Fisionomía de la transgresión y el juicio del rostro, en clave alusiva a el proceso, de Kafka. - Núm. 5, Diciembre 2007 - Ratio Juris - Libros y Revistas - VLEX 52107777

Fisionomía de la transgresión y el juicio del rostro, en clave alusiva a el proceso, de Kafka.

AutorJota Gutiérrez Avendaño
CargoFilósofo de la Universidad de Antioquia
Páginas57-70

Filósofo de la Universidad de Antioquia, ha publicado sobre fisionomía perceptiva y fenomenología del cuerpo, sobre literatura, estética urbana e investigación pedagógica. Recibió el Premio Andrés Bello de Literatura en 2006. Es miembro del grupo Filosofías de la Alteridad, Instituto de Filosofía, U. de. A. Docente Universitario.

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1. La fisiognómica como columna vertebral del asunto

El estudio de la fisionomía, usualmente, se atribuye a Aristóteles a partir de una de sus obras menores titulada: fisiognómica ((puoioyvcouía), donde plantea la forma de designar y juzgar la naturaleza de un objeto apoyándose en los datos que proporciona su estructura corpórea. Las ideas de la fisiognómica antigua asumen la fisionomía humana referida a la teoría de los temperamentos, desde la filosofía de la medicina hipocrática; así como el concepto de «carácter» introducido por Teofrasto, continuador de la fisiognómica aristotélica, a partir del cual, la palabra kharakter61, que significa propiamente lo que se marca, se graba o se inscribe sobre una superficie, se toma como una distinción del orden ético (éthos), de tal forma que la interpretación moral empieza por leerse en el cuerpo, lo cual, acercando ambos términos, se define como ethograma del cuerpo que comporta un carácter determinado.

En el marco del siglo XVIII, Kant escribe su obra Antropología en sentido pragmático (1785), en la cual se refiere a la fisiognómica, en tanto característica antropológica, como manera de conocer el interior del hombre por el exterior. Allí, se aborda una fisiognómica desde el punto de vista de la vida cotidiana y del mundo cultural, en un lenguaje jovial y con cierto sentido del humor, en cuanto a casos célebres de rostros y gestos de las personas; por ejemplo: "Hay varones cuyo rostro es rebarbatif (hosco), con quienes se puede hacer el coco a los niños, como suele decirse, o que tienen una cara grotesca y desfigurada por verrugas... como si dijéramos concebido en sueños o en delirio".62

En este mismo período histórico, Hegel realiza, por su parte, diversas consideraciones -sobre todo con respecto a la espacialidad del cuerpo- en su Estética63, así como, en la Fenomenología del Espíritu (1806), donde hace alusión a la fisionomía, la patonomía y la frenología de De Gall, y otras pseudo-ciencias como la astrología, la quiromancia, y la grafología. Así define que:

La suposición inmediata de la presencia supuesta del espíritu es la fisiognómica natural, el juicio precipitado sobre la naturaleza interior y el carácter de su figura, a primera vista. El objeto de esta suposición es de tal modo que lleva en su esencia el ser en verdad algo distinto de su ser sensible inmediato. Lo presente, la visibilidad como visibilidad de lo invisible, lo que es objeto de observación es, sin duda, cabalmente este ser reflejado en sí en lo sensible y partiendo de ello.64

Aquí, cabe destacar, entre otras cosas, el planteamiento de la fisionomía en el sentido de la «visibilidad de lo invisible», en vista del nexo que tiene con el concepto de la «carne» en Merleau-Ponty, quien definiera la carne como lo invisible que abre la posibilidad del cuerpo que es, al mismo tiempo, el que ve y lo visto como tal. De igual forma, el concepto de «rostro» en Levinas es, justamente, la visibilidad de lo invisible. Se trata, entonces, del paso que hay de los pliegues de la carne al rostro; del cuerpo al alma, o bien, de lo visible a lo invisible.

Es preciso indicar, luego, lo que Schopenhauer plantea, en El mundo como voluntad y representación, acerca del propio cuerpo como objeto inmediato de conocimiento para todo sujeto65, que acaso tenga resonancia con lo que más tarde Merleau-Ponty planteará, Page 58 precisamente, sobre el propio cuerpo como objeto y sujeto simultáneos: el sujeto como cuerpo perceptor y el cuerpo como objeto percibido.66 No obstante, qué es la fisiognómica sino aquella filosofía que se ocupa de los fenómenos del cuerpo, al tiempo que, fenómenos de la expresión. Por lo tanto, la fenomenología del cuerpo es en sí misma una fisiognómica.

2. El controversial caso de fealdad en Sócrates

Este es, quizás, uno de los casos más célebres sobre fisiognómica en la antigüedad, a saber, el que desató Zopiro, el fisiognomista, acerca de la sospechosa fealdad de Sócrates, de lo cual se tiene referencia en Cicerón (De Fato, V, 10), y que a su vez, Lavater en sus Fragmentos fisiognómicos, dedica un capítulo titulado simplemente "Socrates", donde se comenta cómo Zopiro dictaminó sobre el filósofo ateniense un carácter "necio, brutal, voluptuoso, e inclinado a la embriaguez", de lo cual Sócrates se defendía apelando a la palabra en el discurso como manifestación de la belleza interior y así decía: "habla para que pueda verte". De otro lado, Montaigne por su parte, en el ensayo De la Fisonomía (III, 13), hace alusión a este aspecto, diciendo que lamenta mucho que Sócrates, quien fue un ejemplo tan perfecto en todas las grandes cualidades, tuviera un cuerpo y un rostro tan feos como dicen, y tan impropios de la belleza de su alma, él tan apasionado y loco por la belleza como era. Así dice Montaigne: "No he corregido, como Sócrates, por la fuerza de la razón, mis cualidades naturales y en modo alguno he desviado artificialmente mi inclinación. Déjome llevar como he venido y no combato nada de mis dos partes dominantes". Justamente, por tomar la razón como remedio de una naturaleza "mórbida", Nietzsche se refiere, de una manera muy particular, al caso de fealdad en Sócrates como una objeción en sí misma, la cual era una refutación entre los griegos. Y se remite al incidente del fisiognomista extranjero, quien estando de paso en Atenas, "le dijo a Sócrates en su cara que era un monstruo que ocultaba todos los vicios y malos deseos. Y Sócrates sencillamente respondió: «usted me conoce, señor mío»." Dice Nietzsche, según la antropología criminal, que "el tipo del criminal es feo; monstrum in fronte, monstrum in ánimo, el criminal es un ser decadente. ¿Era Sócrates un criminal?"67 No por la fealdad de su físico, sino por su acto contranatura, como diría Montaigne, querer dar a la naturaleza su propia lección, y Nietzsche por su parte, lo acusa de parecer un médico que, en lugar de suministrar la cura, era la enfermedad misma que, en nombre de la ciega razón, despoja a la vida de sus emociones, y como cabe decirlo aquí, se trata de una transgresión fisiognómica, que pone en evidencia la irrefutable naturaleza encarnada en la exterioridad del cuerpo.

3. De Lombroso al rostro del criminal

El siglo XIX estuvo caracterizado por el influjo del positivismo, el determinismo y el pensamiento mecanisista en la psicología, la sociología, la antropología, la criminología, entre otros. Es así como, el italiano Cesare Lombroso, principal precursor de la criminología, quien fue más un científico que un humanista, buscaba hallar en la ciencia el control y el bien social.68 En esa medida, la teoría lombrosiana, realizó aportes para la investigación de las implicaciones entre crimen y patología, estableciendo la distinción entre el criminal innato y el circunstancial. De esta manera, influyó para que se practicara el tratamiento médico, antes que la intervención jurídica, a los anormales, quienes -según Page 59 Foucault- eran los individuos a corregir, por su transgresión, degeneramiento y perversión.69

Debido a la naturaleza de su estudio y a los juicios sobre los criminales, Lombroso ha sido considerado uno de los teóricos más severos en el determinismo clasificatorio del hombre, con el fin de demostrar la fisionomía del criminal a partir de la anatomía, de las anomalías cerebrales y de las disposiciones craneométricas del sujeto.70 De este modo, en seis cráneos de asesinos pudo determinar la siguiente tipología del hombre criminal:

Senos frontales muy pronunciados, mandíbulas de gran volumen, órbitas muy grandes y demasiado separadas una de otra, asimetría del rostro, tipo pteleiforme de la abertura nasal y un exagerado apéndice de las mandíbulas.71

Desde una interpretación del rostro, Daniel McNeill comenta que para Lombroso el criminal innato tenía "prominentes incisivos de roedor, mentón entrado o grande y plano, con poca barba o lampiño, arrugas prematuras y cejas pobladas que se juntaban o se alzaban diabólicas a los extremos."72 Según esta descripción, propia de la fisiognómica clásica, se trata -además de una comparación de rasgos animales con la naturaleza humana- de una forma grotesca del rostro. De hecho, según Foucault, el criminal para Lombroso, en tanto anormal, es en principio un monstruo moral.

4. La transgresión natural y la monstruosidad del poder

Como punto de partida, hay que asumir que en el ser humano no cabe referirse a una naturaleza como la tienen las cosas: una marca característica que lo identifique como siempre lo mismo (semper idem), antes bien, lo que el hombre tiene es fisionomía: una marca distintiva que lo diferencia. En suma, su naturaleza es la diferencia y no lo «idéntico»; cambiando la pregunta: qué es el hombre por quién es, pues el "qué" está referido a las cosas (idem-entes) y el "quién" está reservado a los seres humanos (difer-entes). Con respecto a la naturaleza y la humanidad, Ortega y Gasset es enfático al afirmar que "el hombre no es una cosa; es falso hablar de la...

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