Conclusiones - Los herederos del pasado. Indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela. VOLUMEN II - Libros y Revistas - VLEX 874373740

Conclusiones

AutorCarl Henrik Langebaek Rueda
Páginas201-206
201
CONCLUSIONES
El indígena —incluso el indígena cargado de virtudes— ha sido cualquier cosa menos
invisible. Por el contrario, el pensamiento criollo se ha apropiado de su imagen y le ha dado
enorme vigencia simbólica, tanto en Colombia como en Venezuela, desde el momento
mismo en que pudo imaginarlo como historia, es decir, como pasado propio. No obs-
tante, la apropiación del indígena y de su pasado prehispánico por pa rte del criollo es
resultado de las necesidades del conquistador, no del conquistado. Cierto, desde el siglo
, la retórica colonial ha inferiorizado al ind io en más de una forma, encontrando en
él al inel, al ignorante, a la raza degenerada, y un largo etcétera de imágenes negativas.
Esas imágenes hicieron parte del poderoso arsenal de exclusión con base en la cual se
construyeron Colombia y Venezuela. Pero debido a la necesidad de inventar una historia
con visos de autenticidad y gloria, el criollo también se vio obligado a imaginar u n indio
desde una óptica positiva. A partir de ese entonces, la imagen del nativo y de su pasado
no ha podido desligarse de u n contenido moralizante, útil para el propósito criollo de
civilización: la imagen negativa del indio le ha ser vido para excluir no solo a los propios
indígenas, sino al campe sino, al obrero, al extranjero, al asiático, a los judíos y, en general,
a las gentes indeseables susceptibles de ser comparadas con los ind ios; la imagen positiva le
ha servido para d arse visos de autenticidad histórica y para engrandecer su propia imagen.
Desde el comienzo de la Conquista se in ició un proceso, primero, de incorporación,
y luego, de apropiación del indio, que exigía su idealización. Se trata de una inclusión
retórica de largo aliento, acompañada, por supuesto, de una exclusión concreta que, sin
embargo, no está dirigida e xclusivamente contra el nativo. En dicho proceso el criollo ha
sido capaz de imaginarse un indio del cual no puede separa rse. Un indio, por supuesto,
que es de su completa invención.
La apropiación del indio no habría sido posible sin su incorporación por parte de un
conquistador que, si bien no podía considerar al indio parte de sí mismo, por lo menos
debía engrandecerlo para valor izar su propia gesta. Cristóbal Colón vio en los nativos de
las Antillas la gente más buena del mundo; al cabo de poco tiempo, sobre los montones
de cadáveres que habían caído bajo sus propias manos, los conquistadores admiraron las
grandes “civili zaciones” rendidas a sus pies. En el arte religioso, y en las festivida des barro-
cas patrocinadas por la Corona, el i ndio desempeñó un papel importante para conrmar
el carácter universa l de la Iglesia y del Estado. En ambos casos, una faceta positiva del
indígena no solo era posible sino incluso necesaria. No obsta nte, resultaba imposible que
el indio hiciera parte de la identidad del criollo: los elogios y la condescendencia fueron
producto de la necesidad de dignica r la conquista espiritual y material. El cr iollo como
sujeto y el indio como objeto todavía eran claramente incomparables, p ese a que desde la
Conquista el europeo trató de forzar a l indio dentro de la lógica de su cosmovisión. De
hecho, en la primera parte del régi men colonial, el indio y su pasado d ifícilmente podían
pertenecer a lo que el criollo comenzaba a inventar se como “su historia”. Los objetos pre-
hispánicos apenas podía n considerarse “maravi llas”, rarezas equiparables a los portentos
que se encontraban en la naturaleza. La incorporación positiva del indio obedecía al

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