Estudios Culturales y la ontología social de las economías - Complejidad y contextos del neoliberalismo - Neoliberalismo en Colombia - Libros y Revistas - VLEX 911541321

Estudios Culturales y la ontología social de las economías

AutorLawrence Grossberg
Páginas3-28
1
Estudios Culturales y la ontología
social de las economías*,**
L G
University of North Carolina-Chapel Hill
Prefacio
D   lo ex traña que es mi posición hoy acá
con ustedes. No puedo hablar de las realidades y la historia de Colombia, y
tampoco supongo que ustedes estén enterados de las historias y las realidades
de los Estados Unidos, más allá de una cierta per versión melodramática o
quizás de una fascinación por la comedia, o más aún, del viejo y conocido
“miedo al vecino de al lado”. Aun así, todo lo que puedo hacer acá se nutre
de las especicidades de los Estados Unidos que he investigado por cincuenta
años, para así ofrecer arg umentos más útiles y abstractos (y con suerte, no pre-
tenciosos). Espero presentar algo así como una voz disidente del Norte.
Pero hay otra razón por la cual me siento extraño. Estos son tiempos di fíci-
les —miedosos e incluso letales— para di ferentes poblaciones; han sido así por
algún tiempo, y para otros por un muy largo tiempo. Enfrentamos enormes
retos y amenazas, desde los desaf íos globales y epocales del cambio climático,
el problema de las poblaciones cambiantes y sus movimientos, el creciente
* Traducción de Juan Ricardo Aparicio Cuervo ().
** Para citar este capítulo: http://dx.doi.org/./.
neoliberalismo en colombia
poder e inestabilidad de la economía global, las desigualdades crecientes, las
amenazas de las relaciones internacionales e incluso la g uerra, hasta un poder
tecnológico hoy desbocado y el resurgimiento de muchas formas de odio y
exclusión, a la creciente asertividad de corporaciones, y ahora, a una pa ndemia
global que ha dividido, en vez de unir, al planeta .
Parece existir, en términos generales, un acuerdo entre muchas perso-
nas acerca de que el centro —el establecimiento posguerra del capitalismo
liberal (en sus muy diferentes formas), construido sobre las instituciones e
ideologías (y supuestamente, por los valores de la Ilustración) de las euro-
modernidades— ha fracasado al enfrentar estos retos y problemas, que muy
a menudo las mismas formaciones dominantes de poder han creado. No
ha cumplido sus promesas (probablemente nunca tuvo esta intención); de
hecho, demuestra cada día que es incapaz de hacerlo. El centro está colap-
sando bajo nuestros pies.
Y aun cuando estas percepciones y sensaciones ciertamente no son nue-
vas en la historia —el n del mundo está cerca—, hoy el enemigo es tan
monstruoso que no resiste comparación. Pero eso no signica que no haya
algo de verdad cada vez que estas percepciones se vuelven dominantes. En
cada momento, estos retos dieron lugar a campos de lucha, y el presente (o
más bien, los últimos sesenta o setenta años) no han sido diferentes. Durante
este período el péndulo siguió ondulando, rara vez en la dirección en que
algunas personas quisieran, pero ondulando de todas maneras, entre las
aperturas progresivas y las clausuras reaccionarias. Algunas cosas signica-
tivas parecen haber cambiado en las últimas décadas, muchas de las cuales
son el resultado de transformaciones culturales y en las formas de la media-
ción cultural. El hecho es que nuestros problemas se han vuelto cada vez
más visibles, aun cuando también son cada vez más dispersos, repetidos y
absorbidos por la cultura popular y, en consecuencia, por el sentido común.
Esto ha resultado al menos en dos respuestas contradictorias —algunas veces
entremezcladas, otras alternadas, y la mayoría de las veces, distribuidas dife-
rencialmente—. Por un lado, y quizás buscado intencionalmente, hay un
creciente cinismo sobre la política y las luchas políticas y una desinversión
de estas (especialmente alrededor de las instituciones de la gobernanza). Y,
sin embargo, al mismo tiempo, ha existido en ocasiones, a lo largo de todo
el espectro político, un entusiasmo por tomar el guante de la lucha política.
Pero a pesar de estas energías signicativas, de los impresionantes mo -
vimientos sociales, las movilizaciones e insurgencias, a veces incluso con un
apoyo amplio y con algunas importa ntes victorias para las fuerzas progresi-
vas, las trayectorias de esta historia no parecen favorecer estos esfuerzos, y
quizás no me equivoco al deci r que las fuerzas progresivas e stán perdiendo la
batalla sobre la economía política y la política est ructural, y a lo sumo están

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