Los intelectuales entre la modernidad y la posmodernidad - Núm. 9, Julio 2010 - Ratio Juris - Libros y Revistas - VLEX 217955861

Los intelectuales entre la modernidad y la posmodernidad

AutorWilliam Cerón
CargoFilósofo, Magíster en Estudios Políticos y doctorando en filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana
Páginas164-174

El artículo se inscribe en el marco del proyecto: "del liberalismo al neoliberalismo: un análisis filosófico político respecto al presente" del grupo de investigación Ratio Juris de la Universidad Autónoma Latinoamericana.

Filósofo, Magíster en Estudios Políticos y doctorando en filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana. Docente investigador de la Universidad Autónoma Latinoamericana. Coautor de los libros: Posontología y posmetafísica en el Siglo XXI. (U.P.B), Pragmatismo, posmetafísica y religión (U.P.B), Escenarios de reflexión: las ciencias sociales y humanas a debate. (U. Nacional). Dos han sido sus líneas de investigación: Filosofía política (biopolítica) Ética del cuidado de sí. Dirección electrónica: william.ceron@upb. edu.co

"El artista sólo surge de sí mismo, sólo es fiador de sí mismo, muere sin haber tenido hijos. Ha sido su propio rey, su propio sacerdote, su propio Dios."

Baudelaire

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¿Y cuál es la tarea del intelectual? En nuestros días, quizá sea una pregunta que equivoque, más que claridad, confusiones, cuando no más preguntas que respuestas satisfactorias. Así, entonces, preguntarnos por la tarea del intelectual es también preguntarnos ¿Qué es ser intelectual? 1, y en caso concreto ¿Cuál es su compromiso ético, social y político?

Intentaremos aquí, desde las ciencias humanas y sociales, un acercamiento que puede ser, en el plano más simple, una lejanía por cuanto lo que nos embarga al momento, la tarea del intelectual, no tiene referente de partida, es decir, no hay en nuestro tiempo mediado por la incertidumbre, el caos, la relatividad, entre otros, una buena base sobre la cual podemos inferir claridades que animen nuestra conciencia en el ejercicio de encuentro de respuestas a tan simples y, al mismo tiempo, complejas preguntas.

Pero todo el tiempo no ha sido así. En la antigüedad, por ejemplo, la tarea del intelectual comprendía tres funciones: profetizar, legislar y aconsejar, y las realizaba según la función correspondiente. La tarea del intelectual profeta que se atestigua en el Antiguo Testamento era la de anunciar la promesa del Reino y denunciar las injusticias que se cometían, ya no en el paraíso sino en la tierra: "Lávense, purifíquense! No me hagan el testigo de las malas acciones, dejen de hacer el mal y aprendan a ser el bien. Busquen la justicia, den sus derechos a los oprimidos, hagan la justicia al huérfano y defiendan a la viuda" (La Biblia Latinoamericana, 1995: 646). En otras palabras, los intelectuales profetas, por ser los mensajeros de los dioses, eran los seres valientes capaces de desafiar a los poderosos para poner su saber al servicio de los humanos; por tal razón, al predicar "La Buena Nueva" (La Biblia Latinoamericana, 1995: 717), 2 cumplían el mandato divino, pues, según ellos, de nada sirve conocer la justicia si no intentamos implantarla para establecer el orden justo y servir el bien del pueblo.

Hacer las leyes para guiar a los hombres era el en- cargo del filósofo intelectual romano. Tal fue el caso de Cicerón (106-43 a. C), quien defendió la idea de la existencia de una ley natural de característica universal y eterna que gobernara la vida de los hombres y de los pueblos en todas las épocas. Según Cicerón:

Existe pues, una verdadera ley, la recta razón congruente con la naturaleza, que se extiende a todos los hombres y es constante y eterna; sus mandatos llaman al deber y sus prohibiciones apartan del mal. Y no ordena ni prohíbe en vano a los hombres buenos ni influye a los malos. No es lícito tratar de modificar esta ley, ni permisible abrogarla parcialmente, y es imposible anularla por entero. No es una en Roma y otra en Atenas, una ahora y otra después, sino una ley única, eterna e inmutable, que obliga a todos los hombres y para todos los tiempos: y existe un maestro y gobernante común a todos, Dios, que es el autor, intérprete y juez de esa ley y que impone su cumplimiento. Quien no la obedezca huye de sí mismo y de su naturaleza de hombre, y por ello se hace acreedor a las penas máximas, aunque escape a los diversos suplicios comúnmente considerados como tales. (Cicerón, citado por Sabine. 1989: 145).

Finalmente, la función del filósofo griego fue la de aconsejar en el Ágora el mejor gobierno de la polis bajo los tres principios que son: parresía 3 (decir verdad), Page 165 isegoría (igual derecho a hablar) e isonomía (igual participación en el poder). En consecuencia, Platón comprendió que únicamente la filosofía podría tener éxito en el nuevo nacimiento del Estado, porque el filósofo era el único ser capaz de dar razones y argumentos definitivos para organizar una república justa y feliz. Al respecto, Eugenio Trias comenta que:

De hecho, el filósofo piensa la ciudad: unificada mentalmente todos los estamentos, todas las actividades, totaliza en su cabeza el cuerpo social. Y en virtud de ese control mental y consciente puede gobernar la ciudad. Entre tanto el artista produce. Y en su versión mimética llega incluso a producir en todas las direcciones, hasta el punto de que parece ser todas las cosas. (1997: 66)

Los intelectuales modernos

Se entiende por intelectuales universales a los representantes de la modernidad, cuyo papel fue multiplicar los poderes políticos en beneficio de un partido o movimiento 4. Así, por ejemplo, Hobbes postuló el Leviatán; Locke, el liberalismo; Rousseau, el contrato social; Kant, la asociación universal de los Estados; Martín Heidegger, el nacionalsocialismo; Marx, la lucha de clases; Lenin, el determinismo social; Jean Paúl Sartre, el estalinismo; Mussolini, el fascismo; Robert Nozick, el estado mínimo o ultraliberal. Aquí, el ideal platónico del filósofo rey sigue vivo, porque el mundo no será libre hasta que los filósofos sean reyes. Este es, por así decirlo, el programa de los filósofos universales. Foucault, en una entrevista, hizo énfasis en que el intelectual universal es la conciencia de la universalidad y la colectividad:

Durante mucho tiempo, el intelectual llamado "de izquierda" ha tomado la palabra y se ha visto reconocer el derecho de hablar en tanto que maestro de la verdad y de la justicia. Se le escuchaba, o él pretendía hacerse escuchar como representante de lo universal. Ser intelectual, era ser un poco la conciencia de todos. Pienso que se encontraba aquí una idea tomada del marxismo, y de un marxismo insípido: del mismo modo que el proletariado por la necesidad de su posición histórica, es portador de lo universal (pero portador inmediato, no reflexivo, poco consiente de sí mismo), el intelectual, por su elección moral, teórica y política, quiere ser portador de esta universalidad, pero en su forma consciente y elaborada (Foucault, 1980: 183)

Frente a los intelectuales modernos, vale la pena que nos detengamos en Karl Marx (1818-1883), por haber generado tanta polémica en nuestro tiempo. Podemos empezar preguntándonos, ¿Cómo plantea la izquierda la concepción del poder?, y la respuesta se da en términos represivos 5 pues el poder es sinónimo de manipulación y restricción que excluye, "reprime", "rechaza", "censura", "abstrae", "disimula", "oculta"; en otras palabras, es un mal que afecta por naturaleza a los individuos y una clase.

La razón histórica del marxismo la encontramos en el factor económico, porque el poder está subordinado a la economía, a la explotación económica Page 166 de una clase dominante sobre otra clase dominada. Se puede plantear la funcionalidad económica del poder en la medida en que el poder tendría, en su sustancia, el rol de mantener al mismo tiempo las relaciones de producción y la dominación de clases.

Según Marx, la estructura económica de una sociedades una instancia particular entre amos y esclavos, siervos y señores. Capitalistas y proletariados. Para cada una de estas dualidades, y en todas las épocas, las instituciones políticas y jurídicas han estado dirigidas por la clase dominante: los amos, los señores, o los dueños de los modos de producción. Marx, en El manifiesto del partido comunista, precisa: "En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones especiales" (Marx y Engels, 1976:111).

Una de las tesis que defiende Marx sobre la génesis del Estado moderno es la de que éste se da cuando el capitalista burgués ha explotado y alienado el trabajo del obrero; lo hace trabajar más de lo necesario para quedarse con el excedente (plusvalía), y así, poder obtener más capital: "El trabajo excedente de un hombre se convierte en condición de existencia de otros." (Marx, El Capital. Citado por Roll 1978: 269) Para ilustrar mejor lo comentado, supongamos que un obrero trabaja 9 horas diarias en producir un artículo y sólo le han pagado 5 horas; en este lapso de 9 a 5 horas es donde el capitalista se enriquecerá con las 4 horas no pagadas.

Continuando con lo anterior, la alienación se presenta cuando los obreros son reducidos a simples mercancías, a valores de cambio y a productos de su propio esfuerzo, llegando así a la deshumanización, Marx anuncia: "Estos obreros, obligados a venderse al detal, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado." (Marx y Engels, 1976:117)

Pues bien, frente al problema de la explotación y alienación, este autor propone su programa político, el cual, postula diez principios básicos. Veamos:

  1. Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para los gastos de Estado.

  2. Fuerte impuesto progresivo

  3. Abolición del derecho de herencia

  4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos

  5. Centralización del crédito en manos del...

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