Waterloo: 200 años de una batalla que no se rinde - 21 de Junio de 2015 - El Tiempo - Noticias - VLEX 575093990

Waterloo: 200 años de una batalla que no se rinde

El gran escritor y humorista inglés Anthony Burgess contaba siempre que su segunda esposa, que era italiana, solía decirle que solo a los ingleses se les ocurre bautizar un puente y una estación de trenes en Londres con el nombre de una derrota, el nombre de Waterloo. También hay una canción de los Kinks, la banda de rock, que evoca ese nombre y lo celebra junto al Támesis: “No necesitan amigos: mientras contemplen el ocaso en Waterloo, están en el paraíso...”. Habrá quien diga que ese comentario festivo de Liana Burgess era el de una italiana solidaria con un compatriota. Pero no por ello es menos agudo: pensamos en Waterloo como una gran derrota, la derrota de Napoleón Bonaparte, y no como lo que en verdad fue: la gran victoria de la llamada ‘Séptima Coalición’ en su contra, con los ingleses a la cabeza. Nos parece que el drama memorable que allí ocurre –y tal vez sí– es el del héroe caído, no el del triunfo de quienes lograron por fin doblegarlo. En Waterloo, el 18 de junio de 1815, se apaga para siempre el sol del imperio napoleónico. Un sol del que ese día quedarán apenas las cenizas, la sombra. Será la última vez que vuelen en la punta de los estandartes las águilas de la Vieja Guardia: las águilas de bronce de Austerlitz, de Jena, de Wagram; las mismas que lo vieron coronarse con sus propias manos en París el 2 de diciembre de 1804. ¡Ah, qué día tan feliz había sido ese! Con Josefina a su lado y el Papa también, aterrado. Quizás Napoleón recordara todo eso allí en Waterloo: sus días de gloria, sus victorias, sus amores, su felicidad. Parado en el fango, cegado por el humo, quizás era eso lo que veía por el catalejo: no su presente sino su pasado; no ese barrizal en el que se hundía su imperio, sino sus recuerdos. Oía el galope de los caballos sin jinete y oía los gritos de dolor de sus hombres arrastrándose por el suelo. Pero era como si él ya no estuviera allí. En los instantes finales de la batalla, cuando ya todo estaba perdido, Napoleón trató de defenderse con el alma junto a los tres últimos regimientos que protegían su cuartel en la ‘Belle Alliance’, a pocas millas del enemigo. Eran los últimos restos de la Guardia Imperial: soldados que estaban con él desde la campaña de Italia, hacía muchos años. Cuenta el escritor Joel Tyler Headly que entonces Cambronne le gritó al emperador: “¡Salga de aquí, la muerte no lo necesita para nada!”. Puede ser otra frase apócrifa de Cambronne. Otra de esas frases célebres suyas que nunca dijo...

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