Vivencias de la bonanza - 21 de Octubre de 2010 - El Tiempo - Noticias - VLEX 225212266

Vivencias de la bonanza

Gracias a la amabilidad de una apreciada familia propietaria de una bella estancia en las proximidades de Acacias y en la mitad de una zona de explotación petrolera, tuve la oportunidad, durante el fin de semana pasado, de regresar a lugares que hacía tiempo no visitaba. De allí el interés de entregarle a los lectores las impresiones que me dejó la correría.

Utilizando como punto de referencia el primer acto oficial que cumplí en calidad de Ministro de Agricultura, hecho ocurrido hace exactamente veintidós años, es posible mostrar con sus contrastes el panorama. Comenzando en Villavicencio, entonces relativamente pequeña, que albergaba una población no muy numerosa y activa hasta donde a sus moradores les era posible, no se compara en nada con la pujante y frenética ciudad que es hoy, con modernos servicios, centros comerciales al mejor estilo y grandes avances en el proceso de crecimiento. Empero, hay que decirlo, con los problemas y dificultades propios de un desordenado y caótico desarrollo. Aunque algunos no lo quieran ver así, a simple vista se aprecian los conflictos sociales, lo mismo que la distancia existente entre ricos y pobres.

A veinticinco kilómetros de distancia de 'Villabo', por una vía buena, se encuentra Acacias, pueblo, otrora, pobre y débil económicamente, ligado estrechamente a las actividades agropecuarias, en particular a la ganadería y al cultivo del arroz. La situación actual del lugar es bastante diferente: el comercio es intenso, hay algunos atisbos de agroindustria, el sector de los servicios se ve pujante y la dinámica social es notable. Por supuesto, las manifestaciones de pobreza son claras, lo mismo que su conformación anárquica.

Continuando el viaje al lugar de destino Âotros veinticinco kilómetrosÂ, el panorama empieza a cambiar de manera drástica. En primer lugar, de una carretera bien pavimentada se pasa a una trocha poblada de huecos y extrañamente bien adecuada en cuatro tramos de cinco o seis metros. Parece como si los encargados de la conservación les tuvieran profundo...

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