Mi vida cuando era amarilla - 23 de Febrero de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 703949605

Mi vida cuando era amarilla

Ricardo TOro - para el tiempo @SaludET

a muerte siempre se ha asomado como un riesgo en mis 27 años de vida. Cuando mi madre notó un extraño tono amarillo en mi cuerpo de recién nacido, cuando me dieron pocos meses de vida tras una cirugía crítica, e incluso hoy, siendo paciente de trasplante de hígado. Esa amenaza constante, sin embargo, me ha dado más fortaleza que tristezas. Soy Germán Ricardo Toro Murcia, nací en Bogotá en 1990, soy periodista y durante muchos días de mi vida mi cuerpo mostró una pigmentación de piel amarilla. Eran mis días amarillos, sinónimo de todos los problemas que he sufrido en mi hígado por un defecto congénito. Cuenta mi mamá, Ana Sonia, que una de las primeras cosas que notó cuando nací fue el color de piel. Consultó varias veces, pero los médicos de la época solo atinaban a recomendarle que me diera baños de sol por una posible deficiencia de vitamina D. Nada funcionaba. El diagnóstico, después de muchas vueltas, decretó que la coloración amarillenta de la piel era producto del aumento de bilirrubina en la sangre por un trastorno hepático llamado atresia biliar. En otras palabras, la obstrucción de las vías biliares, por el desarrollo anormal de estos conductos; en mi caso, se debía a la ausencia de ellos. Valga aclarar que la atresia biliar es una rara enfermedad hepática que afecta solamente a los bebés y la causa es desconocida. Además, como la bilis está bloqueada y no circula por la vesícula biliar, se queda atrapada en el hígado, dañando células y ocasionando un deterioro progresivo que puede terminar en una cirrosis. De esa forma, con tremendo golpe, mi mamá aprendió que las enfermedades hepáticas son silenciosas, indoloras y se presentan con mayor frecuencia en las personas mayores. Los niños también las pueden sufrir y, por desconocimiento de la familia, se puede caminar un largo viacrucis. Esto sucedió en mis dos primeros meses de vida. La detección tardía de la atresia me generó una cirrosis crónica, por lo que fue necesaria una intervención quirúrgica para salvar mi vida. La muerte se asomaba por primera vez. La cirugía fue programada para el 3 de noviembre de 1990 y mi madre decidió poner todo en manos de Dios. “Ya se iba acercando la hora de que terminara la cirugía; entonces me voy a un parquecito no a rezar, sino a hablar con Dios, y le empiezo a pedir que quiero saber qué pasa en el quirófano. Estaba en eso y vi pasar una pequeña mariposa amarilla que me hizo saltar de emoción; entendí que era...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR