Aspectos del régimen federal en Antioquia - Núm. 148, Diciembre 2009 - Estudios de Derecho - Libros y Revistas - VLEX 211997997

Aspectos del régimen federal en Antioquia

AutorRicardo Zuluaga Gil
CargoAbogado, especialista en Derecho Administrativo (UPB - Medellín)
Páginas231-250

Abogado, especialista en Derecho Administrativo (UPB - Medellín) y en Derecho Constitucional y Ciencia Política (Centro de Estudios Constitucionales - Madrid), Doctor en Derecho Universidad de Salamanca. Profesor Asociado del Departamento de Ciencia Jurídica y Política de la Pontificia Universidad Javeriana Cali. Director de la Revista Criterio Jurídico (Indexada C en Colciencias) y líder del Grupos de Investigación Democracia, Estado e Integración Social (DEIS - Categoría B Colciencias).

Este escrito es resultado del proyecto de investigación Desmembrando un proyecto de nación; el enfrentamiento regional Cauca-Antioquia en el marco del Estado Federal (1848-1885), que es financiado por la Pontificia Universidad Javeriana Cali. Una versión muy preliminar del mismo fue publicado en la Revista Dixi Nº 11, UCC, Bucaramanga, 2009.

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1. Introducción

Observado a la luz de la historia, es muy evidente que el siglo XIX colombiano se revela como una etapa que fue altamente confusa y conflictiva. Y en gran medida ello fue así, por la elevada incidencia que en la vida social tuvo el debate ideológico que desde finales de los años 40 de esa centuria se desarrolló en nuestro país y que se concretó en la aparición de los dos grandes idearios políticos que hasta bien entrado el siglo XX se impusieron en el seno de nuestra sociedad1. En este orden de ideas, puede afirmarse que las cuestiones centrales que estuvieron en disputa fueron las siguientes:2

- Relaciones Estado-Iglesia.

- Catálogo de derechos de los individuos.

- Carácter laico o confesional de la enseñanza.

- Alcance del poder presidencial.

- Modelo de organización territorial del Estado.

En relación con esta última cuestión, que es la que nos interesa centralmente en este escrito, la diferencia ideológica fue tan profunda, que a lo largo de esos años en Colombia nos debatimos entre los extremos de los dos grandes modelos de organización territorial del Estado. Y esa realidad se dio así, entre otras razones, porque como se dijo hace unos años: "El indiscutible y decisivo papel que juega Page 232 hoy en día el Estado Central en la organización económica, social y política de Colombia, no fue aceptado sin cuestionamientos durante el siglo pasado. En ese entonces se dieron permanentes debates en torno a sus competencias respecto a los gobiernos regionales y locales"3.

Desde esta perspectiva, se entiende que hubiéramos experimentado tanto un federalismo fuertemente debilitante del Estado central consagrado a partir de 1855 y profundizado a partir de 1863 bajo los gobiernos del liberalismo radical; pero que de otro lado hubiésemos acogido un centralismo aniquilante de la diversidad regional y que fue férreamente impuesto a partir de 1886, en el marco de la llamada regeneración conservadora que encabezaron Núñez y Caro. Pues bien, a ese momento de nuestra historia política me quiero referir en el presente trabajo, máxime porque a pesar de tratarse de un aspecto altamente controversial en su tiempo, actualmente permanece olvidado casi por completo en los ámbitos político, social y académico.

Y de manera concreta, esa referencia la voy a hacer en relación con uno de los nueve estados que entonces integraron la Unión colombiana: el Estado soberano de Antioquia, que tuvo vida entre 1856, cuando la Ley de 11 de junio lo creó, hasta el 5 de agosto de 1886, cuando entró en vigencia la Constitución nacional de ese año, y cuyo lacónico art. 1º decía que: La Nación Colombiana se reconstituye en forma de República unitaria, con lo cual se significaba que el modelo federal imperante desde hacía 30 años dejaba de existir, como en efecto lo hizo.

2. Los antecedentes del modelo federal

En materia territorial el éxito del proyecto político que se impuso a partir de 1886 resulta tan evidente, que desde entonces hasta hoy, el debate por el federalismo ha desaparecido de la escena, tanto que ha sido dejado de lado incluso en el ámbito académico. Sin embargo, no siempre fue así, en la medida que a lo largo del siglo XIX ese fue, como se dijo, un debate central de la política nacional. Es más, lo fue desde los inicios mismos de nuestra nacionalidad, a tal punto, que el Acta del 20 de Julio de 18104 reconocía que la organización política naciente debía construirse: "Contando con las nobles provincias, a las que al instante se les pedirán Page 233 sus diputados, formando este cuerpo el reglamento para las elecciones en dichas provincias, y tanto éste como la constitución de gobierno debieran formarse sobre las bases de libertad e independencia respectivas de ellas, ligadas únicamente por un sistema federativo" (Negrilla fuera de texto).

Pese a la claridad de ese pronunciamiento, desde el siglo XIX nuestra historiografía ha querido hacer ver que desde los albores de nuestra nacionalidad existió un sólido y consistente proyecto de unidad. Pero una adecuada lectura de los acontecimientos, nos dice, por el contrario, que quienes jalonaron ese proceso se debatieron en medio de una realidad mucho más compleja, que pasaba por reivindicar y reconocer altos niveles de autonomía a las provincias que hasta entonces habían conformado el Virreinato de la Nueva Granada. Y esa tensión resulta explicable si tenemos claro que, como afirma Luis Javier Ortiz: "El actual territorio colombiano tenía durante la colonia, una economía casi totalmente desarticulada, existían intercambios mercantiles interregionales (ganado y textiles) asociado principalmente a las regiones auríferas del occidente colombiano, pero la mayor parte de la vida económica giraba en torno a la producción para la autosubsistencia con destino a los mercados locales o, en última instancia, regionales"5. En palabras del mismo autor, esa situación económica se manifestó también en: "... una fragmentación del poder político, expresado a través de la institución del Cabildo, el cual fue muy fuerte durante el siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII. Desde 1760 los borbones retomaron parte del poder de los cabildos -en lo que Lynch ha denominado la reconquista de América-. Esto exacerbó el sentimiento de autonomía de los grupos de poder local, los cuales desarrollaron la ideología de lo "criollo americano", que jugaría un papel clave en el movimiento de independencia"6.

A pesar de lo contundente que resulta el hecho de la fragmentación económica y social de nuestra realidad colonial y del fuerte impacto que ello tuvo en el momento de la emancipación, desde finales del siglo XIX nuestra historiografía ha venido desconociendo el carácter complejo y multicausal de ese proceso7. Afortunadamente, es una realidad que hoy está cambiando, gracias a que hay opiniones que examinan y proponen otra lectura de la historia. Así, por ejemplo, sobre este particular, una voz tan autorizada como la de Margarita Garrido presenta, una visión de esos hechos, Page 234 que incluso va más allá de la dicotomía centralismo-federalismo. En efecto, ella denuncia que nuestra historiografía, de un modo simplista "... ha basado sus interpretaciones de las guerras civiles que siguieron a la declaración de Independencia como opciones entre federalistas y centralistas, y ello ha oscurecido motivos quizá más profundos. La documentación permite ver que, en muchos casos, no fueron las formas de organización estatal sino las lealtades básicas, las aspiraciones profundas y los miedos, los que llevaron a los pueblos a definir sus alianzas"8.

En este mismo sentido, otra visión revisionista es la de Tulio Elí Chinchilla, quien califica el proceso de creación de nuestro Estado no como un movimiento nacional, sino como una onda de declaraciones de independencia "... que tuvo su primer momento el 22 de mayo en Cartagena de Indias, se replicó en Cali (3 de julio) y Pamplona (4 de julio), se extendió al Socorro, Vélez, San Gil y Girón (10 de julio y días siguientes) y ascendió en la ciudad capital, para proseguir luego en las provincias de Mariquita (29 de julio), Mompox (6 de agosto), Antioquia (31 de agosto) y otras más"9.

A partir de las anteriores opiniones, resulta dable afirmar que en Colombia, más que un acto o hecho de independencia, lo que hubo fue un amplio movimiento hacia la independencia que estuvo caracterizado por un fuerte acento local y regional. Y vistas así las cosas, resulta forzoso decir que la afamada y celebrada declaración santafereña del 20 de julio, no fue más que una entre otras10. Sin embargo, el persistente espíritu centralista que se ha impuesto en nuestra sociedad, ha elevado ese farragoso documento a la inmerecida categoría de epopeya nacional. En este sentido, bien valdría la pena tener en cuenta que la primera declaración formal de independencia absoluta que se produjo en Colombia se dio en la ciudad de Mompox el 6 agosto de 1810, mucho antes de que un pronunciamiento similar se hiciera en cualquier otra parte del país, que de hecho sólo vino a producirse en Cartagena el 11 de noviembre de 1811. Page 235

Un argumento adicional en favor de esta visión pluralista de ese proceso, viene dado por el hecho de que en esa primera década de nuestra vida republicana (1810- 1820), nunca hubo una Constitución nacional. Por el contrario, se expidieron varias constituciones provinciales: Cundinamarca (1811), Tunja (1811), Antioquia (1812), Cartagena (1812), Popayán (1814), Mariquita (1815), Neiva (1815).

Pero es que el espíritu autonomista fue tan fuerte, que a falta de una Constitución nacional, lo que se acordó fue un Acta de Confederación de esas provincias en noviembre de 1811. Ella, en su preámbulo, advertía que las provincias "... formal y solemnemente han proclamado sus deseos de unirse a una asociación federativa, que remitiendo a la totalidad del gobierno general las facultades propias y privativas de un solo cuerpo de...

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