Carta del director
Autor | Ignacio Restrepo Abondano |
Páginas | 9-10 |
Carta del director
Ignacio Restrepo Abondano
¿Cómo terminan las democracias?
No me reero explícitamente al libro clásico de Revel, aunque evidentemente la preocupación
es la misma. En septiembre del año pasado, rmados los pactos de la Habana, se llevó a cabo la
“Décima conferencia de las Farc-Ep”, en los llanos del Yarí. Como fruto de esa conferencia se
escribió un larguísimo maniesto titulado “La solución política como parte de nuestra historia”. No
es posible, en este breve escrito, referirme a todo el contenido del maniesto, pero sí a dos o tres
párrafos que –a mi parecer–, sintetizan el pensamiento de la dirigencia de esa guerrilla que azoló al
país durante más de 50 años y que al parecer, pretende seguir asolándola.
El la tesis 25 del maniesto sobre la “continuidad de la lucha a través de la acción política
legal”, se arma: “nos seguiremos orientando por un ideario inspirado en el marxismo, el leninismo,
el pensamiento emancipador bolivariano, y en general, por las fuentes del pensamiento crítico y
revolucionario de los pueblos”. Y en la tesis 26, referente a la “Batalla por la implementación del
acuerdo nal”, añaden: “se avecina un ciclo reformista que, en las condiciones del régimen de
dominación de clase existente en el país, debe ser como revolucionario”.
Es claro que dada la precariedad de las democracias latinoamericanas y para el caso la nuestra,
permitir el ingreso de este “Caballo de Troya” por contrato, dentro de nuestro medio, es prácticamente
un suicidio anunciado. La desigualdad social y económica, la debilidad institucional, que si bien lo
ha sido siempre, con más veras se ha evidenciado bajo el gobierno Santos; la corrupción que de años
atrás carcome nuestro sistema, pero que ha mostrado toda su crudeza a partir de fenómeno Odebrech;
la mentira como verdad ocial que debilita la opinión pública y el bajo aprecio que ésta muestra por
las instituciones, evidenciada a lo largo de mil encuestas. Y la falta denitiva de una sólida cultura
democrática en el país, no presagian sino una catástrofe para nuestro defectuoso, pero al n y al cabo
sistema democrático colombiano.
Porque es claro que ni el marxismo, ni el leninismo, ni el pensamiento liberador bolivariano
como lo entiende el chavismo, ni las fuentes revolucionarias de los pueblos, ni el socialismo del
siglo XXI como lo quieren los guerrilleros –hoy vestidos de civiles– son compatibles con un sistema
democrático. Sin embargo, los medios de comunicación, los partidos de la coalición y muchas gentes
de bien, creen que aquí es imposible que se repita la tragedia que vive Venezuela, ya declarada la
defunción del remanente sistema democrático, si alguno había.
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