Despliegue del pensamiento americano (esquema para estudiar su desarrollo) - Núm. 6-2007, Enero 2007 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 76690585

Despliegue del pensamiento americano (esquema para estudiar su desarrollo)

AutorAlberto Buela
CargoActualmente se desempeña en el CEES (Centro de estudios estratégicos suramericanos) y en la Escuela de Gobierno, provincia de Buenos Aires alberto. buela@gmail.com
Páginas116-129

Actualmente se desempeña en el CEES (Centro de estudios estratégicos suramericanos) y en la Escuela de Gobierno, provincia de Buenos Aires. Egresado déla Universidad de Buenos Aires, como profesor y licenciado en filosofía, luego DEA y doctor en filosofía por la Sorbona, 1984, dirigido por Rerre Aubenque. Profesor en varias universidades argentinas y del extranjero (Sao Faulo y Barcelona). Inauguró en Iberoamérica los estudios de metapolítica a través de la revista Disenso (1994-1999).

Al Chino Fernández y a Martín Crespo, dos sociólogos de los buenos, que me pisan los talones.

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I Primera parte

Comenzamos este trabajo con la pretensión de ofrecer en la primera parte una respuesta clara y breve a la afirmación del historiador español de las Ideas, José Luis Abellán:1 "El pensamiento hispanoamericano es liberal y antiimperialista" (Abellán, 1972, p. 142). Siguiendo en este juicio aquel similar de su compatriota, el trasterrado José Gaos2, habida cuenta que fue éste el primero de los historiadores españoles en sostener esa tesis.

En primer lugar, una vez más, debemos afirmar que el pensamiento hispanoamericano no comienza en el siglo XIX, sino que tenemos pensadores y pensamiento genuinamente americano desde el siglo XVI. Claro que la visión y versión liberal de la historia de Nuestra América, donde se Inscriben estos Ilustres españoles, niega ab ovo toda posibilidad de pensamiento a la escolástica colonial. Así, pensadores, y sólo para mencionar uno por cada uno de nuestros países, como el mejicano Alonso de la Vera Cruz (1594-1584), el chileno Alonso Briceño (1590-1668), el brasileño Tomás Antonio Gonzaga (1744-1810), el peruano Pedro Peralta de Barnuevo (1663-1742), el ecuatoriano Francisco de Espejo (1747-1795), el colombiano Juan Antonio Varillas (1663 1728) y los argentinos Luis de Tejeda (1604-1680) y José Antonio de San Alberto (1724-1804), son sencillamente "ninguneados". No está de más comentar, a título informativo, que sólo limitado a la Argentina registra Alberto Caturelli (Caturelli, 2001) más de cincuenta pensadores de mérito, desde Juan de Albiz en 1613 el primer pensador argentino, hasta 1810, momento en que comienza a regir el pensamiento de la Ilustración. De modo tal que si esta cifra la multiplicamos por los cuatro virreinatos españoles en América, obtenemos la no despreciable suma de doscientos pensadores para el período colonial, sin contar que Méjico y Perú tuvieron universidad medio siglo antes que nosotros. Page 117

Salvo una excepción y media. La excepción es la del cubano José Martí, y la media, la del segundo Alberdi; salvo ellos, todos los pensadores americanos del siglo XIX que se han ocupado de la cuestión nacional y del tema de la identidad son de neto y claro corte liberal: Sarmiento, Facundo (1845); Lastarría, Recuerdos literarios (1878); Hostos, Moral social (1888); Alberdi, Bases (1852); Bello, Estudios Críticos (1850); Montalvo, Siete Tratados (1882); Justo Sierra, Evolución política del pueblo mejicano (1893). Incluso este liberalismo político llega hasta dos hombres de la generación del centenario: el argentino Ricardo Rojas en su Restauración nacionalista (1909) y al boliviano Alcides Arguedas y su Pueblo enfermo (1909).

La salvedad a este liberalismo decimonónico la hizo notar con agudeza el cura Castellani: "la ventaja que ofrecen los liberales del Plata (y por extensión de Nuestra América) es que por estos lares el liberalismo nunca fue asimilado. Hemos recibido no sus principios sino sus conclusiones en la figura de los Códigos, leyes de educación común y Constituciones. El liberalismo resultó algo postizo" (Castellani, 1969 y 1982).

En Hispanoamérica, durante el siglo XIX se dan, en común a todos los países que la integran, tres grandes generaciones. La de la Independencia, que gira alrededor de 1810, ideológicamente signada por la Ilustración, no francesa como se suele sostener sino más bien española, a través de las figuras emblemáticas de Benito Feijoo (16761764), el autor más leído de su siglo, del que se llegaron a editar 420.000 ejemplares, y Melchor de Jovellanos (1744-1811).

La segunda es la de los Constituyentes, que gira sobre los años de 1850 y cuyo signo ideológico es el romanticismo liberal. Y la tercera, la de 1880, bajo el signo del positivismo.

Y así, mientras que la generación romántica de mediados del siglo XIX se encarga de copiar las constituciones francesa y norteamericana y los códigos napoleónicos e ingleses (Bello para Chile, Alberdi para Argentina), la generación del 80, tanto chilena, boliviana, peruana, colombiana, argentina como en el resto de Iberoamérica, es la que carga de contenido los Estados-nación de cada uno de los veinte paisitos en que se transformó la vieja Patria Grande de Bolívar y San Martín, cuando afirmaban, respectivamente: "mi patria es América" o "yo soy del partido americano".

Esta generación del 80 es totalmente liberal en su fondo y en sus formas, salvo honrosas y grandes excepciones, como Joaquín Page 118 V. González, Ernesto Quesada u Osvaldo Magnasco en Argentina, o Miguel Antonio Caro (18431909) para Colombia3.

Esta generación del 80 fue tan liberal en Iberoamérica, que logró que el lema del positivismo de Auguste Comte, "Orden y Progreso", figurara en la bandera de un gran país como Brasil.

De modo tal que la afirmación de Abellán y de tantos otros como él, en el sentido de que el pensamiento hispanoamericano es liberal y antiimperialista, es sólo parcialmente verdadera, en tanto y en cuanto se aplica a los pensadores americanos de la segunda mitad del siglo XIX. Lo de antiimperialismo es otra mentira de Abellán, porque ninguno de ellos se planteó el tema del imperialismo. Es más, algunos eran expresamente proimperialistas. La admiración de Sarmiento por los Estados Unidos es casi patológica.

Este tema del imperialismo y su tratamiento nace después y a partir del hecho terrible que conmovió a la adormecida inteligencia americana: la agresión inaudita de Estados Unidos a España con la excusa de la voladura del Maine, pretexto para la declaración de guerra en 1898.

El hecho bélico como generador de pensamiento crítico, no es tenido en cuenta ni por la izquierda "latinoamericana" ni por los socialdemócratas y liberales peninsulares cuando se acercan a analizar nuestra historia de las ideas. Así, en el libro citado de Abellán, la guerra no tuvo lugar. Sin embargo, la guerra existió y terminó creando toda una conciencia antiimperialista en América y Filipinas, donde el patriota tagalo José Rizal, fusilado dos años antes, renació de sus cenizas. Y así su Noli me tangere pasó a ser la lectura popular de liberación del pueblo filipino. En España misma da origen a la generación del 98, con pensadores claramente antiimperialistas como Ramiro de Maeztu, Unamuno o Manuel Machado.

La reacción americana no se hizo esperar, y aparece a la cabeza el oriental José Enrique Rodó con Page 119 su Ariel (1900) y Motivos de Proteo (1909), inaugurando la generación del Centenario, seguido de muy cerca por el colombiano José Vargas Vila, Ante los bárbaros (1902), donde describe a los norteamericanos, y el gran poeta nicaragüense Rubén Darío y su poema A Roosevelt (1904).

Le siguen, en 1909, los fundadores del Ateneo de la Juventud en México: Vasconcelos, La raza cósmica (1925) e Indoiogía (1927); Henríquez Ureña, Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1926) y Alfonso Reyes, Anáhuac (1927) y Notas sobre la inteligencia americana (1937). Y siguen, el cubano Lezama Lima, La expresión americana (1910); los argentinos Manuel Ugarte, La nación hispanoamericana (1910); Juan Agustín García, Notas sobre nuestra incultura (1922) y Leopoldo Lugones, La grande argentina (1913 1928); los peruanos José Santos Chocano, Alma América (1906); Víctor Andrés Belaúnde (1883 1966), Meditaciones peruanas (1917) y Peruanidad (1942); Francisco García...

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