Colombia: un Estado sitiado entre violencia y terrorismo - Guerra irregular y constitucionalismo en Colombia - Libros y Revistas - VLEX 950736454

Colombia: un Estado sitiado entre violencia y terrorismo

AutorViridiana Molinares Hassan
Cargo del AutorAbogada
Páginas33-68
COLOMBIA: UN ESTADO SITIADO ENTRE
VIOLENCIA Y TERRORISMO
Sin novedad en el frente
En esta misma hora
Cecilio estaría sangrando la vaca: le diría “quieta” con su voz nocturna.
Y Antonio, en esta misma hora, escribiría con su letra patoja, “recibido”.
¿Qué haría Luis? Quizá le ayudaría a su hermano menor a hacer sumas y
restas,
Quizá se despidiera de su madre pasándole la mano por el pelo.
(Cecilio, Antonio, Luis, nombres conjeturales, para rostros nacidos de otros
rostros)
Cecilio es negro como el faldón con flores de su madre.
Antonio tiene acné y sufre los sábados
Cuando va a un baile y ve a una muchacha hermosa.
Luis es largo y amable y virgen todavía.
En esta misma hora,
Uno mira hacia el sur, donde su hermana ha encendido una vela.
Un gallinazo picotea su frente.
El otro parece que estuviera cantando, tan abierta
Tiene la boca a tan temprana hora.
La misma en que el tercero (largo y amable y virgen todavía)
Parece que durmiera con una flor de sangre sobre el sexo.
Sobre su pecho hay un escapulario.
Todo en el monte calla. Ya alguien vendrá por ellos.
Piedad Bonnett[13]
APROXIMACIÓN A UNA IDEA SOBRE LA
VIOLENCIA POLÍTICA
Manuel Salamanca concluye sobre la violencia que simplemente
sucede. Intenta definirla como actos de barbarie, apoyado en la obra
de John Keane (2000), aunque advierte que le asiste un fracaso
parcial, en tanto Keane señala que el siglo XX fue el más violento,
pero excluye el análisis del presente siglo, que contabiliza 9000
muertos según cifras oficiales[14], víctimas del atentado del 11 de
septiembre y de la guerra de Afganistán.
Según Salamanca (2006), la violencia se presenta como una
acción social utilizada para la obtención de resultados; de otra parte,
afirma que la violencia política puede ser tomada
… desde el punto de vista del sufrimiento que causa como interacciones, que
para actores opresores y oprimidos se lean en la doble perspectiva de la
necesidad y de la oposición. Por lo cual cada actor ejercerá, según su
discurso, la violencia que considere necesaria en la persecución de un fin
determinado, lo que puede causar que la violencia política sea además un
intercambio mutuo de violencias que se oponen. (p. 25)
Siguiendo en el mismo orden, Salamanca acoge lo que con
aceptación internacional ha presentado el Departamento de
Investigación para la Paz y los Conflictos de la Universidad de
Uppsala, en Suecia, como conflicto armado interno. Basándose en la
obra de Wallenstenn y Sollemberg[15], lo define como “una
incompatibilidad manifestada en una disputa por un gobierno y/o
territorio, en la que el uso de la fuerza armada entre dos partes, de
las cuales por lo menos una es el Gobierno de un Estado, resulta en
al menos 25 muertes relacionadas con la batalla” (pp. 80-85).
En el caso colombiano, se atiende la primera condición con
respecto a que en el conflicto participe el Gobierno del Estado,
aunque no se cumple con el estándar de un mínimo de muertes
derivadas directamente de él; sin embargo, este número es
significativamente mayor, y su aumento es una consecuencia
indirecta del conflicto en cuanto crea otros actores (sicarios,
narcotraficantes, paramilitares, neoparamilitares) que se disputan el
poder sobre el territorio.
Por lo anterior, descartamos acoger el índice de muertes para
ubicar a Colombia dentro de un conflicto armado interno; pero
acogemos la concepción que desde la Universidad de Uppsala se
presenta como conflicto armado en lo relacionado con los elementos
políticos de la violencia, es decir, el carácter armado de la
confrontación interna y la intervención directa de la Fuerza Pública
del Estado; sin embargo, preferimos denominar la situación de
Colombia como una situación de guerra irregular, caracterizada por
mutación de violencias y el aumento histórico de los actores de la
guerra[16], y como explica Mario Montoya (2009), una situación de
guerra constante libradas en nombre del Estado, desde el Estado, en
contra del Estado o por los elementos del Estado.
Es por ello que podemos afirmar que la violencia política ha sido
la constante con la que han crecido millones de colombianos, y es
esta la que ha determinado el rumbo social, económico[17] e incluso
constitucional del país, en el sentido de que las reformas
constitucionales, e incluso la Constitución de 1991[18], han sido
resultado de esa violencia, aun cuando en los textos constitucionales
no se haya reflejado que la violencia es el hecho determinante de
nuestra historia.
Como factor homogéneo de la violencia encontramos que se
deriva de la acumulación de capital, y se arraiga en torno a su
protección, tanto, que la superación de la violencia daría lugar a
nuevos conflictos porque los centros urbanos y la economía
dependen directamente de la guerra.
Lo anterior da cuenta de la existencia de una relación positiva
entre el índice de homicidios y la riqueza. Esta relación quiere decir
que tienen más alta probabilidad de sufrir violencia los municipios
donde se presentan posibilidades nuevas de acumulación de riqueza
pero cuyas condiciones actuales de distribución de ingresos son
desiguales, mientras más acusan una baja seguridad, débil presencia
y eficacia de la acción estatal (véase Cotte Poveda, 2007).

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