Ver el bosque - 12 de Noviembre de 2020 - El Tiempo - Noticias - VLEX 851744272

Ver el bosque

La historia solo se comprende del todo con el paso del tiempo, y a veces ni siquiera así. La masa informe de sus hechos adquiere claridad cuando ya son relato y evocación: cuando ya ocurrieron, cuando su contorno definitivo se hace visible con la distancia. El presente es una lupa que aumenta su propia textura y magnifica todas sus fibras; el futuro, la historia por venir, es un catalejo que lo va poniendo todo en su lugar. Por eso no hay que fiarse tampoco en exceso del sentido que suele tener para sus contemporáneos la historia, pues muchas veces, no siempre, hay un error de cálculo y de percepción: lo que en su día pareció muy grave y trascendental resulta que con el tiempo no lo fue tanto, y muchas cosas que parecían insignificantes o incluso inexistentes quizás después se revelan como una verdadera tragedia universal. No se sabe, hay que esperar. Por eso se suele abusar tanto y con total impunidad y largueza del adjetivo ‘histórico’, asignándoselo a todo, muchas veces con más entusiasmo o ingenuidad que don profético y acierto: la historia agita su guadaña sin concesiones ni cursilerías, y lo que les parece ‘histórico’ a quienes así lo llaman se borra por lo general muy pronto, se diluye en el olvido o la intrascendencia, se difumina para siempre. Basta leer, por ejemplo, las cartas de alguien hace un siglo, sus cartas o su diario personal: la percepción de ese presente allí escrito y ya vuelto historia y memoria nos conmueve y nos deja ver una cantidad de preocupaciones y juicios que con el paso del tiempo, luego, parecen absurdos, desmedidos. Cada quien pertenece a su época (faltaría más que no) y la ve más grande y más grave de lo que en realidad es. Siempre recuerdo las cartas que alguna vez leí de Antonio José Caro, un delicioso personaje bogotano que vivió en Europa a principios del siglo XX. Era hijo de don Miguel Antonio Caro, el político más importante y sabio de la historia de Colombia; al menos eso aseguraban sus contemporáneos. Antonio José, en cambio...

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