Verdades y mentiras - 13 de Septiembre de 2020 - El Tiempo - Noticias - VLEX 847802513

Verdades y mentiras

Es fácil caer en la tentación y pensar en Elena Ferrante, la ya famosísima escritora italiana, en términos de su también famoso anonimato. Mucho se ha especulado sobre quién o qué se oculta detrás del seudónimo que ha alcanzado éxito mundial insospechado en los últimos cinco años. Su Tetralogía napolitana, también llamada en castellano la saga Dos amigas (La amiga estupenda,Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida), ha vendido más de quince millones de ejemplares en el mundo y fue adaptada para una serie en HBO. Dos de sus novelas tempranas, reunidas en el volumen Crónicas del desamor, fueron llevadas al cine. La vida mentirosa de los adultos, su novela más reciente, publicada hace apenas un año en Italia y que ya se encuentra en las librerías colombianas en la traducción de Celia Filipetto, está en proceso de adaptación: será una serie en Netflix. Quizá gracias al éxito crítico y comercial que ha recibido, parece imposible hablar de Ferrante sin dedicarle al menos un par de párrafos al ‘misterio’ de su identidad. Es difícil saber por qué lectores y editores parecen tan obsesionados con ponerle nombre y cara a la escritora. Quizás es porque la obra está atravesada por una sinceridad contagiosa que parece invitar al lector a saber cosas demasiado privadas. O porque en la era de Twitter y la autopromoción incesante, un artista que no se vende ni se expone a sí mismo es una anomalía insoportable. O de pronto tiene que ver con que es mujer y ese tipo de misterio, que sería atractivo en un hombre, resulta fastidioso en una mujer. Un seudónimo es, después de todo, una mentira. En 2016, el periodista italiano Claudio Gatti publicó, en simultáneo y en cuatro idiomas, un reportaje en el que decía haber desenmascarado a la escritora. Investigando las finanzas de la editorial independiente E/O, que desde los 90 ha publicado a Ferrante, Gatti dijo haber descubierto la verdadera identidad de la novelista. Para justificarse, afirmó que Ferrante había mentido en La frantumaglia, una colección de textos autobiográficos. Para él, que tiene una definición casi infantil del periodismo, al haber mentido sobre su vida personal Ferrante había renunciado a su derecho a la privacidad. Además, el éxito de su obra hacía la investigación "inevitable". Su "descubrimiento" se encontró con el rechazo de los lectores y un torrente de críticas por su incapacidad de respetar la privacidad de una persona que quería que sus libros hablaran por sí solos. Con la...

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