Estambul y México - Núm. 5-2006, Julio 2006 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 76721774

Estambul y México

AutorSerge Gruzinski
CargoArchivista - paleógrafo y doctor en historia. Director de investigaciones del CNRS y director de estudios del EHESS. nuevo.mundo@ehess.fr
Páginas12-18

Page 12

Gracias al ojo del sabio,

las siete regiones del mundo son verdaderos tesoros,

pero si se miran de cerca,

son como una serpiente de siete cabezas.

Tarih-i Hind-i garbi

I

En las orillas del Bósforo, hacia 1580, poco antes del año mil de la Hégira (1591), había un interés por América.1 Desde comienzos del siglo XVI los turcos habían recopilado informaciones sobre el Nuevo Mundo. «La noticia se difundió entre los hombres: un nuevo mundo apareció ahora, semejante en extensión y en circunferencia a las regiones de la parte habitada del globo y, si no está más poblado que la región que conocemos, por lo menos es lo mismo. Hasta el momento, ninguno de nosotros ha visitado esta región y nadie ha entregado informaciones o realizado su descripción. Además, según el proverbio 'sabemos apreciar las novedades', el alma bien preparada se deja llevar por la corriente hacia estas aguas. El navío del pensamiento arrojó el ancla en este mar» (Goodrich, 199O, p.74)2.

En 1580, el imperio otomano estaba desde hacia seis años en manos de Murad III. Todavía se sostenía en el poder, aunque el asesinato del gran visir Sokollu Mehmed Pacha no anunciara nada bueno. Desde 1576 los otomanos se enfrentaban a Irán, su adversario del oeste. En este frente lograrán algunas victorias estrepitosas que se saldarán con la anexión de Georgia y Azerbaiján. También se vio una flota otomana navegar en el mar Caspio (Mantran, 1989, pp.156-157). Es en este contexto, alrededor de 1580, que manos anónimas redactan una extensa crónica del Nuevo Mundo, titulada Tarih-i Hind-i garbi, («Una historia de la India del Oeste»)3. El autor vivía en Estambul, antigua Constantinopla, «esta ciudad tan encantadora y cómoda, seguramente digna, por su excelencia y belleza natural, del dominio del mundo entero» , si hemos de creerle a un viajero francés que descubre la ciudad en 1573 (Merle, 2003, p.100, citando al viajero Philippe Du Fresne-Canaye). Se supuso que el cronista anónimo podía ser uno de los astrónomos relacionados con la construcción del gran observatorio Page 13 de Murad III, y que este sabio, inquieto por las reacciones de las autoridades religiosas que impondrán la demolición del edificio en 1580, prefirió prudentemente permanecer en la sombra. Todo parece indicar que este personaje se movía en un medio donde circulaban informaciones y libros tanto en italiano como en español. Un medio probablemente compuesto de refugiados marranos, de marinos o de renegados procedentes de la península ibérica y del Mediterráneo occidental. Sin olvidar en Estambul a los inevitables genoveses y sus rivales venecianos.

El texto esperará hasta el año 1730 para ser impreso. Fue, y es cierto, la cuarta obra en conocer este honor, pues Turquía sólo adopta la invención de Gutemberg en el siglo XVIII. La elección del impresor Ibrahim Müteferrika atestigua que esta suma de informaciones sobre América continuaba llamando la atención ciento cincuenta años después de su redacción. Sin embargo, numerosas versiones manuscritas habían circulado desde 1580, de las que por lo menos cuatro copias fueron tomadas del original antes de terminar el siglo XVI. Algunas versiones están ilustradas e incluyen mapas del mundo.

El texto turco sigue tan de cerca el relato de las grandes crónicas españolas de América, que el lector de Estambul no tiene sino que meterse en la piel de los conquistadores para descubrir el Nuevo Mundo, la «Nueva India», como la llama el autor del Tarih-i Hind-i garbi. Los viajes de Cristóbal Colón, la conquista de los caribes, la invasión de México y Perú se evocan con tal lujo de detalles que parecerá apabullante para quien todavía imagina que el imperio otomano le daba la espalda al Mediterráneo y al Atlántico (Goodrich,1990, p.238). México, la ciudad conquistada por Hernán Cortés, resalta una vez más como una ciudad sorprendente, digna de intrigar a los sabios de Estambul, así como había fascinado a los soldados castellanos sesenta años antes. Después de los europeos que habían devorado los relatos españoles, los lectores del Tarih-i pueden imaginar los palacios de Moctezuma, los salones, las habitaciones y los baños que desfilan por centenares; el harén con miles de esposas, los jardines sembrados con flores fragantes, las pajareras con sus piletas, las jaulas llenas de fieras: «tigres, leones, leopardos [...] serpientes-dragones», las armerías abarrotadas de arcos, flechas y espadas. México se erige en un lugar sin igual: «Se halla en un gran lago de alrededor de noventa millas de circunferencia. La mitad de este lago es salado [...], impidiendo la vida de las criaturas del océano. La otra mitad es dulce y allí viven innumerables peces...

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