Volar en cautiverio - 31 de Agosto de 2020 - El Tiempo - Noticias - VLEX 847552264

Volar en cautiverio

Me pregunto cómo habría sobrevivido a los meses de confinamiento sin las historias. La persona interior que vive conmigo, esa que suele estar dormida en tiempos de despertadores, trancones, largas reuniones, filas en el banco y cafés atiborrados de ruido y gente, ha tenido un despertar abrupto en estos 160 días de encierro. Es gracias al arte, a las ideas, a las historias, orales, escritas, en audio, en series, películas, canciones, pinturas o fotografías, como ha sido posible para millones de personas en todo el mundo escapar a la estrechez de cuatro paredes, derivada de la pandemia. Claro, sobra decir que el privilegio de ver una película en las noches, leer o escuchar música, nace de una situación mínima de seguridad que, por desgracia, muchos no viven en el presente. Sin embargo, la ruptura con la rutina, con los hábitos normalizados en su mecánica diaria, ha significado para todos una oportunidad de volver la mirada hacia atrás, revivir el pasado, y retomar las preguntas existenciales que nos hacemos con naturalidad en la infancia, pero que las obligaciones suelen desalojar de nuestras vidas. Dice Ursula K. Le Guin: "Si no sabemos cómo inventarnos una vida, terminaremos siendo controlados por los demás". Y sí. Nuestras vidas son un invento. Esa ha sido una de las grandes revelaciones que me ha dejado el encierro. El invento de darnos ánimo cuando todo está perdido. El invento de darle un orden, un sentido, una coherencia lógica a la serie de sucesos más o menos desafortunados que componen una existencia. Ese relato, eso que decimos ser, que decimos saber, entender o creer, esa ficción es lo que somos. Y aunque no podamos controlar los eventos que ocurren, sí somos los artífices del relato que los sigue. Construir una mejor o peor versión de nosotros mismos depende de cada uno. Está en nuestras manos. Y son las historias, la materia prima con la que componemos esa identidad individual, esa versión del mundo propio en el que le hacemos una morada a la conciencia. Somos, pues, el...

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