Cultivar sujetos para una economía comunitaria - Una política poscapitalista - Libros y Revistas - VLEX 857236441

Cultivar sujetos para una economía comunitaria

AutorJ. K. Gibson-Graham
Páginas295-357
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6. CULTIVAR SUJETOS PARA UNA ECONOMÍA
COMUNITARIA
En los proyectos de investigación-acción locales en los cuales he-
mos intentado concientizar e implementar posibilidades económicas
diferentes (no capitalistas), en última instancia nos hemos encon-
trado a nosotras mismas en lo que podría llamarse una “política del
sujeto”. Lo que esto significa para nosotras es, mínimamente, un
proceso de producir cambios en la identidad más allá de lo permi-
tido discursivamente, algo que tenga en cuenta la experiencia sen-
sorial y orientadora de lo corpóreo, algo que reconozca la interface
neuromotora entre el yo y el mundo, como un lugar donde ambos
pueden transformarse. Si al cambiar nosotras cambiamos nuestros
mundos, y esta relación es recíproca, entonces el proyecto de hacer
historia nunca es una realidad distante, sino que está siempre pre-
sente en las fronteras de nuestros cuerpos que perciben, que pien-
san, que sienten y que se mueven.
El hacer historia se expresa mediante “cambios en la manera
como entendemos y lidiamos con nosotros mismos y con las co-
sas”, en otras palabras, cómo “operamos”, entendiendo esto holís-
ticamente como un proceso de construcción del mundo (Spinosa
et al., 1997: 2). Como lo ven Spinosa, Flores y Dreyfus, los actos de
hacer historia involucran la emergencia de nuevos “espacios reve-
ladores”, es decir, de “conjuntos organizados de prácticas para li-
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diar con nosotros mismos, con otras personas y con las cosas que
producen una red de significados relativamente autocontenidos”
(p. 17). Su ejemplo de los efectos del feminismo es convincente y
coincide con nuestra concepción de una política del sujeto, pre-
sentada en la “Introducción”:
En el pasado reciente, el movimiento feminista en los Estados
Unidos ha venido haciendo historia. Ver una película de Ma-
rilyn Monroe realizada en la década de 1950 pone en eviden-
cia cómo nuestra percepción de las mujeres ha cambiado. Sin
embargo, algunas pocas cosas podrían haber cambiado —la
justicia plena para las mujeres no se ha logrado, el patriarcado
no ha sido eliminado, las mujeres no se ven comúnmente como
ejemplo representativo de muchas habilidades en los mismos
dominios que los hombres—. Observar cómo una mujer se so-
mete a la autoridad de un hombre simplemente por su género
causa disgusto en la mayor parte de Occidente, un rechazo que
de manera general traspasa los límites de género, clase o raza.
No estamos diciendo que el feminismo ha hecho historia por-
que ha cambiado los juicios reflexivos que hacemos sobre las
mujeres, aunque obviamente lo ha hecho. Más aun, lo que
decimos es que el feminismo, antes de cambiar nuestros jui-
cios reflexivos, ha cambiado nuestra forma de ver a las mu-
jeres. [1997: 2].
Para nosotras, una política del sujeto no está orientada úni-
camente hacia el vacío del sujeto, que es el terreno supremo para
nuestra habilidad de cambio, sino que también está dirigida hacia
su plenitud, más allá del nivel consiente de los sentimientos y el
pensamiento: cualquier cosa que nos permita actuar antes de la re-
flexión, el hábito, el conocimiento incorporado, las maneras de ser
en el mundo en las que casi nunca pensamos.
Esta plenitud presenta un acercamiento al “mundo del sujeto”
como si se tratara de un mundo sin límites, y hay un interés cada vez
más creciente en comprender cómo tales mundos cambian, cómo
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la gente llega a habitar estos nuevos “espacios reveladores” o “mi-
cromundos” (Varela, 1992), cómo se lleva a cabo la construcción
del sujeto o su (re)construcción.
En proyectos de investigaciones-acción previos con mujeres en
las ciudades mineras de Australia, tratamos de generar un nuevo
discurso del trabajo del minero en la ciudad para complementar o
sustituir los discursos existentes, uno que limitaba la identidad de
las mujeres a “campesina” o “esposa de minero” y que les daba po-
co espacio para moverse políticamente (Gibson-Graham, 1994b).
En el transcurso del proyecto se elaboró, conjuntamente con las
coinvestigadoras, un discurso del “trabajo por turnos en las minas”
que les permitió a dichas mujeres el autorreconocimiento de su pro-
blemático rol como auxiliares domésticas de trabajadores masculi-
nos con horarios sobrecargados. Este discurso emergente constituyó
un nuevo derecho y una posibilidad de intervenir en el proceso de
toma de decisiones industriales, que anteriormente estaba reserva-
do a las empresas y sindicatos (Gibson, 1992, 1993). Desgraciada-
mente el proceso de investigación tenía unos objetivos limitados
por el tiempo y el acceso a lugar de trabajo de campo, así que no
nos comprometimos en nutrir nuevos “mundos del sujeto” políti-
cos, anclados en la identidad de la “esposa del minero que trabaja
por turnos”. Por lo tanto, nunca nos vimos obligadas a enfrentar los
límites de una política posestructuralista de la identificación —que
el cuerpo tiene una “mente” propia, que podría haber resistencia
a nuevas identidades, apegos a las viejas, negaciones inconscien-
tes al cambio, temor a la simbolización—. En nuestra posterior in-
tervención en una investigación-acción de largo plazo, estos retos
sobre el “sujeto renuente” empezaron a surgir para enfrentarnos y
para dar forma al cómo buscar y conceptualizar una nueva política
de desarrollo económico comunitario.
Inicialmente teníamos confianza en que los sujetos no estaban
totalmente “sujetados”, sino que había cierto margen de maniobra
para asumir nuevas posiciones de sujeto y contemplar nuevas formas
de ser. Ciertamente, “la obviedad de las identidades sociales”, que

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