El viaje de Magallanes y la sabiduría de lo imprevisto - 25 de Marzo de 2020 - El Tiempo - Noticias - VLEX 842396897

El viaje de Magallanes y la sabiduría de lo imprevisto

Mónica Chamorro - especial Para EL TIEMPOa lo decía Igor Stravinski: de una nota equivocada puede surgir un nuevo acorde, otra música, una novedosa armonía. Esto es lo que los ingleses llaman serendipity (en español serendipia), la fortuna de ir más allá de las propias intenciones; el lograr consecuencias inesperadas y casuales a partir de acciones que tenían otro objetivo. De serendipity está plagada la historia de los descubrimientos humanos: la tuvo en buenas dosis Fleming, quien no solía limpiar muy bien su laboratorio y descubrió la penicilina; gozó de ella Marconi, quien no conocía la correcta expansión de las ondas de radio y se topó con la ionosfera. Y más moderna -y modestamente- se tropezaron con ella los descubridores del LSD y del viagra, quienes querían encontrar la cura para enfermedades serias y en cambio se encontraron con curiosos efectos secundarios. En 2019 se conmemoraron los 500 años de la expedición de Fernando de Magallanes y esta efeméride -no exenta de polémicas- enfrentó a España y Portugal. Ambos países reclaman, respectivamente, el honor de llevar la batuta: que si Magallanes (su auténtico apellido era Magalhães) era portugués, que la corona de Castilla puso los indispensables maravedíes, que fue Elcano, vasco de nacimiento, quien completó la hazaña. En realidad, la circunnavegación del globo terráqueo fue una aventura transnacional, resultado de los saberes náuticos acumulados por las dos naciones, y también de la capacidad de Magallanes de empecinarse en el error y así poner en marcha las potencias de la serendipia. Porque Fernando de Magallanes deseaba llegar al oriente navegando hacia el occidente, como Colón (otro agraciado por la casualidad) y, al igual que el genovés, quería alcanzar, en la actual Indonesia, las islas Molucas: el paraíso de las especias, ese oro negro de la época que valía tanto como los metales preciosos. Con pimienta, que compraban a los árabes y vendían a 80 veces su valor, los súbditos de la Serenísima República de Venecia habían edificado sus palacios sobre el agua. La hazaña náutica de la circunnavegación era accesoria para el portugués; de hecho, fue Sebastián de El Cano o de Elcano, quien, después de la muerte de Magallanes, decidió seguir con la peligrosa expedición, volver a España rodeando el África y completar así la vuelta al mundo. Pudo haber desistido, entregarse a los portugueses o tomar otro camino. La repartición del mundo Gracias a los oficios de Enrique el Navegante...

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