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Capítulo primero: La influencia del iusnaturalismo en la estructuración del silencio en materia contractual

Páginas13-80
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capítulo primero
la influencia del iusnaturalismo
en la estructuración del silencio
en materia contractual
I. el IuSNaturalISmo crIStIaNo
Para nadie es un secreto que la ideología cristiana permeo
la vida medieval hasta el punto de moldear las instituciones
jurídicas9 a su conveniencia, todo con el claro propósito de
consolidarse como un credo con poder político y económico
que, por fuerza, tendría que verse engrandecido si se hacía
efectiva su otra gran pretensión, es decir, la de convertirse
en una religión ecuménica.
De manera pues que no resulta extraño ni impertinente
indagar sobre el pensamiento de esa comunidad en torno
al silencio, razones por las cuales empezaremos por remon-
tarnos a los antecedentes, adaptación y evolución de su
iusnaturalismo, habida cuenta del influjo que esta particular
visión tuvo sobre el entendimiento de la conducta silente.
9 Cfr. fraNz WIeacker, Storia del diritto privato moderno (Umberto Santarelli,
trad.), volume primo, Milán, Giuffrè Editore, 1967, pp. 93-106.
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A. Los elementos que contribuyeron a su formación
Sin temor a equivocarnos, podríamos afirmar que la ideo-
logía cristiana, en su mayor parte, es el resultado de una
mezcla de creencias, razonamientos filosóficos, elaboracio-
nes teóricas y adaptaciones, todo ello casi siempre original-
mente ajeno y muchas veces contradictorio, si se compara el
insumo utilizado con el resultado de esa adaptación, razón
por la que su virtud radicaría, en verdad, en la habilidad
para acomodarlas.
Queremos, pues, en primer término, hacer una mención
de esos elementos que contribuyeron a la formación del
pensamiento cristiano en torno al silencio, pensamiento que
luego repercutiría en las instituciones jurídicas.
1. El componente judaico
La religión cristiana tiene un claro ancestro judaico que hoy
persiste en sus instituciones y que en su momento contri-
buyó a construir y a delinear su pensamiento filosófico y a
idear buena parte de sus dogmas.
Uno de esos elementos ancestrales es la convicción
de que existe una ley que fue dada por la Divinidad, ley
que obliga y debe ser acatada sin reserva alguna, pues su
obligatoriedad deriva precisamente del hecho de ser ella
la voluntad divina.
Esta manera de concebir la cuestión se traduce en la
práctica en la creencia de que rigen unos mandatos de com-
portamiento que han sido dados o revelados, sin que esto
implique que toda la voluntad divina haya sido dada a co-
nocer o que el hombre pueda llegar a conocerla plenamente.
Ese querer divino ha sido entregado unas veces de for-
ma directa, como dicen que lo fue la ley mosaica, y otras
mediante la revelación que Dios ha hecho a intermediarios
que supuestamente poseen el don de ser receptores de la
iluminación y la inspiración divinas, pero independien-
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temente de la manera en que haya sido dada a conocer la
voluntad del supuesto ser supremo, el acatamiento de su
designio es incontestable.
Otro elemento ancestral de igual o quizá mayor calado
dogmático para el cristianismo es el que deduce conve-
nientemente de varios pasajes veterotestamentarios10 la
hipotética revelación divina del advenimiento de un mesías,
es decir, de un salvador o redentor del género humano, que
tendría como característica esencial la de ser el Dios mismo
que se encarnaría, sin que fuera necesario explicaciones
racionales sobre el fenómeno de la asunción de humana
naturaleza de parte de la deidad.
Esa encarnación, así como la misión de redención y salva-
ción, los cristianos la ven en Jesús de Nazaret, el predicador
judío que dio origen a su credo a partir de sus enseñanzas,
doctrinas y estilo de vida, predicaciones y doctrinas que por
provenir supuestamente de una divinidad ahora humanada
no podían ser menos que verdad y ley.
Así que, en conclusión, este componente aporta la idea
según la cual existe una deidad espiritual que da a conocer
al ser humano su voluntad, designio que debe ser obedecido
sin discusión alguna y que, por supuesto, sus quereres son
enteramente diferentes de los mandatos de quienes ejercen
el poder terrenal, por la elemental pero suficiente razón del
origen de aquellos.
Pero, además, ese Dios así imaginado, originariamente
inmaterial o espiritual, tiene según los cristianos la virtud
de encarnarse en hombre, y por consiguiente los dictados de
esta deidad humanada también son una ley que tiene la
misma naturaleza que la de aquella que es expresada como
voluntad divina al actuar como solo espíritu.
10 Estos son algunos de esos pasajes: Deuteronomio: 18, 125-19; Salmos: 2, 7;
Isaías: 7, 14; Isaías: 9, 6; Daniel: 7, 13-14; Daniel: 9, 26; Malaquías: 3, 1; Miqueas:
5, 2-3; y Zacarías: 9, 9.

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