Identidades políticas del socialismo en Colombia. 1920-1925 - Núm. 17, Enero 2010 - Opinión jurídica - Libros y Revistas - VLEX 223300477

Identidades políticas del socialismo en Colombia. 1920-1925

AutorCarlos A. Flórez López
CargoCandidato a doctor en Historia en la Universidad Nacional de Colombia. Sede Medellín
Páginas167-191

Este artículo hace parte de la tesis de Doctorado en Historia realizada por el autor en la Universidad Nacional de Colombia. Sede Medellín. Trabajo de investigación titulado "Bolcheviques y godos. Imaginarios políticos de derecha e izquierda en Colombia. 1920-1936."

Carlos A. Flórez López es Historiador. Candidato a doctor en Historia en la Universidad Nacional de Colombia. Sede Medellín. Profesor tiempo completo asistente, Universidad de Medellín, Facultad de Derecho, Grupo de investigaciones jurídicas. caflorez@udem.edu.co

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Introducción

Los vientos que procedían de la Rusia comunista empezaron a ondearse entre algunos de los dirigentes políticos que veían en estas corrientes el oxígeno suficiente para airear el ambiente político nacional, marcado por liberales y conservadores. Para el quinquenio 1920-1925 es más evidente la presencia del influjo de las ideas socialistas que terminaron permeando a sectores de la política tradicional, así como el surgimiento de nuevos sujetos políticos desde sectores obreros, artesanales e intelectuales. Ello no quiere decir que en el interior de los llamados partidos tradicionales no se formularan planteamientos contrarios al socialismo, pues afloraron sentimientos y actitudes políticas alineadas hacia la derecha, tanto en el partido liberal de manera marginal, como en el partido conservador, de manera radical.

Tres escenarios marcaron el camino del surgimiento del socialismo como forma organizativa y de partido: el pensamiento de Rafael Uribe Uribe, las reformas políticas impulsadas por el republicanismo en 1910 y el proceso de industrialización del país. Analicemos en detalle cada uno de estos escenarios para decantar posteriormente los rasgos de identidad política presentes en el ideario socialista. El texto se elaboró con una revisión sistemática de la prensa que circuló en la época y la historiografía que ha estudiado el período en mención a fin de construir una imagen valorativa del objeto de estudio planteado.

Surgimiento del partido socialista

En primer lugar, en octubre de 1904 en el Teatro Municipal de Bogotá, el líder liberal Rafael Uribe Uribe dejó sentadas las bases que delimitaron el accionar político del liberalismo en las décadas posteriores, así como las bases de las primeras organizaciones socialistas. Su convocatoria hacia un socialismo de Estado llamaba la atención sobre la necesidad del liberalismo de abanderar las luchas y reivindicaciones sociales. Una de sus apreciaciones versa de la siguiente manera: "No soy partidario del socialismo de abajo para arriba que niega la propiedad, ataca el capital, denigra la religión, procura subvertir el régimen legal y degenera, con lamentable frecuencia, en la propaganda por el hecho; pero declaro profesar el socialismo de arriba para abajo por la amplitud de las funciones del Estado..." (Uribe, 1984, p.110). Esta convocatoria será retomada más adelante por el Partido socialista que se disputará con el liberalismo la bandera de las doctrinas socialistas y de las reivindicaciones de la naciente clase obrera.

Para llevar a cabo este propósito, Uribe Uribe rechazaba de manera vehemente el liberalismo clásico fundamentado en el laissez faire, al igual que el intervencionismo desmesurado del Estado, pues refutaba la tensión de los extremos: "entre el fatalista 'dejar hacer' que asigna al Estado el papel de simple espectador y anonada sus funciones activas, y la fórmula que convierte al gobierno en único motor político y social, propietario único, dispensador de todo bien" (Uribe, 1984, p.115), para atribuirle al Estado una función social capaz de equilibrar los conflictos entre el capital y el trabajo. Tal como lo plantea el historiador Jorge Orlando Melo con relación al pensamiento de Uribe Uribe "el liberalismo se dotó de nuevos programas políticos que trataban de ofrecer respuestas a las nuevas situaciones sociales, económicas y políticas, y de obtener el respaldo de grupos sociales en crecimiento, como los obreros y artesanos urbanos, los estudiantes y profesionales, los empresarios industriales y comerciales" (Melo, 1989, p. 222).

En segundo lugar, la reforma constitucional de 1910 y el espíritu del republicanismo auspiciado por Carlos E. Restrepo y Enrique Olaya Herrera, entre otros, sentaban las bases de una apertura política que vio sus frutos enPage 170la década del veinte, toda vez que promovió cambios en la forma de hacer política, al permitir la tolerancia y la cooperación entre los adversarios políticos, la búsqueda de la separación de la iglesia en asuntos partidistas, la ampliación del sufragio universal convocando la participación ciudadana en asuntos públicos y en la elección del presidente de la república. También defendió la libertad de prensa y la expresión y una instrucción pública alejada de fines partidistas. Su aporte radica en abrir espacios de concertación y participación en una sociedad marcada por el fanatismo religioso, la exclusión partidista, el sectarismo de colores políticos y la represión estatal. En el campo de la colaboración partidista se seguía el lema de la impronta republicana que reivindicaba "la patria por encima de los partidos". En formidable síntesis Melo traza el espíritu de este movimiento y de estas reformas cuando sostiene que:

La reforma constitucional daba las bases para una convivencia relativamente pacífica de liberales y conservadores, aunque permitiera a éstos condenar casi inexorablemente a los primeros a la situación de minorías. Durante el gobierno de Restrepo, los dirigentes conservadores y liberales hicieron una experiencia práctica de convivencia y un trabajo conjunto, cuya importancia sería difícil sobreestimar en la conservación del régimen constitucional durante los años siguientes. Aunque el país volvió a los regímenes de partido, y éstos reimplantaron las prácticas hegemónicas tradicionales, lo hicieron dentro de cierto legalismo y respeto a los derechos de la oposición (Melo, 1989, p. 231).

En tercer lugar, el naciente proceso de industrialización, la economía cafetera, los efectos de posguerra, la consolidación de los puertos del Caribe y el río Magdalena crearon las condiciones para el surgimiento y consolidación del obrerismo organizado, el cual aglutinaba artesanos y trabajadores en la búsqueda de mejores condiciones salariales. Esta dinámica se veía fortalecida, en parte, por la economía cafetera que consolidaba un mercado interno y, a la vez, favorecía la incursión en el mercado mundial produciendo una serie de efectos en las décadas de 1910 y 1920. El historiador Bernardo Tovar los resume de la siguiente manera:

la acumulación de un capital dinero en manos de empresarios nacionales, que posibilita la formación del fondo de capital invertible en establecimientos industriales; la integración a la economía monetaria de un amplio sector nacional y la consecuente constitución de un mercado, el cual representa otra condición propicia para el surgimiento industrial; la implantación de una red ferroviaria, la que a su vez contribuye a las expansiones de la producción y exportación del café, del mercado y de la industrialización; el desarrollo de las ciudades en la zonas cafeteras y en los circuitos de transporte y comercialización del café, las cuales anexionaban un conjunto diverso de actividades, captan influjo poblacional y de este modo coadyuvan a la complejidad de la vida económica y social; la formación de grupos sociales que tienen una incidencia directa en la escena política y en las determinaciones del Estado (Tovar, 1984, p.16).

Este despegue industrial favoreció la concentración de mano de obra en centros urbanos que facilitaron la instalación de talleres e industrias pequeñas. Según Luis Ospina Vásquez "montar una fábrica era ya un negocio, no una aventura", debido al impulso ofrecido por el Estado con políticas proteccionistas para promover la industrialización: "se habían establecido industrias en el país, se estaban estableciendo otras. No se trataba ya de ensayos aislados y de crecimientos esporádicos. A fuerza de ensayos y de fracasos, con no poco costo para los que emprendieron en fábricasPage 171y para los consumidores, se estaba logrando un medio relativamente favorable a la propagación de las industria fabriles" (Ospina, 1954, p. 362).

Esta mano de obra que irrumpía en las ciudades pronto propugnó por mejoras a sus condiciones laborales en torno a la sindicalización de sus reivindicaciones. Miguel Urrutia, pionero de las investigaciones sobre el movimiento obrero, plantea lo siguiente al respecto:

Durante todo el año de 1918 continuaron organizándose sindicatos, y al final del año se fundó la Confederación de Acción Social en Bogotá, una organización que tenía como propósito el mejoramiento de la clase obrera. Los propósitos de la Sociedad, según sus estatutos, eran compatibles con la ideología conservadora del Presidente, y por lo tanto él aceptó la presidencia honoraria de la Sociedad. La sorpresa del Dr. Suárez debió ser grande cuando unas semanas después la Gaceta Republicana abandonó el grupo político republicano y se volvió el órgano periodístico del Partido Demócrata. Esta nueva organización declaró estar al servicio de la clase obrera y tenía vínculos muy estrechos con la Confederación de Acción Social (Urrutia, 1969, p.90)

El historiador Mauricio Archila da cuenta del proceso embrionario que permitió la consolidación de una identidad obrera en este proceso de industrialización. Su aporte radica en realizar referencias históricas explícitas en "las dinámicas internas de construcción de clase, sus formas de resistencia o adaptación a la opresión, sus valores y expresiones culturales, y en últimas, al proceso de construcción de identidad" (Archila, 1991, p.23). En su estudio deja sentada la discusión sobre la identidad política del socialismo implementado por los sindicatos obreros que surgieron...

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