El eterno candidato a la Presidencia resucita en Bogotá - 26 de Julio de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 521378294

El eterno candidato a la Presidencia resucita en Bogotá

Carol Malaver Redactora de EL TIEMPO La memoria de Gabriel Antonio Goyeneche, el famoso ‘doctor’ Goyeneche que tanto dio que hablar en los periodos electorales de los años 60 y 70, renace en un café bogotano, en una esquina del barrio El Recuerdo. Allí, su retrato en blanco y negro, con la banda presidencial que nunca tuvo cruzada sobre su pecho, revive el recuerdo del colombiano que, según la creencia popular, albergó toda su vida: ser Presidente de Colombia. “¿Quién será ese tipo colgado tantas veces en la misma pared?”, se preguntan quienes nunca se enteraron de las ideas de este maestro de primaria que un día del año 1953 viajó desde Socha (Boyacá) a la capital, para vivir el resto de sus días en el campus de la Universidad Nacional. Distraídos, se toman un tinto o se comen una empanada, ignorando la historia de quien fue el candidato vitalicio de los universitarios. Otros, más entrados en años, muchos exalumnos de la ‘Nacho’, tienen idea del origen del hombre que hizo historia en el campus. Dicen que nació en 1886, en Boyacá, que llegó a ser maestro de escuela de pueblos y veredas y que la epidemia de gripa de 1918 lo dejó como secuela la locura que lo haría famoso en la historia bogotana. Quizás lo leyeron en el libro de Pedro Claver Téllez, el periodista que le dedicó un capítulo de su libro Biografía del disparate. Fue algo más que el hombre que fue postulado varias veces a la Presidencia, entre 1958 y 1970, y que vivió y comió en las entrañas de la Universidad Nacional. El mismo que propuso pavimentar el río Magdalena, ponerle una marquesina a Bogotá o correr las nubes hacia los Llanos Orientales, para que no lloviera tanto. También se le atribuyen ideas como convertir la chicha en champaña o echarle anís a los ríos para que fueran de aguardiente. Goyeneche fue la representación de una juventud irreverente, que, con estas bromas, mostraba su incredulidad con los gobernantes de turno y optaba por darle su voto a una mente alucinada que, al menos, creía en lo que prometía. Emilio Sánchez Alsina, el creador del Café Goyeneche, se cruzó con él una tarde del año 1976. “No era un loquito cualquiera. Ya era un hombre viejo, pero único”, dice este abogado en uso de buen retiro, también graduado de la Nacional. Sánchez, quien ha estado durante toda su vida de parte de las causas sociales, sostiene que ese personaje pintoresco fue la representación de lo absurdo en la política. “Era un bacán –recuerda–. Lo candidatizaban los estudiantes y...

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