Editorial - Núm. 18, Enero 2016 - Revista Quaestiones Disputatae - Libros y Revistas - VLEX 645458165

Editorial

AutorRafael Ricardo Bohórquez-Aunta
CargoEditor
Páginas9-11
9
B
astante tinta ha corrido en los últimos años sobre la importancia de la forma-
ción en humanidades y pensamiento crítico para la educación superior. Este
debate, al que asistimos hoy en día prácticamente desde todas las latitudes,
ha demostrado cuán complicado resulta en el ámbito académico e investigativo
un discurso que por su fuerza y tenacidad intenta abrir las perspectivas de análisis
social y que insta a ubicarse, en rigor, en el límite entre una cosmovisión y otras.
Sin embargo, pese a esta dicultad, no son pocos los autores que ya desde la
segunda mitad del siglo pasado han hecho un llamado a este tipo de discursos
que, como contraparte de una suerte de racionalidad dominante en el ámbito de
la ciencia, la instrumental, invitan a recoger y desarrollar otras tradiciones del
pensamiento que parecían condenadas, hasta entonces, al olvido.
De maniesto se encuentra en la comunidad cientíca la cuestión de si las así
llamadas humanidades son ciencias. Y no es para menos este interrogante, pues en
un mundo como el actual, caracterizado por el gran ujo de datos e información,
cualquier cosa puede arrogarse el crédito de cientíca sólo por la aquiescencia
que logre en las mayorías. No obstante, epistemológicamente hablando, parece
claro que una creencia no puede justicarse con base en el consentimiento de
las masas, por más inuencia que represente su participación en la preservación
de un determinado paradigma dominante. Y en este sentido, tan necesitada de
justicación está aquella creencia según la cual solo existe un modelo universal
legítimo de hacer ciencia, como la de que las humanidades sustentan un rigor
cientíco que, en efecto, valida sus conocimientos.
Con Mardones, podríamos decir que la inevitable polémica que aparece cuando
nos adentramos en el campo de las ciencias sociales y humanas, más allá del
hecho de que entre ellas no parece haber un consenso sobre cuál sea su objeto
o método de estudio especíco, conlleva a preguntarnos por los criterios que se
aplican tras el término “ciencia”. En efecto, qué sea cientíco reclama una proble-
matización de las razones por la cuales algo no lo es, y en ese espectro de cosas
caben muchas apreciaciones.
Para empezar, no parece haber una única tradición de pensamiento cientíco. En
su texto, Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Nota histórica de una polémica
incesante, Mardones advierte que, “si miramos el panorama de la losofía de la
ciencia, o de la reexión acerca de la ciencia y de lo que tiene que ser considerado
por tal, desde la altura de su historia, se distinguen [al menos] dos tradiciones
importantes: la llamada aristotélica, y la denominada galileana”. En el trasfondo
se encuentra la tensión entre dos posturas, el positivismo decimonónico y la
hermenéutica, que intentan abordar el mundo social de dos maneras diferentes.
Para el lósofo español, el método con el cual la tradición aristotélica, cuya mani-
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