Wole Soyinka - 23 de Enero de 2022 - El Tiempo - Noticias - VLEX 883047542

Wole Soyinka

EL ABUELO TENIA RAZÓN: en la Escuela Media de Abeokuta (EMA para casi todo Abeokuta) no todos eran hombres, pero había muchos que solo se distinguían de los profesores porque llevaban las camisas azules y los uniformes caqui de los estudiantes. En todos los demás aspectos estaban ya listos para ser cabezas de sus propias familias, y algunos de ellos ya lo eran. Casi la mitad de mis estupendos nuevos libros de texto, cuadernos, lápices, gomas, secantes y demás materiales desapareció en la primera semana que pasé en la EMA. Sin embargo, lo que más lamenté perder fue un estuche nuevo de dibujo lineal, el primero que jamás había visto ni tenido. Abría panoramas de formas completamente nuevas de conocimientos y prometía grandes emociones. El que desapareciese antes de que yo pudiera ni siquiera comprender lo que pretendían impartir los tiralíneas, los compases, el cartabón y aquel semicírculo translúcido lleno de signos extraños me resultó mucho más doloroso que el castigo que acompañó a su pérdida. Ni siquiera su sustitución por un estuche igual de nuevo podía compensar la pérdida de aquel primer estuche metálico plano, al que tanto había reverenciado yo que hice caso omiso de todos los consejos y me negué a desfigurarlo con la inscripción de mi nombre en él. El chico mayor que me lo había robado, que todo el mundo sabía que lo había robado, y que sabía que todos lo sabíamos, ya había raspado su nombre en el estuche, por dentro y por fuera. Aquello establecía que el propietario era él y que nadie podía hacer nada, ni siquiera el profesor de la clase a quien comuniqué la pérdida y mis sospechas. Hubo algunos actos más de iniciación en el nuevo mundo y, antes de que terminara el año, no necesitaba yo ya oír los comentarios de la Cristiana Salvaje para reconocer que ya me sentía menos inclinado a soñar despierto y respondía con un cierto entusiasmo a un medio ambiente ruidoso. El estuche de dibujo lineal me lo habían robado en mis propias narices, en plena clase. Tal acontecimiento hubiera sido inconcebible en la escuela de San Pedro. Empecé instintivamente a estudiar a mis nuevos compañeros atentamente y a idear medios de sobrevivir entre ellos. Ansiaba volver otra vez a Isara; suponía que incluso aquel anciano que lo sabía todo tendría algo que aprender acerca de los habitantes de la EMA que salían y entraban de su casa en búsqueda de conocimientos. Cuando ingresé en la escuela, Daodu estaba de viaje. Formaba parte de un grupo de profesores...

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