamiento de los hombres10.
Este estudio se estructura de la siguiente manera: la sección I, hace una
revisión de la literatura nacional e internacional sobre los determinan-
tes de la violencia intrafamiliar y sobre los mecanismos de transmisión
de este tipo de violencia de una generación a otra. En la sección II, se
realiza una breve descripción de la metodología de recolección de in-
formación y de los principales resultados de la encuesta CEDE-2003,
en relación con las variables de violencia intrafamiliar. La evidencia
muestra que las mujeres víctimas de maltrato físico severo por parte de
sus compañeros, no solamente crecieron en una mayor proporción en
familias con mayor incidencia de este tipo de violencia, que las mujeres
que nunca han sido maltratadas por sus compañeros, sino que también
presentan indicadores socioeconómicos más deteriorados. En la sec-
ción III, se presenta el modelo teórico de transmisión intergeneracional
de la violencia intrafamiliar (Pollak, 2002). Los resultados empíricos se
presentan en la sección IV, y en la última sección se concluye.
I. Literatura existente
La violencia intrafamiliar es un fenómeno que ha sido estudiado por
diferentes ramas de las ciencias sociales. La sociología y la psicolo-
gía han analizado los factores que contribuyen a la violencia en la
familia, en especial el maltrato infantil. En otra línea de investiga-
ción, se ha considerado la relación entre la violencia intrafamiliar y
otros tipos de agresión, la reproducción del ciclo de violencia por
fuera del hogar, etc. Otras ciencias, como la economía, han incluido
en su análisis la magnitud de la violencia intrafamiliar, sus determi-
10 La identificación de estas variables se realizó teniendo en cuenta dos cosas: en primer
lugar, los resultados de los modelos probabilísticos; y, en segundo lugar, la evidencia em-
pírica internacional, como se verá más adelante.
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nantes, efectos y costos. Sin embargo, la mayoría de la literatura na-
cional e internacional hace énfasis en el tema de la violencia criminal
y no en la violencia intrafamiliar. Por estas razones, además de cono-
cer los determinantes de la violencia intrafamiliar, es importante in-
dagar sobre los factores asociados a la reproducción o transmisión de
este tipo de violencia de una generación a otra, que impiden salirse
del “ciclo de la violencia intrafamiliar”. En este estudio se analizará,
en particular, el maltrato físico severo contra las mujeres. Estudiar los
mecanismos de transmisión de la violencia entre las generaciones es
muy importante para hacer campañas y formular políticas de preven-
ción de maltrato entre los miembros del hogar.
Los estudios respecto a los determinantes de la violencia intrafamiliar,
coinciden en que los factores que más explican que una mujer sufra
de maltrato por parte de su compañero, son el bajo nivel educativo de
la mujer, que al mismo tiempo reduce las oportunidades de emplearse
y, por tanto, los ingresos de la misma y del hogar. Por otra parte, haber
experimentado o haber observado violencia en la familia de origen y
los antecedentes del compañero, son también factores que determi-
nan la violencia en el hogar. Como lo explica Buvinic et al. (1999),
existen factores individuales, familiares y sociales o comunitarios que
contribuyen a la violencia en las familias. Dentro del primer grupo se
consideran factores genéticos y biológicos, la situación laboral, el ni-
vel socioeconómico, el grado de educación, el uso de alcohol y dro-
gas, y haber sido víctima o testigo de violencia en el hogar. En el
grupo de factores del entorno familiar, los autores hablan de variables
relacionadas con la pobreza, como hacinamiento, ingreso per cápita
de la familia, etc., y dentro de la dinámica familiar, el papel de género
en la familia, las relaciones de poder entre los miembros del hogar, si
las normas son autoritarias o igualitarias, etc. Finalmente, la desigual-
dad en el ingreso, el entorno violento en la sociedad11, la debilidad de
las instituciones de control y las normas culturales, son factores como
los individuales y familiares, que contribuyen a incrementar la proba-
bilidad de experimentar situaciones de violencia en la familia12.
11 Medios de comunicación y situaciones de conflicto en la región.
12 Este tipo de análisis se conoce en la literatura como modelos ecológicos de la violencia y
han sido tratados también por Klevens (1998) y en alguna medida por Morrison y Orlando
(1999) y Sánchez et al. (2004).
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Además de lo anterior, en el contexto internacional se ha explorado la
relación de poder entre las parejas, asociado al nivel educativo y a
aspectos culturales, como un factor determinante del maltrato contra
las mujeres. Un estudio en la India (Rao, 1995), muestra que el bajo
nivel educativo de las mujeres y el mayor número de hijas en la fami-
lia, hace que sean menos valoradas socialmente y en particular por
sus esposos13. Como consecuencia, son maltratadas físicamente por sus
compañeros y pierden el control sobre la mayoría de decisiones en el
hogar. El estudio encuentra que el número de hijos hombres actúa como
factor protector del maltrato físico contra la madre, por dos razones: la
primera, porque los hijos le dan a su madre más prestigio y poder en el
matrimonio, y la segunda, porque cuando los hijos crecen pueden san-
cionar a su padre por el maltrato provocado a la madre.
Otra línea de estudios sobre la violencia intrafamiliar, analiza la trans-
misión intergeneracional de la violencia, y la reproducción del “ciclo
de violencia”. Kalmuss (1984) afirma que “haber observado violen-
cia entre los padres está más fuertemente relacionado con involucrarse
en agresión severa entre parejas, que haber sido golpeado por los pa-
dres cuando niño”14. Sin embargo, cuando el maltrato sufrido en la
infancia por parte de los padres es severo, se convierte en un predictor
fuerte de violencia entre las parejas en la siguiente generación. Este
estudio también encuentra que la exposición de los niños a la violen-
cia entre sus padres, les da señales de este tipo de comportamiento
como apropiado, aceptando la agresión en las relaciones sentimenta-
les de los miembros del hogar, ya sea entre los padres o contra los
hijos. Por esta razón, algunos tipos de violencia se transmiten con
mayor probabilidad a la siguiente generación porque los hijos acep-
tan y aprenden el comportamiento de sus padres, lo cual incrementa
la probabilidad de reproducir este tipo de maltrato cuando adultos en
las relaciones con sus parejas.
13 El mayor número de hijas implica mayores dificultades para los padres en pagar la dote a la
hora de su matrimonio, y de esta manera tienen más dificultades en encontrar una pareja
apropiada. En la India, cuando una mujer va a casarse, su familia debe pagarle una suma
entre activos y dinero al futuro esposo o a su familia. Antes del matrimonio, se fija la dote
a pagar, pero una vez se casa la mujer, la familia no puede pagar el monto prometido. Por
esta razón, el esposo se siente engañado por la mujer y su familia y la maltrata físicamente.
14 Traducción del autor.
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No obstante que la transmisión intergeneracional de la violencia en
las familias ha sido estudiada de manera empírica, no se ha profundi-
zado en la teoría. En la literatura de epidemiología de la violencia en
la familia, existen dos vías por las que se transmite la violencia: la
primera es cuando han sido testigos de violencia en la familia, y la
segunda, cuando han sido víctimas de violencia dentro de la misma.
Pollak (2002) analiza mediante un modelo teórico la manera como se
transmite la agresión entre las parejas de una generación a otra. El
modelo tiene en cuenta sólo mecanismos de transmisión mediante la
exposición a la violencia dentro de la familia de origen, en donde
existen matrimonios y divorcios, que dependen únicamente de la pre-
disposición a la violencia de los individuos, sin contemplar la elec-
ción racional de los individuos15. Esto supone que la violencia en la
familia se transmite por aprendizaje o por imitación16. El modelo se
fundamenta en tres supuestos básicos: 1) la probabilidad de que un
esposo sea violento depende de si él creció en un hogar violento o no
violento; 2) la probabilidad de que una mujer se divorcie de un esposo
violento depende de si ella creció en un hogar violento o no violento,
y 3) los individuos que crecieron en hogares violentos tienden a unir-
se con individuos que crecieron en hogares violentos. El autor admite
el divorcio como mecanismo “protector” de la transmisión de la vio-
lencia en la siguiente generación, porque cuando una mujer se divor-
cia de un esposo violento evita que los hijos sean testigos del maltrato
por parte de su esposo. Finalmente, concluye que las políticas que
reducen el grado de violencia de corto plazo, logran reducirla aún
más en el largo plazo. Por eso, políticas como la intervención de la
policía, la forma como tratan los casos de violencia intrafamiliar y la
aceptación social y cultural de la violencia, deberían tener algún efec-
to sobre el grado de violencia en el siguiente período17.
15 El modelo de transmisión intergeneracional de violencia intrafamiliar es puramente expre-
sivo, no es instrumental, es decir, la violencia o la amenaza de violencia no son manifesta-
ciones de poder por parte de los hombres para mejorar la asignación de recursos dentro de
los miembros de la familia.
16 Buvinic et al. (1999), afirman que el aprendizaje de la agresión está explicado por diferen-
tes factores, dentro de los cuales menciona las características individuales, la exposición a
la violencia en el hogar y los modelos de agresión que estén presentes en la sociedad.
17 En este sentido, Tauchen y Witte (1995) encontraron con un modelo dinámico, que las
acciones de la policía, como arrestos, disminuyen la agresión entre las parejas, de manera
temporal.
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En Colombia, el tema de transmisión de violencia intrafamiliar ha
sido muy poco estudiado. Benavides (2003) realiza una aproxima-
ción al estudio ecológico del maltrato infantil y deduce que así el
maltrato se transmita por factores sociales, culturales, económicos y
demográficos, existen otros factores fundamentales que no permiten
la comprensión total de este fenómeno. De la misma forma, explica
tres mecanismos que impiden la transmisión del maltrato infantil a la
siguiente generación: 1) la existencia de una figura de apego impor-
tante y diferente a los padres; 2) la existencia de relaciones de apoyo
importantes para la persona, como los amigos o la pareja, y 3) la posi-
bilidad de reflexionar sobre el maltrato, que lo obligue a rechazarlo.
II. Datos y estadísticas descriptivas
La información que se utiliza para el análisis descriptivo y
metodológico, proviene de la encuesta realizada por el Centro de Es-
tudios sobre Desarrollo Económico (CEDE) en 2003, a 2.295 muje-
res en edad reproductiva (15 a 49 años de edad18) en tres ciudades
colombianas: Bogotá, Barranquilla y Barrancabermeja19. La encuesta
CEDE-2003 cuenta con información de las características socioeco-
nómicas y sociodemográficas del hogar, antecedentes de la pareja, un
módulo sobre ingresos y la situación laboral de la mujer, y termina
con información sobre situaciones de violencia en el hogar20.
18 Solamente se encontraron dos mujeres de 14 años y nueve de más de 50 años.
19 Se realizó sólo en estas tres ciudades de acuerdo con los objetivos del proyecto que efectuó
la encuesta “Los costos de violencia intrafamiliar en Colombia”, CEDE. De las 2.295 mujeres
entrevistadas, el 65% proviene de Bogotá, el 22% de Barranquilla y el 13% de
Barrancabermeja. Adicionalmente, el instrumento fue aplicado por encuestadores con una
vasta experiencia en la realización de encuestas de hogares. En todos los casos reportados,
las mujeres fueron quienes respondieron la información de todos los miembros del hogar
sin la presencia de ninguno de ellos. En caso de no contar con privacidad, la encuesta no
era diligenciada. La tasa de no respuesta fue del 2%. Finalmente, es importante mencionar
que la encuesta fue aplicada a mujeres de todos los estratos socioeconómicos agrupados en
tres estratos: alto, medio y bajo.
20 Las preguntas del formulario relacionadas con la situación laboral e ingresos de la mujer y
los demás miembros del hogar, se obtuvieron de la Encuesta Nacional de Hogares realiza-
da por el DANE. Otras preguntas como las características socioeconómicas y
sociodemográficas de la mujer y de los demás miembros del hogar, y las relacionadas con
la violencia intrafamiliar, se obtuvieron de la Encuesta de Demografía y Salud (DHS)
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Para el análisis de la violencia intrafamiliar, en particular, la violencia
contra las mujeres, es preciso conocer que, de las 2.295 mujeres en-
trevistadas, 1.686 están actualmente casadas o unidas y 435 están di-
vorciadas21. Por otra parte, se encuentra que dentro de la muestra de
mujeres casadas, el 40% tienen entre 35 y 44 años de edad, el 31%
están entre los 25 y 34 años, y el 14% entre 19 y 24 años y 45 a 49
años, para ambos grupos de edad. Por el contrario, la mayor propor-
ción de mujeres solteras están entre los 15 y 24 años de edad.
Teniendo en cuenta esta composición de la muestra, se inicia el análi-
sis de la situación de violencia intrafamiliar con base en la informa-
ción reportada por las mujeres. Se construyen indicadores de violencia
contra la mujer en el hogar materno22, violencia entre los padres de la
mujer23, violencia contra la mujer por parte del compañero24, maltrato
realizada por Profamilia. Sin embargo, para las últimas, se complementó el formulario con
las preguntas del “Revised Conflict Tactics Scales (CTS2)” y del “Parent – Child Conflict
Tactics Scales (CTSPC)”, realizado por Strauss et. al. (1996) y (1998), respectivamente.
21 A lo largo del documento, se hablará de mujeres casadas (y de su compañero). Sin embar-
go, dentro de esta clasificación se incluyen las mujeres que viven o han vivido en unión
libre. Las mujeres divorciadas hacen referencia a aquellas que no están casadas o en unión
libre actualmente, así hayan tenido divorcios previos a la relación actual. La razón por la
cual se excluyen del grupo de divorciadas, es que las preguntas del esposo/compañero se
refieren al actual, y no a los anteriores. En el caso de mujeres que no se han vuelto a unir,
las respuestas corresponden al último compañero.
22 Esta variable se define igual a 1 si los padres de la mujer la maltrataban físicamente de
manera severa cuando ella era pequeña. Es decir, si la patearon, la golpearon con objetos
duros, la quemaron con algún líquido hirviendo o con fuego, si le apretaron el cuello como
para estrangularla, si la sofocaron con la mano o con un cojín, o si la atacaron con un
cuchillo o arma de fuego. La variable toma el valor de 0 si no ha ocurrido ninguna de las
anteriores.
23 Se define como 1 cuando ella reporta que el padre golpeaba a la madre, y 0 de lo contrario.
24 Esta variable toma el valor de 1 si alguna vez el esposo la empujó o zarandeó, la golpeó
con la mano o abofeteó, le dio una paliza o la azotó, la golpeó con un objeto duro, la
mordió, la pateó o arrastró, la atacó con un cuchillo o arma de fuego, le lanzó algo para
lastimarla, le torció el brazo o haló el pelo, la quemó o le arrojó un líquido hirviendo, o le
agarró el cuello como para estrangularla. Si la mujer informó no haber sido víctima de las
anteriores, la variable toma el valor de 0.
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infantil severo contra el compañero en su hogar materno25, y maltrato
infantil por parte de la mujer o de su compañero, hacia sus hijos26.
El 28% de las mujeres entrevistadas informó haber sido víctima de
maltrato físico severo ocasionado por su compañero, mientras que al
65% de ellas, el compañero las ha maltratado psicológicamente27. En
cuanto a la violencia sexual, el 8% de las mujeres afirmó haberse
sentido presionada por su esposo para tener relaciones sexuales, y el
4% fueron obligadas a tenerlas. En el diagrama 1 se presenta el núme-
ro de mujeres que respondieron haber sufrido algún tipo de maltrato
perpetrado por su esposo. Cada círculo representa un tipo de violen-
cia diferente. El círculo A corresponde a las mujeres que respondie-
ron haber sufrido maltrato psicológico de sus compañeros, el B se
refiere al maltrato físico y el C al maltrato sexual. Las intersecciones
entre dos o más círculos contienen el número de mujeres que sufrie-
ron dos o más tipos de maltrato. El círculo ubicado en la parte inferior
derecha del diagrama, contiene las mujeres que nunca han estado uni-
das. El área por fuera de los círculos representa a las mujeres que no
han sufrido ningún tipo de maltrato de sus esposos o compañeros.
De acuerdo con lo anterior, de las 644 mujeres que fueron agredidas
físicamente por su compañero, el 74% (477 mujeres) reportaron tam-
bién ser maltratadas psicológicamente y el 25% (161 mujeres) fueron
agredidas sexualmente. También se observa que todas las mujeres que
son maltratadas sexualmente, sufren los demás tipos de violencia. Por
25 Se construye esta variable dicótoma, que toma el valor de 1 cuando la mujer informa que
los padres del compañero actual lo golpeaban con objetos duros, cables, lo quemaban,
amenazaban o atacaban con cuchillos o armas de fuego, etc., cuando él era un niño; y toma
el valor de 0 cuando no informa lo anterior. Esta información fue suministrada por la mujer
que respondió la encuesta, por lo que puede tener problemas al no conocer con certeza las
experiencias de su compañero en su familia materna.
26 Este indicador incluye las mismas preguntas del maltrato infantil contra la mujer en su
hogar materno, pero en este caso, el maltrato es perpetrado por la mujer y/o su compañero
contra sus hijos.
27 La definición de esta variable es igual a 1 cuando la mujer reportó haber sufrido alguno de
los siguientes tipos de maltrato por parte de su compañero: insultos, amenazas con abando-
narla e irse con otras mujeres, amenazas con quitarle los hijos o el apoyo económico,
amenazas con armas de fuego o con golpes. Adicionalmente, cuando le impide el contacto
con amigos o con la familia, la vigila o cuando no le consulta decisiones importantes para
la familia.
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ejemplo, el 88% (161 mujeres) de las que sufren agresión sexual, tam-
bién sufrió maltrato psicológico y físico; y el 12% (21 mujeres) sufrió
maltrato psicológico además del sexual. En contraste, más de la mitad de
mujeres víctimas de maltrato psicológico (818) informan haber sufrido
sólo este tipo de maltrato. Por último, se encuentra que menos de la mitad
de la muestra de mujeres encuestadas (812) no informó sufrir ningún tipo
de maltrato, ya sea porque nunca han estado casadas o unidas (7,6%) o
porque sus compañeros no son violentos (27,8%). Con estos resultados,
se puede señalar que las mujeres víctimas de las formas de maltrato más
severo, sufrirán seguramente los tipos de maltrato leve.
Diagrama 1. Violencia contra la mujer por parte del compañero según tipo
de maltrato.
Fuente: CEDE–2003 – Cálculos propios.
Por otra parte, para analizar si existe información suficiente para eva-
luar la transmisión de la violencia física severa entre generaciones, se
construyó un diagrama que representa el ciclo de la violencia intrafa-
miliar entre una y otra generación. Es decir, se comparan las mujeres
y hombres que crecieron en familias con violencia y sin violencia, y
se identifican quienes transmiten el maltrato hacia sus parejas. En el
diagrama se analiza el divorcio como mecanismo que rompe el ciclo
de violencia de una generación a otra (véase diagrama 2). De las 2.295
mujeres entrevistadas, el 30% fue testigo de violencia física entre sus
padres, y el 70% restante no reportan haber observado maltrato entre
ellos. Esto es, 688 mujeres crecieron en familias violentas, mientras
que 1.607 provienen de familias no violentas. Del grupo de mujeres
A: Maltrato psicológico
B: Maltrato físico
C: Agresión sexual
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que experimentaron episodios de violencia en su familia de origen, el
94% (650) están o han estado casadas o unidas alguna vez, y sólo el
6% son solteras. Además, de las 1.607 mujeres que no estuvieron ex-
puestas a violencia entre sus padres, el 92% (1.471) están unidas (o lo
han estado), y el 8% restante, nunca se han unido con un compañero.
El lado izquierdo del diagrama 2 presenta el conjunto de mujeres que
pertenecen a familias violentas que, al casarse o unirse con compañe-
ros violentos, continúan en el ciclo o lo rompen, ya sea porque sus
compañeros no son violentos, o porque deciden divorciarse de los
compañeros violentos28. En el lado derecho, se observa el conjunto de
mujeres que, a pesar de no haber estado expuestas a situaciones de
violencia en su familia materna, pueden ingresar al ciclo una vez son
maltratadas por su pareja. En este caso, se cuantifica la proporción de
mujeres que a pesar de no estar dentro del ciclo, entran y se quedan, o
entran y logran salirse de él.
Los resultados se reportan a continuación. En primer lugar, del total
de mujeres que crecieron en familias violentas y que se han unido
alguna vez (650), el 37% son maltratadas físicamente por su compa-
ñero29, mientras que el 63% nunca ha sufrido este tipo de agresión30.
Más de la mitad de los compañeros agresivos, provienen también de
familias violentas31. En cifras, esto representa el 54,6% de las fami-
lias que abusan físicamente de sus compañeras. Por otro lado, se ob-
28 Los círculos en gris describen el grupo de mujeres que permanecen o entran al ciclo de
violencia intrafamiliar.
29 En los casos de las mujeres actualmente divorciadas, la información corresponde al último
compañero. No hay que olvidarse que el estudio analiza únicamente los casos de violencia
severa contra la mujer. El maltrato psicológico y el maltrato físico leve no hacen parte de
esta categoría ni del análisis a lo largo del documento.
30 Esta proporción de mujeres rompen el ciclo de violencia, porque el maltrato observado en
su familia de origen, no se transmitió en la relación con su pareja.
31 La variable que mide si el compañero creció en una familia violenta o no violenta, se
define a partir del maltrato físico severo sufrido por el compañero cuando niño. Dado que
no existe información sobre el maltrato perpetrado por el padre del compañero contra la
madre, se utiliza el maltrato infantil como proxy de violencia en la familia. En el caso de la
familia de la mujer, se encuentra que el 75% de las mujeres que fueron maltratadas física-
mente durante la infancia, observaron maltrato físico entre sus padres. Es decir, existe una
alta correlación entre haber sido víctima y testigo de la violencia física severa. Este resul-
tado también se evidencia en el trabajo realizado por Kalmuss (1984).
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serva una proporción importante de hombres, que aunque crecieron
en familias no violentas, maltratan físicamente a las mujeres (45,4%).
Si se incluye ahora el divorcio como mecanismo de ruptura del ciclo
de violencia, se observa que los antecedentes de violencia en la fami-
lia del hombre además del de la mujer, impiden en una mayor propor-
ción que las mujeres se divorcien de un compañero violento. Esto es,
de las mujeres casadas con compañeros provenientes de familias vio-
lentas, el 34,2% no se divorcia y sólo el 20,4% decide divorciarse, y
de esta manera salirse o “romper” el ciclo de violencia intrafamiliar.
De la misma manera, una mayor proporción de mujeres casadas con
compañeros de familias no violentas (29,2%) continúa en el ciclo, en
comparación con las mujeres que deciden divorciarse y no soportar el
abuso de su compañero (16,3%). Estos resultados indican que del to-
tal de mujeres que han sido maltratadas por sus compañeros, el 36,7%
(20% + 16%) se divorcian y rompen el ciclo de violencia intrafami-
liar, mientras que el 63,3% (34% + 29%) restante permanecen unidas,
aumentando así la probabilidad de transmitir la violencia a la siguien-
te generación, sus hijos.
En el segundo caso, cuando las mujeres crecieron en familias sin si-
tuaciones de violencia entre los padres, del 92% de las que se casaron
o se unieron alguna vez, el 27% lo hicieron con hombres que las mal-
tratan físicamente y el 73% con hombres que no las maltratan. Esta
última proporción de mujeres no entra al ciclo de violencia, por tanto,
no se tendrá en cuenta en el análisis siguiente. El 27% de las mujeres
casadas que provienen de familias sin violencia inician un ciclo de
violencia que puede reproducirse en las siguientes generaciones. El
porcentaje de compañeros de este conjunto de mujeres crecieron en
su mayoría en ambientes familiares violentos32. El resto (38,9%) cre-
ció en familias violentas. Ahora bien, de las mujeres que se unieron
con hombres agresores provenientes de hogares violentos, el 15,3%
decidió divorciarse y el 23,5% no lo hizo. Estas mismas cifras son
aún mayores para el caso de mujeres unidas con hombres que provie-
nen de familias no violentas, donde el 24,7% de las mujeres casadas
32 Porque los individuos que provienen de familias violentas están más propensos a unirse
con individuos de familias con violencia, mientras que los individuos que crecieron en
familias no violentas tienden a unirse con individuos que no fueron testigos de violencia
entre sus padres, Pollak (2002).
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Luz Magdalena Salas Bahamón
con estos hombres se divorcia logrando salir de nuevo del ciclo. El
resto de mujeres (36%) permanecen unidas a su compañero violento
quedando dentro del ciclo de violencia intrafamiliar. Si se suma la
proporción de mujeres que se divorcian y la proporción de mujeres
que permanecen con su compañero violento proveniente de una fami-
lia violenta y no violenta, se obtiene lo siguiente: el 60,7% de las
mujeres maltratadas físicamente que creció en familias no violentas
permanecen casadas con su compañero violento y, por tanto, tendrán
una mayor probabilidad de transmitir el maltrato a la siguiente genera-
ción. Sin embargo, la información indica que el 39,5% de estas mujeres
decide divorciarse e impide la transmisión de la violencia a sus hijos.
En síntesis, las mujeres que fueron testigos de violencia entre los pa-
dres, están más propensas a unirse con hombres violentos también
testigos de violencia en su familia materna, que las mujeres que no
reportaron haber visto violencia física severa del padre hacia la ma-
dre (37% y 27%, respectivamente). Así mismo, la proporción de mu-
jeres que no “rompen” el ciclo de violencia, es decir, que no se
divorcian de un compañero violento o que permanecen con él, es mayor
cuando experimentaron altos niveles de violencia entre sus padres
durante su infancia (63,3%); mientras que el 60% de las mujeres que
no estuvieron expuestas a la violencia entre sus padres en su infancia,
no se divorcian de su compañero violento. Este resultado indica que no
sólo la exposición a la violencia en la familia por parte de las mujeres es
un factor que contribuye a la transmisión de la violencia en la siguiente
generación, sino también, influye en esta transmisión la exposición al
maltrato físico severo entre los padres del esposo o compañero.
Una vez se conoce la incidencia y los tipos de violencia a los que
están expuestos las mujeres encuestadas, se analizan los factores que
pueden contribuir a incrementar la probabilidad de que una mujer sea
víctima de maltrato causado por su compañero33.
33 Como se explicó anteriormente, este estudio contempla sólo la violencia física severa como
mecanismo de transmisión. Por consiguiente, en adelante se tratará sólo este tipo de vio-
lencia. Para este análisis, se realizaron pruebas de diferencias entre los promedios de las
variables para las mujeres que sufren maltrato físico severo y para las que nunca han sufri-
do este tipo de agresión.
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Diagrama 2. Estructura de los hogares y el ciclo de violencia.
Fuente: CEDE–2003 – Cálculos propios.
En primer lugar, se examina la predisposición de violencia en el ho-
gar materno tanto de la mujer como de su compañero. Como se obser-
va en el gráfico 1, una mayor proporción de mujeres que fueron testigos
de violencia física entre sus padres, son víctimas de violencia física
severa por parte de sus compañeros. En efecto, el 27% de las mujeres
no maltratadas por sus compañeros, fueron testigos de maltrato entre
sus padres, mientras que el 37% de las mujeres que han sido maltrata-
das por sus compañeros, fueron testigos del maltrato en su familia.
Esto indica que las mujeres que han sido víctimas de maltrato físico
severo por parte de sus compañeros, tienen una probabilidad de 10
puntos porcentuales mayor de haber crecido en hogares violentos, que
las mujeres que no han sido víctimas de violencia intrafamiliar. Así
mismo, una mayor proporción de mujeres a las que sus esposos les
pegan, fueron maltratadas física y psicológicamente por sus padres
cuando niñas, respecto a las mujeres que no han sido golpeadas por
sus compañeros. Finalmente, se encontró que entre el 42% y el 45%
de los compañeros violentos, fueron víctimas de maltrato infantil físi-
co y psicológico. Este indicador disminuye cuando los compañeros
no son perpetradores de violencia contra las mujeres (31% y 23%,
respectivamente).
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Gráfico 1. Incidencia de violencia en el hogar de la mujer y de su esposo.
Nota: ***Indica diferencia significativa al 99%.
Fuente: CEDE–2003 – Cálculos propios.
En segundo lugar, si se comparan las características socioeconómicas
y sociodemográficas entre las mujeres que son y no son maltratadas
físicamente por su compañero, se encuentra que las primeras parecen
tener mejores condiciones respecto a los años de educación, salud,
ingresos, etc., que las segundas.
Si se analiza el número de años de educación promedio de la mujer y
de su compañero, se halla que con una diferencia promedio de 1,62
años de educación, las mujeres que no han sufrido de maltrato físico
severo por parte de su compañero, alcanzan en promedio cerca de
diez años de educación (algo similar se obtiene para los compañeros).
En contraste, el número de años promedio de educación de las muje-
res y de sus compañeros es más bajo en el conjunto de mujeres que
tienen compañeros violentos. Si bien, los hombres han terminado casi
nueve años de educación, las mujeres tienen en promedio ocho años.
Las diferencias en los promedios de las dos variables son
estadísticamente diferentes de cero (véase gráfico 2).
En el caso del acceso de los miembros del hogar a los servicios de
salud, se encuentra algo similar a lo anterior. El 76% de las familias
donde no se presentan problemas de violencia intrafamiliar están afi-
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Gráfico 2. Años de educación promedio de la mujer y de su esposo.
Nota: Los valores en paréntesis indican la diferencia de las medias entre los grupos de mujeres.
*** Indica diferencia significativa al 99%.
Fuente: CEDE–2003 – Cálculos propios.
liados a alguna entidad del sistema de seguridad social en salud (Ins-
tituto de Seguros Sociales – ISS, otra EPS, ARS, etc.). En cuanto a las
familias en donde el esposo maltrata físicamente a la mujer, el por-
centaje de familias afiliadas es 10 puntos porcentuales menor, 66%
(véase gráfico 3). Adicionalmente, se observa que el estado general
de salud de los miembros de las familias es peor en el grupo de fami-
lias en las que la mujer reportó haber sido víctima de maltrato físico
severo por parte de sus compañeros; es decir, las mujeres que sufren
de maltrato reportaron mayores problemas de salud entre los miem-
bros de su hogar, que las mujeres que no sufren de maltrato34.
Características demográficas como el número de hijos en el hogar y
el número de personas en el hogar, afecta el maltrato físico ocasiona-
do por los compañeros, en dos sentidos: primero, puede aumentar la
probabilidad de maltrato contra la mujer, porque entre más personas
vivan dentro del hogar, menor es la disponibilidad de recursos entre
34 Algunas mujeres reportaron que en ocasiones, el maltrato de sus compañeros tuvo conse-
cuencias graves y problemas de salud. Por ejemplo, de las 644 mujeres maltratadas, 372
tuvo moretones, dolores en el cuerpo, raspaduras o cortadas pequeñas, 86 tuvo alguna
herida grave o un hueso quebrado, 50 perdieron el conocimiento, 33 tuvo un embarazo no
deseado, 21 perdió un embarazo, y 14 mujeres tuvieron pérdida temporal de un órgano,
función o parte del cuerpo.
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Gráfico 3. Salud de los miembros del hogar – Acceso y estado general de
salud.
Nota: ***Indica diferencia significativa al 99%.
Fuente: CEDE–2003 – Cálculos propios.
todos los miembros del hogar; y segundo, puede disminuir la probabili-
dad de maltrato, porque cuando los hijos hombres crecen, impiden el
maltrato contra la madre. Los resultados muestran que las mujeres víc-
timas de violencia física tienen en promedio más hijos (entre hombres y
mujeres) que las mujeres que no reportaron haber sido víctimas de mal-
trato físico severo causado por sus compañeros (véase gráfico 4)35.
La situación laboral de las mujeres y de sus compañeros es otra varia-
ble que puede afectar, de manera diferenciada, la probabilidad de que
una mujer sea víctima de maltrato físico severo por parte de su com-
pañero. La evidencia no permite concluir si las mujeres víctimas de
maltrato físico severo por parte de su pareja, trabajan más o menos,
que las que no reportaron este tipo de maltrato. Por el contrario, los
hombres que más maltratan a sus esposas están menos ocupados que
quienes no las maltratan, ya que el 71% de los hombres no violentos
35 Este resultado no se mantiene en el caso del número total de personas que viven en el
hogar. El número de personas que viven en el hogar, no parece ser un factor que aumenta la
probabilidad de maltrato contra la mujer, porque la diferencia no es significativa.
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trabaja, mientras que sólo el 55% de los que maltrata a su compañera
está empleado. En cuanto al desempleo, se encontró una mayor pro-
porción de hombres y mujeres desempleados en el conjunto de muje-
res que reportaron maltrato físico severo recibido por sus compañeros,
que aquellas que no sufren de este tipo de agresión. Sin embargo, esta
variable podría ser endógena al maltrato en el caso de las mujeres, de
tal manera que no es posible determinar la causalidad entre las dos
variables. Es decir, no es claro suponer que el hecho de estar
desempleada hace que su esposo la maltrate, o que el maltrato en sí
lleva a que la mujer no pueda trabajar, ya sea porque falta frecuente-
mente a su trabajo o porque disminuye su productividad.
Algo similar ocurre con los
ingresos totales de la mujer.
Las mujeres que padecen de
maltrato físico severo reci-
ben un 13% menos de ingre-
so que aquellas que no son
maltratadas. En precios de
2003, las primeras reciben
en promedio $ 223.319,
mientras que las segundas
reciben $ 257.354 por con-
cepto de ingresos laborales,
arriendos, pensiones, ayu-
das en dinero, intereses, y
otras fuentes. Si se desagregan los ingresos para conocer el monto
que reciben sólo por trabajo, la diferencia es aún mayor. Las mujeres
de hogares no violentos reciben en promedio $ 248.299, mientras que
las mujeres de hogares violentos reciben un 22% menos ($ 194.441).
De nuevo, esta variable puede ser endógena al maltrato contra las
mujeres, dado que la productividad del trabajo disminuye cuando au-
menta la severidad del maltrato y, por tanto, reciben menos ingresos.
Una vez establecida la relación entre algunas variables socioeconó-
micas y sociodemográficas con la incidencia de violencia en el hogar,
se estudia la relación entre el maltrato físico contra la mujer y algunos
antecedentes criminales y de comportamiento de su compañero. En
términos generales, los compañeros de las mujeres maltratadas tienen
Gráfico 4. Número de hijos promedio.
Nota: ***Indica diferencia significativa al 99%.
Fuente: CEDE–2003 – Cálculos propios.
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peores antecedentes criminales, en el consumo de alcohol y drogas,
que los de las mujeres que nunca han sufrido maltrato físico severo.
Las diferencias entre los promedios de los dos grupos de familias re-
sultan ser significativas al 99%. De esta manera, el 13% y el 14% de
los compañeros de las mujeres maltratadas se han metido en riñas y
han estado en la cárcel alguna vez, mientras que para el caso de muje-
res no maltratadas, las cifras disminuyen al 3% y 4%, respectivamen-
te. En cuanto al consumo de sustancias psicoactivas, la diferencia no
es muy grande, posiblemente por la escasez de información36. Final-
mente, como era de esperarse, la diferencia en el consumo de alcohol
entre los dos grupos de hogares es significativamente mayor. La pro-
porción de hombres que consumen frecuentemente alcohol es más
del doble en los hogares violentos, que en los no violentos. De esta
forma, el consumo de alcohol es un factor que estimula la agresión
física severa contra las mujeres por parte de sus compañeros37.
La toma de decisiones en el hogar como el cuidado de la salud de los
miembros del hogar, las compras grandes, las compras para las nece-
sidades diarias, la comida que se debe cocinar diariamente y las visi-
tas a la familia y amigos, puede ser también un factor que afecta la
probabilidad de sufrir de maltrato en la familia. Este indicador es una
proxy de las relaciones de poder dentro de la familia. Si el hombre es
quien tiene la última palabra en todas las decisiones, y no valora la
opinión de su compañera, seguramente menosprecia a la mujer y la
maltrata con alguna frecuencia. Por el contrario, aceptar las decisiones
de la mujer o consultarlas con ella, demuestra que la respeta y, por
tanto, no la maltratará. Evidentemente, en el 30% de las familias vio-
lentas, la última palabra para este tipo de decisiones las toma el hom-
bre, mientras que en los hogares no violentos este indicador es del 16%38.
36 Sólo cuatro mujeres no maltratadas reportaron que sus compañeros han consumido drogas,
mientras que 28 mujeres maltratadas informaron lo mismo.
37 Esta relación entre el consumo de alcohol y el maltrato contra las mujeres también fue
reportada por Rao (1998), quien afirma que en la India, el 25% de los hombres consumen
frecuentemente alcohol y se gastan más del 10% de sus ingresos en bebidas alcohólicas.
38 Las mujeres maltratadas por sus compañeros, pueden recurrir a varios mecanismos para
disminuir el abuso contra ellas y así disminuir el nivel de violencia intrafamiliar. Algunas
mujeres reportaron haber pedido ayuda a personas cercanas, a alguna institución o han
denunciado al agresor. Las instituciones más visitadas por las víctimas son la policía, co-
misarías de familia, bienestar familiar, fiscalía y juzgados. Sin embargo, la mayoría de las
mujeres no busca ningún tipo de ayuda.
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Todos estos resultados abren la posibilidad de investigar cuáles son
los factores que más afectan la probabilidad de que una mujer sea
víctima de maltrato físico severo causado por su compañero. La evi-
dencia muestra que la violencia entre las parejas ocurre con mayor
probabilidad si tanto el hombre como la mujer fueron víctimas y tes-
tigos de violencia entre sus padres y en familias con condiciones so-
cioeconómicas desfavorables. Sin embargo, existen algunos meca-
nismos que logran disminuir esa probabilidad e interrumpir la
transmisión de violencia intrafamiliar a las siguientes generaciones.
Por tanto, como es propósito de este estudio, se examinará la transmi-
sión de violencia entre una y otra generación y los mecanismos que
existen para romper el ciclo de la violencia intrafamiliar, en particu-
lar, el maltrato físico severo contra la mujer.
III. Un modelo sobre la transmisión intergeneracional
de la violencia doméstica
Para determinar si la violencia intrafamiliar se transmite de una gene-
ración a otra, se seguirá el modelo propuesto por Pollak (2002), en el
que se supone que el comportamiento agresivo se transmite, por apren-
dizaje o por imitación, de los padres hacia los hijos. Es decir, haber
sido víctima o testigo de violencia entre los padres, es un factor de
aceptación de la violencia entre las parejas, convirtiendo a los hom-
bres en perpetradores de maltrato y a las mujeres en sus víctimas39.
Adicionalmente, admite el divorcio como mecanismo de ruptura de la
transmisión de violencia a la siguiente generación. Los matrimonios
y divorcios dependen de haber estado expuestos a situaciones de vio-
lencia y a la probabilidad de los individuos de sufrir o no violencia en
su hogar. En este sentido, el modelo supone que la violencia se repro-
duce por la experiencia de los individuos y no se detiene a explorar el
comportamiento óptimo ni las preferencias de los individuos.
39 Con datos de la encuesta CEDE–2003, se observa que el 30% de las mujeres casadas/
unidas son o han sido maltratadas físicamente por sus compañeros, mientras que sólo el
7% de ellas ha maltratado a sus esposos/compañeros cuando él no la ha agredido.
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El modelo se basa en tres hipótesis centrales:
1) La probabilidad de que el esposo sea violento depende de si él
creció en una familia violenta.
2) La probabilidad de que la mujer permanezca casada con un espo-
so violento depende de si ella creció en una familia violenta, y
3) Los individuos que crecieron en familias violentas tienden a ca-
sarse con individuos que crecieron en familias violentas; y los que
crecieron en familias no violentas tienden a casarse con indivi-
duos que crecieron en familias no violentas.
Los agentes son heterogéneos; es decir, algunos esposos son violen-
tos y otros no, y algunas esposas se divorcian de esposos violentos y
otras no lo hacen. Lo anterior supone que el comportamiento de los
individuos es aleatorio, sin embargo, se espera que la probabilidad de
experimentar situaciones de violencia intrafamiliar o de que haya di-
vorcio depende de la presencia de violencia en la familia de origen40.
Sin embargo, sí permite que las decisiones de la pareja afecten el com-
portamiento y las preferencias de sus hijos. En este caso, permite que
el divorcio, como mecanismo protector de la violencia, no se transmi-
ta a la siguiente generación. Pollak representa el modelo en una línea
del tiempo como se muestra a continuación:
matrimonio nacimiento señales divorcio violencia matrimonio
———— | ———— | ——— | ———— | ———— | ————|
Período tPeríodo t + 1
En el período t, se observa la proporción de individuos que crecieron
en los distintos tipos de hogar (violento, no violento). De ahí, hasta el
siguiente período, t + 1, los individuos siguen una secuencia que de-
termina si la violencia se transmite o no se transmite de una genera-
ción a otra. En primer lugar, suponiendo que la exposición a la violencia
en el hogar materno no afecta las decisiones de matrimonio ni de fe-
cundidad, los individuos se casan (o unen) de manera aleatoria y tie-
40 El modelo de transmisión intergeneracional de violencia intrafamiliar (MTIVI) sólo tiene
en cuenta probabilidades, y no la elección racional de los individuos. Porque si lo hiciera,
los individuos tendrían que tomar decisiones racionales sobre el matrimonio, la fecundi-
dad y la violencia.
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nen hijos. En segundo lugar, existen señales que indican si el compa-
ñero será violento con la mujer; sin embargo, se supone que estas
señales no se conocen antes del matrimonio41. Finalmente, el modelo
supone que el divorcio ocurre, únicamente antes de que ocurra la vio-
lencia. Es decir, el divorcio se produce por alguna señal que indica si
el compañero va a ser violento en el futuro y no porque ya haya sido
violento. En este caso, tal como lo explica Pollak, se considera que el
divorcio es “completamente protector” de situaciones de violencia en
el hogar para los hijos42.
A continuación se exponen los modelos planteados por Pollak, en
donde se supone: primero, que el divorcio no existe y el empareja-
miento es aleatorio (modelo “simple”); segundo, se relaja el supuesto
de la no existencia de divorcio, admitiendo que las mujeres que cre-
cieron en familias no violentas tienen menor probabilidad de perma-
necer con compañeros violentos; y tercero, se anula el supuesto de
emparejamiento aleatorio; entonces, los hombres y mujeres se empa-
rejan ordenadamente (se unen con individuos que crecieron en el mis-
mo tipo de familia, violenta o no violenta).
A. Modelo “simple” – Emparejamiento aleatorio sin
divorcio
En el modelo “simple”, la población se distribuye en el período t de la
siguiente manera:
πFt = es la proporción de mujeres que crecieron en familias violentas
en el período t.
41 De lo contrario, se esperaría que los individuos se emparejaran (unieran) de manera orde-
nada; es decir, las mujeres que crecieron en familias violentas solamente se casarían con
hombres que crecieron en familias violentas, o viceversa. Esto, además, podría afectar las
decisiones de fecundidad de las parejas.
42 El modelo teórico, incluye el caso en el que el divorcio es “parcialmente protector”; es
decir, los niños de hogares que se divorcian tienen alguna probabilidad de cometer o tole-
rar algún tipo de violencia, ya sea por exposición antes del divorcio o transmitida mediante
un mecanismo diferente a la violencia observada, como por ejemplo, el genético. En el
primer caso, el modelo es equivalente al “simple”, sin divorcio. En el segundo caso, se
requeriría información genética tanto de los padres como de los hijos, para determinar ese
mecanismo de transmisión. Por este motivo, el análisis se limita a que el divorcio es “com-
pletamente protector”.
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πMt = es la proporción de hombres que crecieron en familias violentas
en el período t.
La probabilidad de sufrir violencia en el matrimonio depende del tipo
de familia en la que el compañero creció (violenta o no violenta).
Esto es:
pv = es la probabilidad de que el compañero sea violento si creció en
una familia violenta.
es la probabilidad de que el compañero sea violento si creció en
una familia no violenta.
Se espera que . Es decir, la probabilidad de que un hombre
sea violento en el matrimonio, es menor (o igual) en el conjunto de
hombres que crecieron en familias no violentas, que en el conjunto de
hombres que crecieron en familias violentas43. Con estos parámetros,
se calcula la proporción de familias violentas en el período t + 1 su-
poniendo emparejamiento aleatorio y no divorcio, como se presenta a
continuación:
(1)
Si se supone que la proporción de mujeres que crecieron en familias
violentas es igual a la proporción de hombres que crecieron en fami-
lias violentas44, se tiene que . Por tanto, la ecuación (1)
se reduce a:
(2)
En donde la proporción de familias violentas en el período t + 1 es
equivalente al promedio ponderado de los factores con la pro-
43 Este supuesto se comprueba con los reportes de las mujeres en la encuesta CEDE–2003. El
23% de los hombres que crecieron en hogares no violentos maltratan a sus esposas, mien-
tras que el 36% de los hombres que crecieron en hogares violentos maltratan a sus esposas.
44 El 30,5% de las mujeres entrevistadas informó haber crecido en un hogar violento, y en el
caso de los hombres, la proporción asciende al 37,5%.
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porción de familias violentas en el período t. En estado estacionario,
la proporción de hogares violentos tiende a ser la misma: ,
por tanto, la ecuación (2) se convierte en:
(3)
Resolviendo la ecuación (3) para π como función de pv y , se puede
comprobar la existencia de una única solución de equilibrio en el lar-
go plazo:
(4)
Esta única solución del modelo simple, permite afirmar que en equili-
brio, π es una función creciente en pv y en . Y de la ecuación (3) se
conoce que π es un promedio ponderado de las probabilidades de que
el esposo sea violento, lo que indica que 45. Como au-
menta de 0 a pv, el valor de equilibrio de π, también aumenta de 0 a pv.
En el mismo sentido, dado que pv aumenta de a 1, el valor de equi-
librio de π, aumenta de a 1. Lo que sugiere que el valor de π en el
largo plazo está entre 0 y 1.
En otras versiones del MTIVI, con divorcio y emparejamiento ordena-
do, las ecuaciones equivalentes a la (4), no son lineales, como se verá
más adelante. Por tanto, es necesario encontrar una forma funcional
que determine el grado de violencia de equilibrio en el largo plazo. Para
eso, de la ecuación (3) se define una función G(π), dada por:
(5)
y se conoce que en equilibrio:
(6)
45 Esto se puede verificar con la información de la encuesta CEDE–2003, donde el 32,5% de
los hogares son violentos (π), = 0,23 y pv = 0,36.
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Como lo explica Pollak, los parámetros que miden el grado de violen-
cia en las familias, tienen un menor impacto sobre la tasa de violencia
en el corto plazo. Esto es, un aumento en la probabilidad de que un
hombre sea violento puesto que creció en una familia violenta, tendrá
un menor impacto sobre la tasa de violencia intrafamiliar en el si-
guiente período (t + 1), al generado sobre el grado de violencia de
largo plazo46.
B. Divorcio – Emparejamiento aleatorio47
En este segundo caso, se relaja el supuesto de no divorcio, y se admite
que las mujeres que crecieron en familias no violentas están más pre-
dispuestas a no permanecer con un compañero violento, que las mu-
jeres que crecieron en familias violentas. El modelo con divorcio,
incluye dos parámetros más48; por tal motivo, la función que determi-
na el grado de violencia deja de ser lineal. Se supone también que el
divorcio es “completamente protector”. En este sentido, los niños que
crecen en familias con uno de los dos padres, tiene igual probabilidad
de sufrir de violencia y de divorcio entre sus padres, que los que cre-
cen en familias con los dos padres pero sin violencia49. Los siguientes
parámetros indican la probabilidad de que las mujeres permanezcan
casadas con un compañero violento:
Sv = la probabilidad de que una mujer permanezca casada/unida con
un compañero violento si ella creció en una familia violenta.
46 El equilibrio de corto plazo, se obtiene diferenciando la ecuación (2) con respecto a pv, y el
equilibrio de largo plazo está dado por la ecuación (4).
47 En este segundo modelo se supone también que existe emparejamiento aleatorio.
48 Las probabilidades de que una mujer no se divorcie del esposo violento, dado que ella
creció en un hogar violento y no violento.
49 En el modelo teórico, se considera el divorcio como mecanismo “parcialmente protector”
de la transmisión de violencia intrafamiliar. Sin embargo, como se explicó anteriormente,
este supuesto no se tendrá en cuenta en este análisis.
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= la probabilidad de que una mujer permanezca casada/unida con
un compañero violento si ella creció en una familia no violenta50.
En este modelo también se supone que , es decir, el número de
mujeres que permanecen casadas con compañeros violentos, puesto
que ellas crecieron en familias no violentas, es menor (o igual) al
número de mujeres que permanecen casadas con compañeros violen-
tos, dado que ellas crecieron en familias violentas51. Al introducir el
divorcio como factor protector de la violencia, la probabilidad de que
un hijo sea perpetrador de violencia no es igual a la probabilidad de
que la familia sea violenta, porque evita que los niños aprendan o
imitan este comportamiento.
El modelo con divorcio supone cuatro tipos de matrimonios: si el com-
pañero creció en una familia violenta y no violenta, si la mujer creció
en una familia violenta y no violenta. Para cada tipo de familia se
determina la probabilidad de que el compañero sea violento y la proba-
bilidad de que la mujer permanezca casada si es maltratada por su com-
pañero52. Por tanto, teniendo las familias violentas en t, la proporción
de familias violentas en el siguiente período (t + 1) está dada por:
(7)
Suponiendo que , la ecuación (7) se puede escribir
como:
(8)
50 No se incluye la probabilidad de que la mujer permanezca casada con un esposo violento,
dado que él creció en un hogar violento (o no violento), porque esa probabilidad no influye
en que las mujeres se divorcien o no, sino en la probabilidad de que el compañero las
maltrate.
51 Los datos de la encuesta CEDE-2003 afirman este resultado: del total de mujeres que
sufren violencia por parte de sus esposos, el 64% de las que crecieron en hogares violentos
permanecen casadas, mientras que el 60% de las que crecieron en hogares no violentos
continúan casadas.
52 Se excluyen los casos en los que el compañero no es violento.
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Donde πt + 1 es un promedio ponderado de los factores
; y dados los supuestos del modelo, esto implica
que . Esto es, el porcentaje de familias violentas en
el siguiente período, es mayor a la proporción de mujeres que perma-
necen casadas con hombres violentos, dado que ambos crecieron en
familias no violentas, y es menor a la proporción de mujeres que per-
manecen casadas con hombres violentos, y que los dos vienen de fa-
milias violentas.
Para determinar el grado de violencia de largo plazo, de la ecuación
(8) se define una función G(π) tal que:
(9)
La existencia de un valor de equilibrio π que está entre 0 y 1, en el
que G(π) = 0, está dado por la continuidad de la función G() en π, y
porque se cumple y 53. Este re-
sultado indica que en el modelo con divorcio, el grado de violencia de
equilibrio es mayor a la proporción de mujeres que permanecen casa-
das con un hombre que la maltrata, puesto que ambos vienen de fami-
lias no violentas; pero es menor a la proporción de mujeres que
permanecen casadas con hombres que las maltratan, dado que ambos
vienen de familias violentas.
A. Emparejamiento ordenado
En el modelo con emparejamiento ordenado (y divorcio), se analiza
el caso en el que las mujeres que crecieron en familias violentas, sola-
mente se casan con hombres que crecieron en familias violentas, y las
53 Pollak determina la unicidad del equilibrio, suponiendo que la función G(.) es cuadrática.
Este hecho y dado que G(0) > 0 y G(1) < 0, implica que la función G(.) tiene exactamente
un 0 en el intervalo [0,1]. Este argumento también implica que G(.) tiene pendiente nega-
tiva en el nivel de equilibrio π*. Esto no implica que la función G(.) es monotónica decre-
ciente en el intervalo [0,1]; la conclusión que se requiere es que G(.) intercepta el eje x una
sola vez exactamente en el intervalo [0,1] y tiene pendiente negativa cuando cruza el eje x.
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mujeres que crecieron en familias no violentas, se casan sólo con hom-
bres que crecieron en familias no violentas54.
Tal como se presentó en el modelo con divorcio, el supuesto del em-
parejamiento ordenado, requiere formas funcionales no lineales. En
este sentido, el modelo supone la existencia de un mercado de matri-
monio compuesto por tres submercados: uno “mixto” o “combina-
do”, en el que existen dos tipos de individuos, los que crecieron en
familias violentas, y los que crecieron en familias no violentas. Los
otros dos submercados, se denominan “puros”. Uno de los dos se com-
pone solamente de individuos que crecieron en familias violentas, y
el otro incluye únicamente individuos que crecieron en familias no
violentas. A diferencia de los submercados “puros”, el submercado
“combinado” supone que el emparejamiento es aleatorio, por tanto, el
análisis debe realizarse en dos etapas: primera, se selecciona un indi-
viduo de manera aleatoria del total de la población, el cual creció en
una familia violenta con probabilidad πt, o creció en una familia no
violenta con probabilidad 1 – πt. Segunda, se asigna ese individuo al
submercado “puro” apropiado con probabilidad σ, y al submercado
“combinado” con probabilidad 1 – σ.
De acuerdo con lo anterior, se tienen cuatro tipos de matrimonios en
el submercado “combinado”, mientras que en cada submercado “puro”
existe un solo tipo de matrimonio. De esta manera, el grado de violen-
cia en el período t + 1 cuando existe divorcio y emparejamiento orde-
nado, se calcula mediante la siguiente ecuación:
(10)
Los primeros dos términos representan los dos submercados “puros”,
y los cuatro últimos términos representan el submercado “combina-
do”. Se obtienen diferentes soluciones del modelo con emparejamiento
54 En este caso, se supone que las características del entorno familiar de los hombres y muje-
res, como el papel de género y algunas señales que se transmiten durante el noviazgo,
aumentan la probabilidad de que el hombre sea perpetrador de la violencia, y la mujer, la
víctima.
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ordenado, dependiendo del grado de emparejamiento (σ) del merca-
do. Cuando σ = 0, los submercados “puros” desaparecen y el modelo
se reduce a la forma funcional en donde existe emparejamiento alea-
torio y divorcio (véase apartado B, capítulo III). Cuando σ = 1, el
submercado “combinado” desaparece, y el modelo se reduce a un “em-
parejamiento ordenado puro”, similar al modelo con emparejamiento
aleatorio sin divorcio (véase apartado A, capítulo III), tal como se
presenta a continuación:
(11)
No obstante, éstos son los casos extremos. Para el caso general, la
solución de equilibrio de largo plazo está dada por:
(12)
Como en el caso de emparejamiento aleatorio, la existencia de un
único equilibrio permite suponer que y
. En síntesis, la solución de este modelo es simi-
lar al de divorcio; sin embargo, al incluir el emparejamiento ordena-
do, el grado de violencia intrafamiliar puede ser mayor (esto depende
del grado de emparejamiento ordenado, es decir, de σ)55.
IV. Evidencia empírica
A. Modelo de transmisión de violencia intrafamiliar
Para determinar si la violencia intrafamiliar se transmite de genera-
ción en generación, siguiendo el modelo de Pollak (2002), se utilizará
la información de la encuesta realizada por el CEDE en 2003, a muje-
res de tres ciudades de Colombia de tres estratos56. En este estudio, se
55 Este resultado se obtiene calculando las derivadas de la función G(.) con respecto a σ
(véase Pollak, 2002).
56 Estos tres estratos agrupan los seis estratos socioeconómicos. El 44% de las mujeres
encuestadas corresponden al estrato bajo, el 41,7% al estrato medio y el 14,3% al estrato alto.
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tratará la violencia física severa contra las mujeres, la violencia física
severa perpetrada por el padre hacia la madre en la familia de origen
de la mujer, y el maltrato infantil físico severo contra el compañero de
la mujer como medidas de violencia en la familia. En síntesis, se tra-
tará solamente los casos más severos de violencia intrafamiliar.
Se estiman los tres modelos antes mencionados, para comprobar si la
violencia física severa se transmite a la siguiente generación, y si existe
algún mecanismo que permita a las mujeres “romper” el ciclo de vio-
lencia intrafamiliar. Se utilizaron modelos probit para los tres casos.
En primer lugar, para estimar los factores que determinan que una
mujer sea maltratada físicamente por su compañero, dado que él cre-
ció en una familia violenta o no violenta (Pv y Pv’). En segundo lugar,
cuando se incluye el divorcio dentro del MTIVI, se determinan las
variables que explican que una mujer se divorcie o no se divorcie de
su compañero violento, puesto que ella creció en una familia violenta
o no violenta para luego estimar Sv y Sv’. Y finalmente, se calcula el
porcentaje de hombres que crecieron en familias violentas y se unen
con mujeres de familias violentas (σ). Con estos parámetros se estima
la proporción de familias violentas en la siguiente generación (πt + 1),
teniendo en cuenta los supuestos del MTIVI. Una vez se tiene el nivel
de violencia intrafamiliar de equilibrio, se simulan choques sobre al-
gunas variables de política, que afectan la violencia en la familia. A
continuación se presentan los resultados de las estimaciones.
1. Modelo “simple”
Suponiendo no divorcio y emparejamiento aleatorio de los individuos,
la probabilidad de que una mujer sea víctima de agresión física severa
por parte de su compañero, está determinada por características de la
mujer, como el número de años de educación aprobados; característi-
cas del entorno familiar de la mujer (si el padre golpeaba a la madre y
si ellos la golpeaban a ella); características de la relación con su com-
pañero, como la edad a la que empezó a vivir con él, el número de
hijos, el porcentaje de miembros de la familia afiliados a un sistema
de seguridad de salud, la tenencia de activos fijos y el poder que tiene
ella en las decisiones de la familia; y características del compañero,
como si los padres lo maltrataban psicológicamente, y antecedentes
del compañero (consumo de alcohol y drogas, si se mete frecuente-
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mente en riñas y si ha estado en la cárcel). El efecto de cada uno de estos
determinantes varía dependiendo de si el hombre creció en una familia
violenta o no violenta (véase en el anexo A, el cuadro 1, panel 1)57.
Cuando el compañero creció en una familia violenta, las variables
que más explican el maltrato físico severo hacia la mujer son los ante-
cedentes del compañero, el maltrato psicológico contra el compañero
por parte de sus padres, el poder de decisión de la mujer (si ella tiene
algún poder de decisión al interior de la familia o es él quien toma
todas las decisiones dentro de la familia sin consultarle a la mujer) y
el número de hijos que tenga la mujer. En particular, los resultados
muestran que el consumo frecuente de alcohol y drogas por parte del
compañero, aumenta la probabilidad de que éste sea agresivo con la
mujer en 17% y 55%, respectivamente, ceteris paribus. Las conduc-
tas agresivas en las calles, como las riñas o haber estado en la cárcel,
son también un fuerte predictor de este tipo de comportamiento den-
tro de la familia. La frecuencia de estas variables aumenta la probabi-
lidad de que el compañero maltrate físicamente a la mujer en 30% y
15%. Sin embargo, esta última variable es significativa al 90%. El
maltrato psicológico contra el compañero en la familia en la que cre-
ció, aumenta en cerca de 20% la propensión de que él golpee a su
mujer de manera severa, manteniendo todas las demás variables cons-
tantes. Adicionalmente, se encuentra que cuando la mujer no partici-
pa en la toma de decisiones dentro de la familia, como el cuidado de
la salud de los miembros de la familia, las compras grandes y diarias,
la comida que se va a cocinar y las visitas a la familia o amigos, la
posibilidad de que sea víctima de maltrato físico severo por parte de
su compañero aumenta en más de 30 puntos porcentuales. Las demás
variables mencionadas anteriormente, como la tenencia de activos fi-
jos en el hogar y el número de años de educación, afectan en menor
medida la probabilidad de que el hombre maltrate a la mujer, siendo
éstos últimos factores protectores del maltrato sufrido por las muje-
res58. Por el contrario, las familias con un mayor número de hijos, se
57 Un resultado que puede ser sorprendente es el de la variable “mujer creció en familia
violenta”. Se esperaría una relación fuerte entre la variable de interés y esta variable expli-
cativa. Sin embargo, la correlación entre estas dos variables resultó ser menor a 0,10.
58 Este resultado indica que el nivel de riqueza, medido con la tenencia de activos fijos en el
hogar, no afecta la probabilidad de que las mujeres sean víctimas de maltrato físico severo
por parte de sus compañeros.
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enfrentan a mayores esfuerzos para asignar los recursos familiares
dentro de los miembros, generando entonces una disminución en el
bienestar de las familias y, por tanto, aumentos en la probabilidad de
que el hombre golpee a la mujer (como muestran los resultados, au-
menta en 4% la probabilidad de ocurrencia de este tipo de eventos).
Cuando se incluyen dummies de ciudad, la dummy de Barranquilla
resulta ser significativa; es decir, las familias que viven en Barranquilla,
tienen una probabilidad mayor y significativa de experimentar situa-
ciones de violencia, en relación con lo que sucede en Barrancabermeja.
Otras variables de interés, como el desempleo y la escolaridad de los
compañeros, no parecen tener ninguna relación con el maltrato contra
la mujer, por tanto, se excluyen de las estimaciones.
En segundo lugar, se estimó un modelo probit para determinar la pro-
babilidad de que las mujeres experimenten situaciones de violencia
física severa cuanto su compañero creció en una familia no violenta.
En este caso, se encuentra de nuevo que los antecedentes del compa-
ñero entre 15% y 42% la probabilidad de que el hombre golpee de
manera severa a la mujer. Contrario a lo que se observó en el modelo
anterior, los años de educación de la mujer afectan de manera signifi-
cativa la probabilidad de que las mujeres experimenten situaciones de
violencia intrafamiliar, reduciendo ésta en cerca de 1 punto porcen-
tual. Variables relacionadas con la familia, como la afiliación a un
sistema de seguridad en salud, reducen la probabilidad en 13%. Sin
embargo, otras, como la toma de decisiones en la familia por parte del
esposo sin consultarle a la mujer, incrementan la probabilidad de mal-
trato contra la mujer en un 20%.
El maltrato infantil físico experimentado por la mujer en su familia de
origen, también es un factor de riesgo que admite en mayor medida el
maltrato por parte de su compañero.
Finalmente, se encuentra que a medida que aumenta la edad a la que
la mujer empezó a vivir con su compañero, disminuye la probabilidad
de que éste la maltrate.
Los resultados anteriores indican que la posición dependiente de la
mujer dentro de la familia, impulsa al hombre a ejercer una relación
de poder más fuerte que permite el maltrato severo como mecanismo
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de obediencia o sometimiento para conseguir lo que él quiere. Sin
embargo, esta relación puede estar determinada por la experiencia
vivida en las familias de origen, tanto del hombre como de la mujer59.
Una vez estimados los factores que aumentan o disminuyen la proba-
bilidad de violencia contra la mujer causada por su compañero, se
calcula la proporción de familias que sufrirán este tipo de maltrato en
la siguiente generación (t + 1)60. Como se ilustra en el gráfico 5, supo-
niendo que no existe divorcio y que los individuos se emparejan de
manera aleatoria, el porcentaje de familias violentas disminuye de
32,4% a 29,7% en el siguiente período. Se observa también que a
medida que pasan las generaciones, el grado de violencia va disminu-
yendo hasta llegar a su nivel de equilibrio y converge a 29,4%.
Gráfico 5. Nivel de violencia intrafamiliar – Modelo simple.
Fuente: CEDE–2003 – Cálculos propios.
2. Divorcio
Considerando el segundo modelo propuesto por Pollak, en donde re-
laja el supuesto de no divorcio, las mujeres reciben una señal que les
indica si su compañero va a ser violento que les permite tomar la
decisión de divorciarse, mientras que otras deciden permanecer con
59 Los dos siguen los patrones observados en la relación entre sus padres. Como lo menciona
Kalmuss (1984), los hijos que observan violencia entre sus padres, aceptan la agresión en
las relaciones sentimentales entre los miembros de la familia, y repiten el comportamiento
del mismo género, siendo así los hombres perpetradores de violencia y las mujeres sus
víctimas.
60 Los resultados con las estimaciones se reportan en el cuadro 2 del anexo A.
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los hombres violentos. Esta decisión está influenciada por las expe-
riencias de violencia en las familias de origen. Es decir, se espera que
las mujeres que crecieron en familias violentas, tiendan a soportar el
maltrato y decidan permanecer con los hombres violentos; mientras
que las mujeres que crecieron en familias no violentas, tienden a di-
vorciarse de los hombres violentos. En este caso, además de conocer
la probabilidad de que el hombre maltrate a las mujeres dado que él
creció en una familia violenta o no violenta (Pv y Pv’), es necesario
estimar la probabilidad de que las mujeres se divorcien, puesto que
ellas crecieron en familias violentas y no violentas (Sv y Sv’). En el
cuadro 3 del anexo A, se reportan los resultados de esta estimación.
En este ejercicio, los determinantes de que una mujer se divorcie de
un hombre violento, están más relacionados con las características
socioeconómicas de la mujer, que con el entorno de su familia de
origen o del entorno de su familia actual. En efecto, las decisiones de
divorcio, se ven afectadas por la situación laboral de la mujer, los
ingresos y los años de educación aprobados por la mujer. En primer
lugar, cuando la mujer creció en una familia violenta, la probabilidad
de que se divorcie aumenta en un 22% cuando tiene empleo y aumen-
ta en un 2% con el número de años de educación aprobados.
Adicionalmente, las mujeres mayores tienden a divorciarse en mayor
medida de sus compañeros violentos, que las mujeres jóvenes. De
nuevo, si el compañero se mete con frecuencia en riñas o peleas calle-
jeras, la mujer toma la decisión de divorciarse con una probabilidad
de 43%. Finalmente, se obtiene que si el compañero es quien toma
todas las decisiones del hogar sin consultarle a la mujer, la probabili-
dad de que ella se divorcie de él, aumenta en 33%, dado que la maltra-
ta y que ella creció en una familia violenta.
Por otro lado, cuando la mujer no experimentó violencia física severa
entre sus padres, la probabilidad de que se divorcie es mayor61 y está
determinada principalmente por la situación laboral de la mujer, los
ingresos de la mujer y el poder que ella tenga en las decisiones dentro
61 Esto se comprueba porque como se presenta en el panel 2 del cuadro 3 del anexo A, la
probabilidad estimada de que una mujer de hogar no violento se divorcie es de 39,4%,
mientras que la probabilidad de que una mujer se divorcie dado que viene de un hogar
violento, es de 34,5%.
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de la familia. Los coeficientes marginales reportados en el panel 2 del
cuadro 3 del anexo A, indican que las anteriores variables, aumentan
la probabilidad de que la mujer se divorcie en un 22,5%, 0,02% y en
un 26,7%, respectivamente manteniendo constantes todas las demás
variables. El número de años de educación de la mujer aunque resul-
tan ser significativos, no dan en el sentido esperado. Por el contrario,
un mayor número de años de educación aprobados por la mujer, pare-
cen disminuir la probabilidad de que ella se divorcie de un compañe-
ro violento, puesto que ella creció en un hogar no violento.
Con estos resultados y los obtenidos en el modelo “simple”, es posi-
ble calcular la proporción de familias que sufrirán de violencia física
severa en la siguiente generación, puesto que los hombres son violen-
tos, y que las mujeres tienen la posibilidad de divorciarse de los com-
pañeros violentos. Por tanto, se espera que el grado de violencia de
equilibrio disminuya, dado el supuesto de que el divorcio es “comple-
tamente protector”.
Como se presenta en el gráfico 6, cuando se permite que las mujeres
se divorcien de sus compañeros violentos y “protejan” a sus hijos de
experimentar situaciones de violencia en la familia, el grado de vio-
lencia de corto y largo plazo disminuye de manera sorprendente. Esto
es, de t a t + 1, la proporción de hogares que experimentan situaciones
de violencia física severa entre los padres pasa del 32,4% al 18,1%. A
medida que pasan las generaciones y teniendo en cuenta la fracción
de mujeres que se divorcian de hombres violentos, el nivel de equili-
brio de largo plazo de violencia en las familias converge al 15,7%.
Esto es, el divorcio es un mecanismo que “rompe” con el ciclo de
violencia intrafamiliar a lo largo de las generaciones. Este resultado
debe interpretarse con mucha discreción. Es decir, dado los supuestos
del modelo, los factores que permiten a las mujeres dejar de ser de-
pendientes completamente de sus compañeros, como mayores posi-
bilidades de empleo, mayor nivel de educación, y por tanto, la
posibilidad de recibir mayores ingresos, permite que la relación de
poder entre el hombre y la mujer cambie a favor de la última, y logre
evitar el maltrato por parte de su compañero (véanse resultados en el
cuadro 4 del anexo A).
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Gráfico 6. Nivel de violencia intrafamiliar – Divorcio.
Fuente: CEDE–2003 – Cálculos propios.
3. Emparejamiento ordenado
En tercer lugar, para determinar el grado de violencia teniendo en
cuenta que los individuos se emparejan de manera ordenada, se cal-
cula la proporción de mujeres provenientes de familias violentas que
se unen con hombres de familias violentas (σ). Teniendo los parámetros
Pv, Pv’ y Sv, Sv’, se conoce que el número de mujeres que han sido
testigos de violencia en la familia unida alguna vez es de 650, de las
cuales 320 reportaron tener un compañero proveniente de una familia
violenta. Por consiguiente, el grado de emparejamiento ordenado (σ)
es igual a 49%. Con este parámetro y los calculados para los modelos
anteriores, la trayectoria de familias violentas en las siguientes gene-
raciones se muestra en el gráfico 7.
La fracción de familias que experimentan maltrato físico severo entre
los padres, es similar al encontrado en el modelo con divorcio y em-
parejamiento aleatorio. Esto es, en el corto plazo, las familias con
este tipo de eventos de violencia se reduce al 18,1%. Sin embargo, en
el largo plazo, el nivel de violencia de equilibrio se reduce al 14,8%,
1 punto porcentual menos que en el caso de emparejamiento aleato-
rio. Esto se obtiene porque el grado de emparejamiento ordenado es
pequeño, y de acuerdo con el modelo teórico, un alto grado de empa-
rejamiento aumenta el nivel de violencia en las familias, porque en la
siguiente generación habrá una fracción fija de familias violentas,
mayor a la fracción obtenida en el caso de emparejamiento aleato-
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rio62. En este caso ocurre lo contrario, porque menos de la mitad de las
mujeres que provienen de familias violentas, se unen con hombres del
mismo tipo de familia. Por tanto, la proporción de familias violentas en
la siguiente generación disminuye (véase cuadro 5 del anexo A).
Gráfico 7. Nivel de violencia intrafamiliar – Emparejamiento ordenado
Fuente: CEDE–2003 – Cálculos propios.
B. Simulaciones
A continuación se presentan los resultados de la simulación de cho-
ques sobre las variables que determinan que una mujer sufra maltrato
físico severo causado por su compañero y que se divorcie ya que su
compañero la maltrata. Como se mostró en el apartado anterior, hay
evidencia de que diferentes variables, como características socioeconó-
micas, entorno familiar de la mujer y antecedentes del compañero de la
mujer, afectan positiva o negativamente la probabilidad de que ella su-
fra de maltrato físico severo por parte de su compañero. Por esta razón,
y para calcular el cambio en el grado de violencia de equilibrio, se divi-
dió en tres grupos las variables que se consideran de “política”, ya que
un choque exógeno puede estimular un cambio en cada variable.
En primer lugar, se tienen variables socioeconómicas como el núme-
ro de años de educación de la mujer, el nivel de empleo de la mujer y
62 Porque en el caso de emparejamiento aleatorio, hay una proporción de mujeres provenien-
tes de familias violentas, que al unirse con hombres provenientes de familias no violentas,
pueden no sufrir de maltrato.
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el acceso a un sistema de seguridad de salud de los miembros del hogar.
En segundo lugar, se tiene el número de hijos promedio en una familia
como variable demográfica. Y finalmente, se tienen antecedentes del
compañero de la mujer, que pueden considerarse como variables de
prevención de la violencia intrafamiliar. La magnitud del cambio en las
variables de choque se obtiene de acuerdo con la media y la desviación
estándar de cada una de ellas. A continuación se presentan los resulta-
dos para cada uno de los grupos de variables de choque.
1. Variables socioeconómicas
Con este grupo de variables, se propone intervenir de tres maneras:
primero, aumentando el número de años de educación de la mujer en
la siguiente generación y manteniéndolo en ese nivel el resto de las
generaciones. Es decir, aumentar de 9,2 a 11 (media desviación
estándar por encima de la media) años la educación promedio de la
población femenina. Adicionalmente, se propone un aumento en 10
puntos porcentuales en los puestos de trabajo para las mujeres, pasan-
do del 45% al 55% de las mujeres ocupadas (una desviación estándar
por encima de la media), y un aumento de 74% a 90% la cobertura de
servicios de salud para todos los miembros de la familia (media des-
viación estándar por encima de la media). En el cuadro 1 del anexo B,
se presentan los resultados de las simulaciones de choques en las va-
riables socioeconómicas antes mencionados, respecto al grado de vio-
lencia intrafamiliar de corto y largo plazo. Un aumento en dos años la
educación de las mujeres, el aumento en 10 puntos porcentuales el
empleo de las mujeres y en 18 puntos porcentuales la proporción afi-
liados a un régimen de seguridad en salud, reducen el grado de vio-
lencia intrafamiliar de largo plazo en cerca de 4 puntos porcentuales,
pasando de 29,4% a 25,7%, cuando no hay divorcio y el empareja-
miento es ordenado. En el modelo con divorcio, el grado de violencia
de equilibrio disminuye en 2,3 puntos porcentuales. Esto es, cuando
se supone emparejamiento aleatorio, la fracción de hogares que expe-
rimentan situaciones de maltrato físico converge a 13,4%, mientras
que si el emparejamiento es ordenado, la cifra disminuye a 12,5%
(véase gráfico 8).
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Gráfico 8. Choques variables socioeconómicas – Empleo y educación de la
mujer, cobertura en salud de los miembros de la familia.
Emparejamiento aleatorio Emparejamiento ordenado
Fuente: CEDE-2003 – Cálculos propios.
Los anteriores resultados indican que un mayor nivel de calificación
de las mujeres, las vuelve más competitivas en el mercado laboral,
provocando también un incremento en sus ingresos por este concep-
to. Una vez las mujeres son más competitivas en el mercado laboral,
son más valoradas dentro del hogar. Las mejores oportunidades labo-
rales y el mayor ingreso de la mujer, impiden en mayor medida las
posibilidades de maltrato por parte de su compañero, porque la mujer
adquiere una posición favorable en la relación de poder con su com-
pañero. Adicionalmente, esta independencia económica, le permite te-
ner un mayor número de posibilidades de divorcio o separación en caso
de recibir señales de agresión por parte de su compañero. Esto es, le
permite tomar la decisión de divorciarse de un hombre violento para
“proteger” a sus hijos de experimentar violencia entre sus padres.
2. Variables demográficas
El número de hijos promedio dentro de las familias es una variable
considerada de intervención. Las campañas de control prenatal, ade-
más de tener efectos en el bienestar de las familias, tienen un efecto
sobre la probabilidad de que una mujer sea víctima de maltrato físico
severo por parte de su compañero. Por esta razón, se supone una dis-
minución en 1,4 hijos del total de los hijos promedio por familia en la
generación t + 1, que corresponde a una desviación estándar por de-
bajo de la media. Como se observa en el gráfico 9, el grado de violen-
cia de equilibrio disminuye alrededor de 1,5 puntos porcentuales. En
efecto, cuando las familias tienen en promedio 1,4 hijos menos, el
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porcentaje de familias violentas en el largo plazo disminuye a 26,1%
en el modelo “simple”, a 14,2% cuando las mujeres deciden divor-
ciarse o no divorciarse, y es igual a 13,2% cuando además de divor-
ciarse, las parejas se unen de manera ordenada. Este resultado indica
que las políticas de control de natalidad afectan positivamente el gra-
do de violencia física severa de las familias.
Gráfico 9. Choques demográficos – Control de natalidad.
Emparejamiento aleatorio Emparejamiento ordenado
Fuente: CEDE-2003 – Cálculos propios.
3. Variables de prevención
Otro grupo de variables que pueden disminuir el grado de violencia
en las familias, es el que se refiere a los antecedentes del compañero
de las mujeres. Dentro de éstas, se consideran las campañas de pre-
vención del consumo de alcohol y drogas como mecanismo de re-
ducción de la violencia dentro y fuera del hogar. Como se mencionó
en la sección II, el 1,2% de las mujeres reportó que su compañero,
que viene de un hogar no violento, consume drogas con alguna fre-
cuencia, mientras que el 1,7% de los hombres que pertenecen a ho-
gares violentos, consume drogas. En el caso del alcohol, las
diferencias son aún mayores. El 26,5% de los compañeros de hoga-
res no violentos, consume bebidas alcohólicas con frecuencia, mien-
tras que el 34% de los que vienen de hogares violentos, lo hace al
menos una vez al mes. La magnitud de estas cifras, permite suponer
que una política eficaz en el consumo de este tipo de sustancias
podría reducir el consumo de drogas a la mitad (entre 0,6% y 0,9%),
y reducir el consumo de alcohol en 10 puntos porcentuales alcan-
zando una proporción del 15% y 25%.
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Con los resultados de esta simulación, se deriva lo siguiente: una campa-
ña de control y prevención en el consumo de bebidas alcohólicas y sus-
tancias psicoactivas, reduce el grado de violencia física severa contra la
mujer en 2,1 puntos porcentuales cuando el emparejamiento es aleatorio
y no hay divorcio, y en 1,1 puntos cuando existe el divorcio (véase gráfi-
co 10). Esto confirma las hipótesis de que el control y las campañas pre-
ventivas en el uso de este tipo de sustancias, impiden los altos niveles de
maltrato físico contra las mujeres al interior de la familia.
Gráfico 10. Choques variables de prevención – Consumo de drogas y alcohol.
Emparejamiento aleatorio Emparejamiento ordenado
Fuente: CEDE–2003 – Cálculos propios.
4. Todas las variables
Es claro que los choques respecto a las diferentes variables, las men-
cionadas anteriormente, reducen el grado de violencia intrafamiliar
en diferentes magnitudes. Sin embargo, no se ha considerado la posi-
bilidad de implementar políticas conjuntas como estrategia en la re-
ducción de la violencia en las familias. Es por esto que en esta sección
se consideran los choques en los tres grupos de variables estudiadas.
Esto es, el escenario ideal es en donde se implementan todo tipo de
políticas o campañas para disminuir la reproducción del maltrato en-
tre las parejas a las siguientes generaciones. Como se ilustra en el
gráfico 11, la ejecución del conjunto de políticas de empleo, educa-
ción, salud, control de natalidad y control y prevención en el consu-
mo de alcohol y drogas, reducen en una importante proporción el grado
de violencia de largo plazo. Es decir, en el escenario base, sin ningún
tipo de política en contra del maltrato contra las mujeres, el grado de
violencia de largo plazo es de 29,4% cuando no hay divorcio, 15,7%
cuando hay divorcio pero las parejas se unen aleatoriamente, y 13,7%
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cuando las parejas se unen ordenadamente. Sin embargo, una vez se
implementan este conjunto de políticas de atención y prevención de
la violencia intrafamiliar, la proporción de familias que sufre este tipo
de maltrato disminuye a 20,5%, 10,8% y 10%, respectivamente. En
síntesis, el grado de violencia intrafamiliar de largo plazo podría re-
ducirse en cerca de 5 puntos porcentuales, mediante la implementación
de políticas que promuevan la independencia de las mujeres en rela-
ción con sus compañeros, y que mejoren las relaciones de conviven-
cia de la familia.
Gráfico 11. Choques conjuntos – Políticas socioeconómicas, demográficas y
de prevención.
Emparejamiento aleatorio Emparejamiento ordenado
Fuente: CEDE-2003 – Cálculos propios.
VI. Conclusiones
Utilizando la información de la encuesta realizada por el Centro de
Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE) en 2003, a 2.295 mu-
jeres en Bogotá, Barranquilla y Barrancabermeja, se estimó si la vio-
lencia intrafamiliar, en particular, el maltrato físico severo contra las
mujeres, se transmite de una generación a otra. Para esto, se tuvo en
cuenta el maltrato entre los padres observado por las mujeres en su
hogar de origen, el maltrato infantil sufrido por las mujeres cuando
niñas, y para medir la violencia en los hogares de los hombres, se
utilizó el maltrato infantil sufrido por ellos como proxy de maltrato
observado entre los padres.
En términos generales, se encontró que la violencia intrafamiliar se
transmite de generación en generación por aprendizaje (experiencias
vividas en la familia de origen); sin embargo, existen mecanismos
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que rompen el ciclo de violencia y disminuyen la proporción de fami-
lias que sufren este tipo de maltrato en la siguiente generación. Utili-
zando los supuestos propuestos por Pollak (2002), se obtuvo, en primer
lugar, en el caso más simple, cuando no existe divorcio y las parejas
se unen aleatoriamente, que el grado de violencia intrafamiliar de lar-
go plazo disminuye en 3 puntos porcentuales, pasando del 32,4% al
29,4% de familias que sufrirán de violencia. En segundo lugar, cuan-
do se admite el divorcio como mecanismo “completamente protec-
tor” de la transmisión del maltrato entre las generaciones, la fracción
de familias violentas en el largo plazo disminuye a 15,7%. En el últi-
mo modelo, cuando se supone un emparejamiento ordenado entre
hombres y mujeres, el grado de violencia de largo plazo es aún me-
nor, pasando a 14,8%. Este resultado se debe a que el grado de empa-
rejamiento de los individuos de la muestra es pequeño63.
Mediante ejercicios de simulaciones, se observó que choques en va-
riables de política que determinan el maltrato contra las mujeres, pue-
den reducir en mayor magnitud la transmisión de violencia entre las
generaciones y la duración del ciclo de violencia en los hogares. Por
ejemplo, dentro de las variables socioeconómicas, si se propone un
aumento en 10 puntos porcentuales el empleo de las mujeres, un au-
mento de 18 puntos porcentuales en la afiliación a algún servicio de
salud, y se incrementa en 2 el número de años de educación de las
mujeres, el grado de maltrato físico severo contra las mujeres de largo
plazo disminuye entre 2,3 y 3,7 puntos porcentuales, dependiendo si
el divorcio se acepta como mecanismo que “rompe” el ciclo de vio-
lencia en el modelo. Por otro lado, las políticas como el control de la
natalidad, además de sus efectos en la salud y bienestar socioeconómico
de la familia, también inciden en la disminución del grado de violen-
cia en el largo plazo, ya que un menor número de hijos en el hogar
disminuye la probabilidad de que la mujer sufra de maltrato físico por
parte de su compañero. También se proponen programas de atención
y prevención a las víctimas de la violencia intrafamiliar, como cam-
pañas para reducir el uso de drogas y alcohol, que tienen un efecto
positivo y significativo en la disminución en el número de mujeres
víctimas de maltrato físico severo por parte de sus compañeros en las
63 Pollak explicaba que entre mayor sea el grado de emparejamiento entre los individuos,
mayor es el grado de violencia en la siguiente generación.
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siguientes generaciones, entre 1,1 y 2,1 puntos porcentuales. Si se
combinan las políticas mencionadas, es posible reducir la incidencia
de maltrato físico severo contra las mujeres en cerca de 5 puntos por-
centuales en el largo plazo.
Estos resultados no indican que la única salida que tienen las mujeres
cuando son maltratadas físicamente por sus compañeros es el divor-
cio. Los resultados se deben interpretar como un ejercicio para pro-
mover la independencia económica que tienen las mujeres respecto a
sus compañeros, para lograr así un cambio en las relaciones de poder
dentro de los miembros de la familia y una posición favorable en la
toma de decisiones de la familia frente a su compañero. Esta indepen-
dencia está asociada al aumento en el nivel educativo, a mayores
oportunidades laborales, mayores ingresos por trabajo para volverse
competitiva y valorada socialmente y por su compañero. La existen-
cia de estos mecanismos, reconoce que la violencia intrafamiliar es
un fenómeno que puede prevenirse desde edades muy tempranas. Así,
por ejemplo, trabajos conjuntos entre los colegios y las familias y
campañas de prevención en los medios de comunicación, pueden pre-
venir que los niños sean testigos o víctimas de maltrato y luego lo
repitan en la relación con su pareja y/o con sus hijos. Adicionalmente,
la capacitación de las mujeres y mejores oportunidades laborales para
ellas, las protege de continuar siendo víctimas de maltrato físico se-
vero por parte de sus compañeros.
Es importante mencionar las limitaciones del estudio. En primer lu-
gar, la poca información no permite analizar las diferencias regiona-
les en el fenómeno de la violencia intrafamiliar. Se requeriría
representatividad en el ámbito nacional o por regiones que permitiera
conocer la incidencia de violencia en una muestra más representativa
de las familias colombianas. Tampoco permite analizar qué tanto los
factores genéticos y biológicos transmiten los comportamientos agre-
sivos en las relaciones sentimentales de una generación a otra.
El análisis psicológico de transmisión de conductas violentas de los
padres hacia los hijos también quedó por fuera del estudio; no se pudo
establecer si las diferencias culturales tienen un efecto sobre la proba-
bilidad de que las mujeres sean maltratadas físicamente por sus com-
pañeros. Así mismo, el supuesto que el divorcio es completamente
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protector y que el estudio examine solamente el maltrato físico severo
contra las mujeres, hace que los resultados no se puedan generalizar a
los demás tipos de maltrato. Por tanto, se requiere que futuras investi-
gaciones examinen bajo qué condiciones la violencia intrafamiliar se
transmite de los padres hacia los hijos y qué factores, además de los
mencionados en este estudio, pueden prevenir a las siguientes gene-
raciones de sufrir violencia dentro de la familia.
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Anexo A. Resultados modelos probit
Cuadro 1. Probabilidad de que el compañero sea violento, dado que él creció en un hogar violento (Pv) y no violento (Pv ).
Panel 1. Pv Panel 2. Pv´
Coeficiente Error |z estadístico| Coeficiente Error |z |
marginal estándar marginal estándar estadístico
Años de educación de la mujer -0,0003 0,0151 (0.05) -0,0086 ** 0,0114 (2.38)
Dummy Bogotá -0,0465 0,1412 (0.88) 0,0696 * 0,1293 (1.71)
Dummy Barranquilla 0,1700 * 0,2433 (1.81) 0,0542 0,1417 (1.18)
Edad empezó a vivir con compañero -0,0038 0,0092 (1.14) -0,0047 * 0,0076 (1.92)
Mujer creció en hogar violento 0,0370 0,1046 (0.96) 0,0461 0,0920 (1.54)
Maltrato infantil psicológico hogar compañero 0,1994 *** 0,1084 (5.25) 0,0650 0,1252 (1.56)
Maltrato infantil físico hogar mujer 0,0910 ** 0,1183 (2.15) 0,0595 ** 0,0829 (2.27)
Número total de hijos 0,0380 *** 0,0396 (2.61) 0,0151 0,0297 (1.6)
Compañero se mete en riñas frecuentemente 0,3073 *** 0,2017 (3.93) 0,1868*** 0,1933 (2.69)
Compañero consume drogas frecuentemente 0,5587 *** 0,6123 (2.72) 0,4215*** 0,3807 (2.94)
Compañero consume alcohol frecuentemente 0,1740 *** 0,1052 (4.42) 0,1503*** 0,0838 (5.37)
Compañero ha estado en la cárcel 0,1588 ** 0,1853 (2.23) 0,0590 0,1720 (1.03)
Índice de activos fijos en el hogar -0,0379 ** 0,0414 (2.5) -0,0042 0,0320 (0.41)
Compañero toma decisiones del hogar sin
consultar a la mujer 0,3362 *** 0,2890 (3.17) 0,1989*** 0,2337 (2.68)
Afiliados a sistema de salud -0,0737 0,1317 (1.53) -0,1288*** 0,1066 (3.81)
Prob. observada 0,358 0,267
Prob. estimada 0,342 0,250
Observaciones 784 Sensibilidad 41,6% 1294 Sensibilidad 20,2%
Log. verosimilitud -426 Especificida d 87,1% -674 Especificidad 96,4%
Pseudo R cuadrado 0,167 Correcta clasificación 70,8% 0,103 Correcta clasificación 76,0%
Nota: Los coeficientes marginales, reportados en el cuadro, corresponden a la derivada del coeficiente de la regresión probabilística para cada una de las
variables de manera independiente. Es decir, el efecto de cada una de las variables explicativas ceteris paribus.
*Significativo al 90%. **Significativo al 95%. ***Significativo al 99%.
Fuente: CEDE-2003 – Cálculos propios.
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Cuadro 2. Nivel de violencia - Modelo simple.
tt + 1 t + 2 t + 3 t + 4 t + 5 t + 10 t + 20 t + 50 t + 100 t + 150 t + 200 t + 250
Pv 0,358 0,358 0,358 0,358 0,358 0,358 0,358 0,358 0,358 0,358 0,358 0,358 0,358
Pv’ 0,267 0,267 0,267 0,267 0,267 0,267 0,267 0,267 0,267 0,267 0,267 0,267 0,267
π0,324 0,297 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294
Fuente: CEDE-2003 – Cálculos propios.
Cuadro 3. Probabilidad de que la mujer permanezca casada/unida al compañero violento, dado que ella creció en un hogar
violento (Sd) y no violento (Sd’).
Panel 1. Sd panel 2. Sd´
Coeficiente Error |z estadístico| Coeficiente Error |z estadístico |
marginal estándar marginal estándar
Edad de la mujer 0,0096 ** 0,0041 (2.34) 0,0023 0,0031 (0.73)
Años de educación de la mujer 0,0186 * 0,0105 (1.76) -0,0120 * 0,0070 (1.71)
La mujer trabaja 0,2211 *** 0,0703 (3.08) 0,2252 *** 0,0533 (4.14)
Ingresos totales de la mujer 0,0002 0,0001 (1.5) 0,0002 *** 0,0001 (3.04)
Compañero se mete en riñas frecuentemente 0,4329 ** 0,1738 (2.5) 0,1669 0,1346 (1.24)
Compañero toma decisiones del hogar sin
consultar a la mujer 0,3346 *** 0,0953 (3.4) 0,2678 *** 0,0849 (3.03)
Prob. observada 0,363 0,402
Prob. estimada 0,345 0,394
Observaciones 234 Sensibilidad 42,35% 396 Sensibilidad 47,17%
Log. verosimilitud -129 Especificidad 81,88% -240 Especificidad 80,59%
Pseudo R cuadrado 0,160 Correcta clasificación 67,52% 0,099 Correcta clasificación 67,17%
Nota: Otras variables fueron incluidas dentro de la estimación, pero no resultaron significativas. Por esta razón se excluyeron del modelo. La inclusión de estas
variables no varía mucho los efectos de las variables que resultaron significativas, pero sí estaban afectando la robustez del modelo. Tales variables son:
dummies de ciudad, tenencia de activos fijos en el hogar, empleo y desempleo del compañero, entre otras.
*Significativo al 90%. **Significativo al 95%. ***Significativo al 99%.
Fuente: CEDE-2003 – Cálculos propios.
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Cuadro 4. Nivel de violencia – Modelo divorcio
tt + 1 t + 2 t + 3 t + 4 t + 5 t + 10 t + 20 t + 50 t + 100 t + 150 t + 200 t + 250
Sd 0,363 0,363 0,363 0,363 0,363 0,363 0,363 0,363 0,363 0,363 0,363 0,363 0,363
Sd’ 0,402 0,402 0,402 0,402 0,402 0,402 0,402 0,402 0,402 0,402 0,402 0,402 0,402
Sv 0,637 0,637 0,637 0,637 0,637 0,637 0,637 0,637 0,637 0,637 0,637 0,637 0,637
Sv’ 0,599 0,599 0,599 0,599 0,599 0,599 0,599 0,599 0,599 0,599 0,599 0,599 0,599
π0,324 0,181 0,17 0,169 0,168 0,167 0,164 0,161 0,157 0,157 0,157 0,157 0,157
Fuente: CEDE-2003 – Cálculos propios.
Cuadro 5. Nivel de violencia – Modelo emparejamiento ordenado
tt + 1 t + 2 t + 3 t + 4 t + 5 t + 10 t + 20 t + 50 t + 100 t + 150 t + 200 t + 250
π0,324 0,182 0,171 0,169 0,169 0,168 0,165 0,16 0,153 0,149 0,148 0,148 0,148
Fuente: CEDE-2003 – Cálculos propios.
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Anexo B. Simulaciones
Cuadro 1. Resultados simulaciones
GRADO DE VIOLENCIA tt + 1 t + 2 t + 3 t + 4 t + 5 t + 10 t + 20 t + 50 t + 100 t + 150 t + 200 t + 250
A. LINEA DE BASE
Modelo simple 0,324 0,297 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294 0,294
Divorcio, emparejamiento aleatorio 0,324 0,181 0,170 0,169 0,168 0,167 0,164 0,161 0,157 0,157 0,157 0,157 0,157
Divorcio, emparejamiento ordenado 0,324 0,181 0,169 0,167 0,166 0,165 0,160 0,154 0,149 0,148 0,148 0,148 0,148
B. VARIABLES SOCIOECONÓMICAS
Modelo simple 0,324 0,297 0,262 0,258 0,257 0,257 0,257 0,257 0,257 0,257 0,257 0,257 0,257
Divorcio, emparejamiento aleatorio 0,324 0,181 0,146 0,143 0,143 0,142 0,14 0,137 0,134 0,134 0,134 0,134 0,134
Divorcio, emparejamiento ordenado 0,324 0,181 0,145 0,142 0,14 0,139 0,135 0,131 0,126 0,125 0,125 0,125 0,125
C. VARIABLES DEMOGRÁFICAS
1.4 niños menos en promedio en cada familia
Modelo simple 0,324 0,297 0,264 0,262 0,262 0,262 0,262 0,262 0,262 0,262 0,262 0,262 0,262
Divorcio, emparejamiento aleatorio 0,324 0,181 0,154 0,152 0,151 0,151 0,148 0,145 0,142 0,142 0,142 0,142 0,142
Divorcio, emparejamiento ordenado 0,324 0,181 0,153 0,15 0,149 0,148 0,144 0,14 0,134 0,133 0,133 0,133 0,133
D. VARIABLES DE PREVENCIÓN
Modelo simple 0,32 0,30 0,28 0,27 0,27 0,27 0,27 0,27 0,27 0,27 0,27 0,27 0,27
Divorcio, emparejamiento aleatorio 0,32 0,18 0,16 0,16 0,16 0,16 0,15 0,15 0,15 0,15 0,15 0,15 0,15
Divorcio, emparejamiento ordenado 0,32 0,18 0,16 0,16 0,15 0,15 0,15 0,14 0,14 0,14 0,14 0,14 0,14
E. COMBINACIÓN CHOQUES
Modelo simple 0,32 0,30 0,21 0,21 0,20 0,20 0,20 0,20 0,20 0,20 0,20 0,20 0,20
Divorcio, emparejamiento aleatorio 0,32 0,18 0,12 0,12 0,12 0,12 0,11 0,11 0,11 0,11 0,11 0,11 0,11
Divorcio, emparejamiento ordenado 0,32 0,18 0,12 0,11 0,11 0,11 0,11 0,11 0,10 0,10 0,10 0,10 0,10
Fuente: CEDE-2003 – Cálculos propios.

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