Los conceptos de poder y violencia en Hannah Arendt:un análisis desde la comunicación - Núm. 9-17, Julio 2016 - Revista Pensamiento Americano - Libros y Revistas - VLEX 938633893

Los conceptos de poder y violencia en Hannah Arendt:un análisis desde la comunicación

AutorLuis Ricardo Navarro Díaz, Marta C. Romero-Moreno
CargoDoctor en Ciencias Sociales de la Universidad del Norte de Barranquilla-Colombia. Magister en comunicación de la Universidad del Norte. Filósofo y comunicador social de la Universidad Javeriana de Bogotá. Adscrito al grupo de investigación Área de Broca: medios, lenguaje y sociedad de la Universidad Autónoma del Caribe, Barranquilla, Colombia....
Páginas54-66
* El artículo es resultado de relexiones teóricas que tienen como in fundamentar desde la ilosofía la investigación titulada La
Bonga de San Basilio de Palenque: del desplazamiento a la construcción de historia liderada y inanciada por la Universidad Au-
tónoma del Caribe de Barranquilla. La investigación se enmarca en el interés de las comunidades de la región Caribe de Colombia
de preservar su memoria histórica, siempre en tensión con las propuestas totalitaristas propias de una violencia que exige silencio
en contextos del conlicto armado colombiano.
1. Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad del Norte de Barranquilla-Colombia. Magister en comunicación de la Universidad
del Norte. Filósofo y comunicador social de la Universidad Javeriana de Bogotá. Adscrito al grupo de investigación Área de Broca:
medios, lenguaje y sociedad de la Universidad Autónoma del Caribe, Barranquilla, Colombia. luis.navarro12@uac.edu.co
2. Magíster en comunicación de la Universidad del Norte de Barranquilla-Colombia. Adscrita al grupo de investigación Área de Bro-
ca: medios, lenguaje y so ciedad de la Universidad Autónoma del Caribe, Barranquilla, Colombia. martha.romero17@uac.edu.co
Resumen
El artículo ofrece una relexión sobre los conceptos de poder y violencia propuestos por Hannah Arendt, analizados desde
una perspectiva comunicativa. El poder deinido como posibilidad se sustenta a lo largo del documento como aquella dimen-
sión de los seres humanos que existe siempre y cuando existan las relaciones sociales. Para ello se sustenta la tesis que deine al
poder como aquello que se genera en la interacción de los sujetos comunicantes, es decir, entre los sujetos, en el estar juntos los
unos con los otros, al ser vistos y oídos entre sí.
Palabras clave: Poder, Violencia, Acción, Política, Comunicación.
Abstract
he article provides a relection on Hannah Arendt´s concepts of power and violence, analyzed from a communicative
perspective. hroughout the document, power, deined as a possibility, is grounded on that dimension of human beings exist-
ing only when social relations exist. To that efect, we argue in favor of a deinition of power as generating in the interaction
between communicating subjects, and namely, in being together the ones with the others, in seeing and hearing each other.
Keywords: Power, Violence, Action, Politics, Communication.
Resumo
O artigo apresenta uma relexão sobre os conceitos de poder e violência propostos por Hannah Arendt, analisados a partir
de uma perspectiva comunicativa. O poder deinido como uma possibilidade é sustentada ao longo do texto como a dimensão
de seres humanos que existe sempre e quando existam as relações sociais. Para isso, se sustenta a tese que o poder é deinido
como aquilo que é gerado na interação dos sujeitos comunicantes, ou seja, entre os sujeitos, no estar junto uns com os outros,
ao serem vistos e escutados entre si.
Palavras-chave: Poder, Violência, Ação, Política e Comunicação.
Cómo referenciar este artículo: Navarro, L. & Romero, M. (2016). Los conceptos de poder y violencia en Hannah Arendt: un análisis
desde la comunicación. Pensamiento Americano, 9(17), 54-66.
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Universidad Autónoma del Caribe, Colombia
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1. Introducción
Escribir sobre el p oder en Hannah Arendt,
obliga a pensar la política como posibilidad
de un ámbito plural en el que quienes part ici-
pan se revelan como alguien1. “La política se
basa en el hecho de la pluralidad de los hom-
bres” (Arendt, 1997, p.45). Tal como lo asegura
Arendt en las primeras páginas de su texto La
condición humana (1958), lo que propone este
documento “es nada más que pensar en lo que
hacemos” (p.18), es decir, pensar en las activi-
dades humanas desde su experiencia misma.
El poder es una de ellas.
Arendt concibe al poder, como aquello que
surge cuando los sujetos se reúnen para ac-
tuar y dialogar en concierto. Este es el punto
de partida del presente artículo. Por tanto, el
poder se da fuera del sujeto, no en su interior;
en este sentido el sujeto es apolítico (Arendt,
1997, p.46), es decir la política nace en él entre
los sujetos y por tanto completamente fuera del
sujeto.
A partir de ahí, vemos poner en práctica y
aianzarse un método basado en el arte de
deinir conceptos, un arte de la distinción
que ella atribuye a Aristóteles y en el que
consiste en buena medida el ejercicio de
1 El artículo es resultado de relexiones teóricas que tienen
como in fundamentar desde la ilosofía la investigación
titulada La Bonga de San Basilio de Palenque: del desplaza-
miento a la construcción de historia liderada y inanciada por
la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla. La in-
vestigación se enmarca en el interés de las comunidades de
la región Caribe de Colombia de preservar su memoria his-
tórica, siempre en tensión con las propuestas totalitaristas
propias de una violencia que exige silencio en contextos del
conlicto armado colombiano.
pensar para la autora. Pensar es distinguir,
captar la especiicidad de los conceptos, de
las experiencias en las que estos arraigan:
imperialismo-totalitarismo, labor-traba-
jo-acción, privado-público, soci al-político,
pensar-conocer, pensamiento-voluntad-jui-
cio, son algunos de los que se van puliendo
en estas páginas (Fuster, 2013, pp.145-146).
El documento se construye a partir de la
idea trabajada por Arendt en el ensayo Sobre la
violencia, en el cual se deine la acción política
como una acción emparentada, en ese sentido,
con el poder como la posibilidad de concertar
y sostener acciones. “En contraposición, la vio-
lencia anula siempre la posibilidad de nuevas
acciones” (Loyola, 2011, p.29). De esta forma,
la violencia no puede generar poder político,
si se tiene en cuenta su carácter instrumental.
En coherencia con ello, para Arendt, el poder
no es identiicado con coacción violenta, sino
más bien con la c apacidad humana de realizar
acciones concertadas. Este artículo busca de-
mostrar que la violencia como acto de natura-
leza instrumental, impuesta bajo una dinámica
medio-in, es totalmente opuesta a la concep-
ción arentiana de poder.
El artículo aborda el concepto de poder
deinido en contraposición al concepto de
violencia. Para ello se ofrecen tres estadios del
concepto de poder. En primer lugar se esb oza
una deinición del poder como un concepto
asociado con las categorías de acción y de polí-
tica que propone Arendt en su texto La condi-
ción humana. En segundo lugar se describe la
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esfera pública como el espacio físico/simbólico
en donde se conigura el poder que propone
Arendt. En última instancia, el artículo deine
la posibilidad comunicativa (no instrumental)
de los sujetos como la principal forma de vivir
el poder por parte de los seres humanos.
2. Marco teórico
2.1. El poder como posibilidad política
(acción) de los sujetos
El poder surge en el entre y se establece
como relación. Solo existe en la medida en que
hay relaciones entre los sujetos. Para Arendt
el poder es distinto de potencia, fuerza, auto-
ridad y violencia, conceptos utilizados en el
habla común de forma indiscriminada. “Em-
plearlas como sinónimos no solo indica una
cierta sordera a los signiicados lingüísticos,
lo que ya sería suicientemente serio, sino que
también ha tenido como consecuencia un tipo
de ceguera ante las realidades a las que corres-
ponden” (Arendt, 1969, p.146). En este mismo
orden, si la cuestión política solo se reduce a
¿quién manda a quién? entonces los conceptos
enunciados en la cita no serían más que pa-
labras p ara indicar los medios por los que el
hombre domina al hombre.
Sin embargo, para Arendt, el poder no es si-
nónimo de dominación. “Solo después de que
se deja de reducir los asuntos públicos al tema
del dominio, aparecerán, o más bien reapare-
cerán en su auténtica diversidad los datos ori-
ginales en el terreno de los asuntos humanos”
(Arendt, 1969, p.146). Por ejemplo, la potencia
corresponde a un individuo, es singular, indi-
vidual, es propiedad inherente a un objeto o
persona y pertenece a su carácter, que puede
demostrarse a sí mismo en relación con otras
cosas o con otras personas, pero es esencial-
mente independiente de ellos.
No es la esfera privada la que servirá de
base conceptual al concepto de poder que pro-
pone Arendt. Por ejemplo, la autoridad existe
entre p ersonas a través de algunas relaciones
como padre-hijo, profesor-alumno, en entida-
des jerárquicas de la Iglesia; su característica
es el indisc utible reconocimiento por aquellos
a quienes se les pide obedecer y para ello no
precisa ni de la coacción, ni de la persuasión.
Este tipo de relación exige el establecimiento
de una jerarquía previa. Contrario a esto, “El
sujeto solo actúa, en el espacio público conce-
bido como espacio de aparición, en la medida
en que se atreve a presentarse a sí mismo ante
otros, cuando es capaz de reiniciar nuevos pro-
yectos en comunidad mediante obras y discur-
sos” (Navarro, 2014, p.25).
Por su parte, la violencia posee un carácter
instrumental, es decir, la violencia nunca es po-
sible sin instrumentos (Arendt, 1969, p.147), lo
que equivale a pensar que precisa de una guía
y una justiicación hasta lograr el in que per-
sigue. Sin embargo es muy corriente combinar
este concepto con violencia y poder y menos
frecuente la comprensión pura del concepto de
poder. Esta combinación se presenta cuando
se concibe el poder en términos de mando y
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obediencia desde donde resulta tentador para
igualar así con la violencia. En este orden de
ideas, el poder arendtiano, tampoco se deine
desde el número de personas bajo el mando.
Arendt lo describe de forma clara en la siguien-
te cita:
El poder no necesita justiicación, siendo
como es inherente a la verdadera existencia
de las comunidades políticas; lo que necesita
es legitimidad. […] El poder surge allí don-
de las personas se juntan y actúan concer-
tadamente, pero deriva su legitimidad de la
reunión inicial más que de cu alquier acción
que pueda seguir a esta (1969, p.154).
En términos políticos, la pérdida de poder
se convierte en una tentación para reemplazar
al poder por la violencia. Para dar cuenta de
la acción, Arendt establece un contraste entre
esta y las otras dimensiones de la condición
humana, la labor y el trabajo. En conexión con
el párrafo anterior, es posible decir que la liber-
tad se comprende como un no sometimiento a
la coacción de ningún otro, ni como laboran-
te, ni tampoco bajo la necesidad de ganarse el
pan diario. Igual que en los griegos, el hombre
debía estar libre de las obligaciones necesarias
para vivir. Hasta aquí es posible plantear una
primera idea concreta y central para los inte-
reses de este artículo: El poder no se asocia en-
tonces a coacción ni a violencia, ni se basa en
la dominación absoluta que algún sujeto pueda
ejercer sobre otro.
Lo político en este sentido griego se centra,
por tanto, en la libertad, comprendida ne-
gativamente como no ser dominado y no
dominar, y positivamente como un espacio
solo establecido p or muchos, en que cad a
cual se mueva entre iguales. Sin tales otros,
que son mis iguales, no hay libertad. Por eso
quien domina sobre los demás y es, pues,
por principio distinto de ello, puede que sea
más feliz y digno de envidia que aquellos a
los que domina pero no más libre (Arendt,
1997, p.70).
Fina Birulés asegura que Arendt entiende la
labor como la dimensión ligada a la necesidad,
al ciclo de repetición de la naturaleza, a la pro-
ducción de todo lo necesario para mantener
vivo al organismo humano y a la especie. La
labor se relaciona con la producción y el con-
sumo. “De esta manera, laborar y consumir no
son más que dos etapas del siempre repetitivo
ciclo de la vida biológica” (Birulés, 1997, p.16).
Esto quiere decir que la labor no representa un
componente político de la condición humana.
Cada miembro de grupo que labora no tiene
reconocimiento, y es por esta razón que en esta
dimensión de la actividad humana, la identi-
dad se confunde con la uniformidad.
Por su parte, a diferencia de la labor, el tra-
bajo es productivo: sus resultados están desti-
nados no tanto a ser consumidos como a ser
usados: tienen un cierto carácter duradero. “El
trabajo constituye la dimensión por medio de
la cual producimos la pura variedad inagotable
Luis Ricardo Navarro Díaz, Marta C. Romero-Moreno
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de cosas que constituyen el mundo en que vivi-
mos, el artiicio humano” (Birulés, 1997, p.17).
Este proceso se caracteriza por ser objetivo,
instrumental, medio-in, estable, durable y ar-
tiicial. Se trabaja para fabricar y para utilizar.
De manera contraria a la labor y el trabajo,
la acción se distingue por su constitutiva liber-
tad, por su carácter impredecible. Para Arendt,
el sentido de la política es la libertad (Arendt,
1997, p.62), es decir, es una necesidad inelu-
dible para la vida humana, tanto individual
como social. “Para Hannah Arendt la política
es acción, pero acción no es cualquier compor-
tamiento. Vita activa, expresión latina que tra-
duce el bios politikos de Ar istóteles, es el reino
de la libertad, es el espacio en el que los seres
humanos pueden ser libres” (Giannareas, 2011,
p.100) Desde esta perspectiva, el hombre no es
autárquico, sino que depende en su existencia
de otros: sin ella, la convivencia sería imposi-
ble. “Es gracias a la acción y a la palabra que el
mundo se revela como un espacio habitable, un
espacio en el que es posible la vida en su sen-
tido no biológico (bios)” (Birulés, 1997, p.18).
Esta dimensión de la condición humana solo
se articula mediante el lenguaje, de forma con-
creta, a través de la deliberación y el diálogo.
Parece ser obvio, así, que Arendt retoma y
amplía en Sobre la violencia una tesis que
ya había sido anunciada en Los orígenes del
totalitarismo. La perpetración de la violen-
cia en la política atenta abiertamente contra
la espontaneidad de la acción humana. Esta
formulación se hace posible mediante la
distinción entre violencia y po der. Mientras
que el primer término responde a la necesi-
dad humana de anular la espontaneidad de
las acciones de los seres humanos, el último
reiere a la capacidad humana de actuar con-
certadamente, es decir, se trata de aquello
que permite la creación espontánea de nue-
vas tramas de acontecimientos a través de las
acciones (Loyola, 2011, p.40).
De ahí que no queda considerar a quien ac-
túa como alguien preexistente aislado, sobera-
no y autónomo; más bien se caliica al sujeto
como dado en el mundo razón; de igual forma,
la libertad es entendida como característica de
la existencia humana en el mundo, es decir,
los seres humanos son libres mientras actúan,
nunca antes ni después, porque ser libre y ac-
tuar es una y la misma cosas.
No po demos menos que pensar, que la
acción y el discurso necesitan de otros, y, no
vale argumentar por la fuerza para llevar a la
acción a los sujetos, pues la acción ha de s er
dicha, en tanto, empresa de dos formas: l a
iniciativa a cargo de un individuo y la inali-
zación de la misma por parte de los demás;
es decir, la acción siempre comienza o se da
inicio desde la determinación volitiva de un
sujeto que la revela ante los demás y estos se-
rán precisamente los que darán in… (Uribe,
1997, p.40).
De l a anterior cita se iniere que la acción
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en Arendt es cooperativa entre los actores de
la comunidad política, dados en ella, es decir,
revelados en ella como sujetos distintos y úni-
cos entre iguales. En el contexto de la acción
están necesariamente presente los otros. De ahí
que recurra a la categoría de natalidad para dar
cuenta de esta dimensión. La acción política,
piensa Arendt, “como cualquier otro tipo de
acción es siempre esencialmente el comienzo
de algo nuevo” (Arendt, 1995, p.43).
La política es sinónimo de interés humano
por la acción; la acción es política misma, es
poder en sí mismo; sin embargo, la acción solo
es política si va acompañada de la palabra (Le-
xis), del discurso, es decir, en la medida en que
esta última convierte en signiicativa la praxis.
“Y ello porque, en la medida en que siempre
percibimos el mundo desde la distinta posición
que ocupamos en él, solo podemos experimen-
tarlo como mundo en el habla. Solo hablando
es posible comprender, desde todas las posi-
ciones, cómo es realmente el mundo” (Birulés,
1997, pp.18-19).
En este sentido, el ser humano es ante todo
acción. Los totalitarismos, hacen al hombre
dependiente, les quita su autonomía y su posi-
bilidad de pensar. Es como una barra de hierro
que comprime cad a vez más a la gente hasta
que se vuelve una sola persona (Arendt, 1951,
p.466). De forma absolutamente contraria a
esto, la capacidad de actuar es la fuente del po-
der. Distingue tres tipos de poder: político (las
acciones que cambian el mundo, la esfera pú-
blica), apolítico (la dominación), y antipolítico
(apartamiento del mundo, el totalitarismo, la
violencia ciega…). “Solo la violencia absoluta
es muda” (Arendt, 1958, p.26). Arendt toma-
rá la idea de poder desde una concepción de
la acción, como una capacidad para concertar
con los demás y actuar de acuerdo con ellos.
El poder aparece entre los hombres cuando ac-
túan juntos y desaparece cuando se disgregan,
cuando alguien se impone. Arendt critica la
desaparición del espacio público en el mundo
moderno y con ello la eliminación de la condi-
ción necesaria para la acción y la libertad.
En su texto ¿Qué es la política? Arendt air-
ma que el hombre es apolítico. La política nace
entre los hombres, por lo tanto completamente
fuera de él (1997, p.46). Esto quiere decir que la
acción política existe con respecto a los demás
y que es así como se da el poder. En este senti-
do tiene que ver con lo vivido, con lo partic u-
lar, con lo dotado de signiicación, con el mun-
do sensible, con las formas de dejarnos ver y
oír delante de los/las otras, donde no podemos
evitar aparecer. Ahora bien, aparecer es reve-
larse. Por tanto, el poder es posibilidad, posi-
bilidad de hacer cosas para los ines colectivos
y se caracteriza por la pluralidad, no propuesta
desde la trascendentalidad, ni la uniicación o
reduccionismo a una historia universal, sino
desde la contingencia, la singularidad y la in-
dividualidad (como potencia).
La pluralidad humana, básica condición
tanto de la acción como del discurso, tiene
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el doble carácter de igualdad y distinción. Si
los hombres no fueran iguales, no podrían
entenderse, ni planear y prever para el futuro
las necesidades de los que llegarán después.
Si los hombres no fueran distintos, es decir,
cada ser humano diferenciado de cualquier
otro que exista, no necesitarían el discurso
ni la acción para entenderse (1958, p.200).
2.2. El poder como posibilidad de comuni-
car
De lo anterior se iniere que el discurso y la
acción revelan la posibilidad de ser distinto de
los seres humanos. Mediante ellos, los sujetos
se diferencian en vez de ser meramente distin-
tos; “son los mo dos en que los seres humanos
se presentan unos a otros, no como objetos físi-
cos, sino como hombres (SIC)” (Arendt, 1958,
p.200). En este sentido es posible concebir el
poder arendtiano como comunicación. Con la
palabra y el acto hay inserción en el mundo hu-
mano; en esta inserción no opera la necesidad
como sucede en la labor; tampoco la utilidad
como en el caso del trabajo. Lo que sucede con
la laborar es que es una actividad en la que el
hombre no está junto con el mundo ni con los
demás, sino solo con su cuerpo, frente a la des-
nuda necesidad de mantenerse vivo.
En la labor no hay reconocimiento del otro.
Para Arendt, el animal laborans es incapaz de
distinguir, es incapaz de acción y de discurso,
lo que parece conirmarse por la sorprenden-
te inexistencia de rebeliones de esclavos en los
tiempos antiguos y modernos. Es, al in y al
cabo, la comunicación entre sujetos, en la esfe-
ra pública, la base de la política y de la huma-
nidad. La esfera pública es el espacio en donde
puede aparecer la libertad. “No es un espacio
en ningún s entido topográico o institucional:
un municipio o una plaza de ciudad donde la
gente no actúe en concierto, no es un espacio
público en este sentido arendtiano” (Benhabid,
1993, p.32). Esto quiere decir que un comedor
privado en el que la gente se reúna a escuchar-
se o en el cual se maniiesten disidencias, di-
ferentes pluralidades, puede convertirse en un
espacio público.
En coherencia con lo expuesto, las esferas
públicas son tales en la medida en que se con-
vierten en sitios de poder, lo cual implica es-
pacios de aparición de acciones coordinadas
mediante el lenguaje, la persuasión, la palabra.
Actuar, en su sentido más general, signiica to-
mar una iniciativa, comenzar (como indica la
palabra griega archein, comenzar, conducir y i-
nalmente gobernar), poner algo en movimien-
to” (Arendt, 1958, p.201). De todo recién naci-
do se espera lo inesperado. “Nacer es entrar a
formar parte de un mundo que ya existía antes,
nacer es aparecer, hacerse visible, por primera
vez, ante los otros; entrar a formar parte de un
mundo común” (Birulés, 1997, p.18). El hecho
de que el hombre sea capaz de acción sig niica
que cabe esperarse de él lo inesperado, de rea-
lizar lo que es ininitamente improbable. Y una
vez más esto es posible debido s olo a que cada
hombre es único, de tal manera que con cada
nacimiento algo singularmente nuevo entra en
el mundo.
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Si la acción como comienzo corresponde
al hecho de nacer, si es la realización de la
condición humana de la natalidad, entonces
el discurso corresponde al hecho de la dis-
tinción y es la realización de la condición
humana de la pluralidad, es decir, de vi-
vir como ser distinto y único entre iguales
(Arendt, 1958, p.202).
Esto signiica que toda acción es inherente
un discurso. No se presenta acción sin discur-
so, es decir sin sujeto; Arendt coloca el plano
de la acción el plano de lo humano, en el plano
de las palabras, no en el de los robots; la acción
no puede tener lugar en el aislamiento, ya que
quien empieza algo solo puede acabarlo cuan-
do consigue que otros le ayuden. El principio
del aislamiento es el miedo. “El miedo está liga-
do a la angustia que se prueba en el aislamien-
to, es decir el reverso de l a igualdad” (Amiel,
2000, p.41). Así, el temor es la manifestación
de la antipolítica. Contrario a ello, es a través
de la palabra como el sujeto se identiica como
actor social, anunciando lo que hace, lo que ha
hecho y lo que intenta hacer; todo esto se hace
posible en la esfera pública. En la guerra no hay
acción, no hay reconocimiento, no hay poder.
En ella, el discurso es una simple charla más;
la palabra un simple instrumento-medio para
alcanzar un in, sea para engañar al enemigo o
para deslumbrarlo. De esta forma no existe el
sujeto, no existe el quién, solo el qué o el para
qué. Se pierde la identidad de la gente.
La acción sin un nombre, un quién unido
a ella, carece de signiicado. Los monumentos
a los soldados caídos en la guerra colombiana,
la necesidad de enterrar los restos de sus hijos
secuestrados, asesinados y desaparecidos de la
guerra, responden a la búsqueda de un quién,
un identiicable, alguien al que hubieran reve-
lado los años de guerra.
La frustración de ese deseo y la repugnancia
a resignarse al hecho brutal de que el agente
de la guerra no era realmente nadie, inspiró
la erección de los monumentos al descono-
cido, a todos los que la guerra no había dado
a conocer, robándoles no su realización, sino
su dignidad humana (Arendt, 1958, p.205).
Con este planteamiento se relaciona la tesis
arendtiana de que la acción, a diferencia de la
fabricación, nunca es posible en aislamiento;
estar aislado es lo mismo que carecer de la ca-
pacidad de actuar. El sujeto arendtiano se reve-
la al otro a través de la acción y la pa labra, en
la medid a en que es a través de estos medios
como el hombre se presenta como diferente.
“La acción reveladora necesita de pares y de es-
pectadores, y es esto sin duda lo que hace decir
a Arendt que el teatro es el arte más político”
(Amiel, 2000, p.68). La acción y el discurso
necesitan la presencia de otros no menos que
la fabricación requiera la presencia de la natu-
raleza para su material y de un mundo en el
que colocar el producto acabado. “La fabrica-
ción está rodeada y en constante contacto con
el mundo; la acción y el discurso lo están con la
trama de los actos y las palabras de otros hom-
bres” (Arendt, 1958, pp.211-212).
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Todo ello se da en el escenario de la polis,
no deinida como ciudad-estado en su situa-
ción física; más bien es la organización de la
gente tal como surge de actuar y hablar juntos;
se trata de la dimensión comunicativa y políti-
ca de los seres humanos. Su verdadero espacio
se extiende entre las personas que viven juntas
para este propósito, sin importar dónde estén.
En la polis, la acción y el discurso pueden en-
contrar un espacio entre los participantes en
todo tiempo y lugar. “Se trata del espacio de
aparición en el más amplio s entido de la pa-
labra, es decir, el espacio donde yo aparezco
ante otros como otros aparecen ante mí, donde
los hombres no existen meramente como otras
cosas vivas o inanimadas, sino que hacen su
aparición de manera explícita” (Arendt, 1958,
p.221). Es aquí desde donde es posible contex-
tualizar la comprensión arendtiana de poder.
&M QPEFSTF DPOĕHVSBFO MBFTGFSB -
blica arendtiana
La esfera pública es el escenario político
en donde los sujetos se hacen iguales, pero no
idénticos. S olo el acto político puede generar
igualdad, en la medida en que permite a los
sujetos posibilidad de palabra y acción. En
este sentido, la narración identiicaría el sujeto
mediante el relato de sus propias acciones. Los
seres humanos no son substancia, no son esen-
cia, no pueden ser deinidos, pero sí pueden ser
relatados, y relatar es dar sentido a lo hetero-
géneo pero sin uniicar. En esta tesis es impor-
tante la comunicación como elemento político
que deine a los seres humanos. La comunica-
ción es el poder público de los sujetos, lo cual
se conigura siempre que se agrupan a través
del discurso y la acción en la esfera pública.
Y es precisamente en la palabra, en las re-
laciones humanas en donde se construye el
poder. De forma contraria, la violencia se apo-
ya en los instrumentos, en los artefactos; esta
puede siempre destruir al poder. Al respecto,
Arendt asegura que “del cañón de un arma
brotan las órdenes más eicaces que determi-
nan la más instantánea y perfecta obediencia.
Lo que nunca podrá brotar de ahí es el poder”
(Arendt, 1969, p.155). De esta forma, el poder
no es almacenable, no se puede reservar para
hacer frente a emergencias, como los instru-
mentos de violencia, sino que solo existe en
su realidad, a través de la potencia de la pala-
bra. Arendt lo enuncia de manera clara de la
siguiente manera:
El poder solo es realidad donde palabra y
acto no se han s eparado, donde las palabras
no están vacías y los hechos no son brutales,
donde las palabras no se emplean para velar
intenciones sino para descubrir realidades,
y los actos no se usan para violar y destruir
sino para establecer relaciones y crear nue-
vas realidades (Arendt, 1958, p.223).
En este sentido, el poder es lo que mantiene
la existencia de la esfera pública, el potencial
espacio de aparición entre los sujetos que ac-
túan y hablan. No se traduce en este contexto
como fuerza. Para concebirlo así será necesario
Los conceptos de poder y violencia en Hannah Arendt: un análisis desde la comunicación
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pensar en un sujeto aislado; de manera contra-
ria este surge entre los sujetos cuando actúan
juntos y desaparece en el momento en que se
dispersan. Por tanto, el poder es independiente
de lo material, de cualquier factor instrumental
acumulable utilizable en actos violentos si bien
la violencia es capaz de destruirlo nunca puede
convertirse en su sustituto.
Arendt tuvo claro que los movimientos to-
talitarios aparecieron en un mundo no to-
talitario, que se articularon a partir de ele-
mentos presentes en tal mundo, y que, por lo
tanto, el proceso de su comprensión implica-
ba, en gran medida, un proceso de autocom-
prensión que desaiaba la cultura occidental.
Tuvo la agudeza de mostrar que los regíme-
nes totalitarios emergieron en sociedades en
que ya se encontraban debilitadas la esfera
política y las capacidades humanas a partir
de las cuales los individuos le dan vida a
aquella. Una de las principales condiciones
pretotalitarias reside en la destrucción de
la esfera pública a través de la dinámica de
producir el aislamiento y la desvinculación
política de los individuos (Figueroa, 2014,
p.132).
De ahí, asegura Arendt, la no infrecuente
combinación política de fuerza y carencia de
poder. En la igura del tirano el poder es sinó-
nimo de fuerza y de estrategia, desplazando lo
público, la palabra, la acción al terreno de lo
antipolítico. La pensadora alemana acude al
pensamiento de Montesquieu para ejempliicar
esta postura en la tiranía. Según Montesquieu
la característica sobresaliente de la tiranía era
que se basaba en el aislamiento, del tirano con
respecto a sus súbditos y de estos entre sí debi-
do al mutuo temor y sospecha. Esto conduce a
la contradicción de la esencial condición hu-
mana de la pluralidad, el actuar y hablar jun-
tos, que es la condición de todas las formas de
organización política.
La tiranía impide el desarrollo del poder, no
solo en un segmento particular de la esfera
pública sino en su totalidad; dicho con otras
palabras, genera impotencia de manera tan
natural como otros cuerpos políticos ge-
neran poder… s olo la tiranía es incapaz de
desarrollar el poder suiciente para perma-
necer en el espacio de aparición en la esfera
pública; por el contrario, fomenta los gér-
menes de su propia destrucción desde que
cobra existencia (Arendt, 1958, pp.225-226).
Es por ello que Arendt asegura que “el úni-
co factor material indispensable para la gene-
ración de poder es el vivir unido del pueblo”
(1958, p.224). El sujeto aislado, no unido a los
demás, que no participa, sufre la pérdida de
poder y queda impotente, por muy grande que
sea su fuerza y muy válidas sus razones. En su
texto de 1969, La crisis de la República, Arendt
alude de forma directa su concepto y lo enun-
cia de la siguiente manera:
Poder corresponde a la capacidad huma-
na, no simplemente para actuar, sino para
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actuar concertadamente. El poder nunca
es propiedad de un individuo; p ertenece a
un grupo y sigue existiendo mientras que
el grupo se mantenga unido. Cuando de-
cimos de alguien que está en el poder nos
referimos realmente a que tiene un poder de
cierto número de personas para actuar en
su nombre. En el momento en que el grupo,
del que el poder se ha originado (potestas in
populo, sin un pueblo o un grupo no hay po-
der), desaparece, su poder, también desapa-
rece (SIC) (p.146).
En este orden de ideas es válido airmar
que el poder es ilimitado, es decir, carece de
limitación f ísica en la naturaleza humana, en
la existencia corporal del hombre, como f uer-
za. Su única limitación es la existencia de otras
personas, comprendidas como personas plura-
les. “El poder es concebido por la autora como
la capacidad humana para actuar concerta-
damente, solo aparece allí donde los hombres
se reúnen con el propósito de realizar algo en
común” (Figueroa, 2014, p.134). Pensar en la
omnipotencia implica la destrucción de la plu-
ralidad. Esta no es, pues simple alteridad, pero
tampoco equivale al mero pluralismo político
de las democracias representativas.
Es más bien posibilidad de ser visto y oído,
es l a posibilidad de ser visible en las diferen-
cias; la pluralidad no supone fusión, de ahí que
Arendt arremeta contra cualquier intento de
construcción de los cuerpos políticos sobre el
modelo del parentesco o de la familia, se ale-
je de las proximidades y fraternidades, porque
en ellas los diversos se convierten en uno. “La
condición indispensable de la política es la
irreductible pluralidad que queda expresada
en el hecho de que somos alguien y no algo”
(Birulés, 1997, p.21). De ahí que el intento de
suprimir la pluralidad es equivalente a la aboli-
ción de la propia esfera pública (Arendt, 1958,
p.241).
Esto equivale a que los ciudadanos pier-
dan su espacio de participación en los asun-
tos comunes, se fortalezca la laboriosidad y la
industria privada y que solo el gobernante se
convierta en una igura que comporta compe-
tencias propias del ámbito privado en el senti-
do más estricto. “Las ventajas de corto alcance
de la tiranía, es decir, la estabilidad, seguridad
y productividad, preparan el c amino para la
inevitable pérdida de poder, aunque el desastre
real ocurra en un futuro relativamente lejano”
(Arendt, 1958, p.242).
3. Conclusiones
Para inalizar algunas relexiones inales
que intentan recoger las ideas más importantes
sustentadas en este artículo:
1. Arendt desarrolla una crítica en contra de
aquella idea antipolítica para la pensadora
de que los hombres solo pueden vivir juntos
legal y políticamente cuando algunos tienen
derecho a mandar y los demás se ven obli-
gados a obedecer. En coherencia con esto,
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cuestiona la concepción de que toda comu-
nidad política está formada por quienes go-
biernan y por los que son gobernados, en
la que s e basan las actuales deiniciones de
formas de gobierno, monarquía (gobierno
de uno), oligarquía (gobierno de pocos) y
democracia (gobierno de muchos).
2. Desde Arendt es posible concluir que poder
y violencia son opuestos; donde uno domi-
na absolutamente falta el otro. “La violencia
aparece donde el poder está en peligro pero,
coniada a su propio impulso ac aba por
hacer desparecer al poder” (Arendt, 1969,
p.158). Hablar de un poder no violento
constituye en realidad una redundancia. Se
puede concluir que el poder es posibilidad
de comunicar entre los demás a través del
diálogo, la disertación y el debate.
3. Para Arendt la política es experiencia hu-
mana, interacción social plasmada en la
esfera del poder o esfera pública o mejor es-
fera de la libertad y la pluralidad. En ella se
desarrollan todas las relaciones posibles de
comunicación.
4. La violencia es absolutamente incapaz de
crear al poder, es decir el poder no nace,
no se deriva de la violencia, de su opues-
to. “Solo el poder genera poder” (Arendt,
1969, p.146), lo que signiica que el poder
no depende de otra cosa que de sí mismo.
El totalitarismo, el autoritarismo y toda
forma jerárquica de concebir las relaciones
sociales equivale en este contexto a anular
la posibilidad del poder y por ende de la co-
municación.
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