volvió a la bahía de Cispatá - 25 de Septiembre de 2016 - El Tiempo - Noticias - VLEX 649610065

volvió a la bahía de Cispatá

Lizeth Salamanca Galvis Redactora HUELLA SOCIAL En la bahía de Cispatá, al sur del golfo de Morrosquillo, en el municipio de San Antero, Córdoba, la sabiduría popular de los viejos reza que cuando en las ciénagas se acaba el caimán, se acaba el pescado y se seca el manglar. Nada más parecido ocurría allí hasta hace poco: más de un siglo de persecución y cacería intensiva para vender su piel y sus huevos habían llevado al cocodrilo americano (Crocodylus acutus), más conocido entre los lugareños como caimán del Magdalena o caimán aguja, al borde de la extinción. No en vano, hacia finales de los años sesenta, el Libro rojo de las especies amenazadas, de la Unión Mundial de la Naturaleza (UICN), ya lo contaba entre sus páginas, y la Convención Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestre (Cites) lo listaba en su Apéndice I, categoría que restringe totalmente su aprovechamiento con fines comerciales. Por eso, cuando Giovanni Ulloa, biólogo de la Universidad Nacional, experto en cocodrilos y autoridad mundial en la materia, arribó a la zona en 1999 se sorprendió al ver un ejemplar mientras navegaba por un sector conocido como caño Salado. “Los pescadores que iban conmigo me contaron que quedaban unos pocos y que había un grupo de caimaneros que se dedicaban a su tráfico ilegal. Me pareció entonces que iniciar un proyecto de recuperación de la especie con esos cazadores podría funcionar”, cuenta Ulloa. Su propósito era unir sus conocimientos científicos al saber empírico de unos hombres que conocían a esos animales tanto como la palma de sus manos. Pero para ello primero había que cambiar su mentalidad depredadora. La promesa Empezó a buscarlos, uno a uno, para venderles la idea. “El trato era que me ayudaran a repoblar la especie y que si lo lográbamos, a largo plazo, podríamos llegar a establecer un proyecto sostenible y legal de venta de pieles”, relata. La tarea no fue fácil. Los primeros acercamientos se dieron en el 2002, con cuatro cazadores. “Teníamos miedo de ir a las reuniones que citaba el doctor Giovanni porque pensábamos que por nuestra actividad ilegal nos iban a meter a la cárcel. Luego, cuando conocimos el proyecto, nos entusiasmamos, vimos que era viable, pero sobre todo que no quedaba otra opción. Nosotros ya sabíamos que al caimán lo habíamos acabado. Había que hacer algo: o lo conservábamos o se nos agotaba para siempre”, dice José Luis Miranda, que había cazado durante 32 años. Luis Garcés, el ‘Chacho’...

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