¿Ciencia política vs filosofía política? Acerca de una interminable disputa epistemológica - Núm. 111, Julio 2009 - Revista Facultad de Derecho y Ciencias Políticas - Libros y Revistas - VLEX 213537693

¿Ciencia política vs filosofía política? Acerca de una interminable disputa epistemológica

AutorIván Garzón Vallejo
CargoAbogado de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín)
Páginas307-335

¿Ciencia política vs filosofía política? Acerca de una interminable disputa epistemológica1

Political Science vs. Political Philosophy ?

An endless epistemological dispute

Science Politique vs. Philosophie Politique?

Sur une discussion épistémologique sans fin

Iván Garzón Vallejo2

¿Qué queda de la relación filosofía-política en un mundo en el que, sea como consecuencia del final de la metafísica, sea como afirmación de la democracia, no se puede (¿ya?) pensar la política en términos de verdad?

Gianni Vattimo

La investigación científica y la filosofía, en cuanto tales, no se obstaculizaron nunca mutuamente. En rigor no son ellas las dos partes en la disputa que claramente se deja sentir desde hace bastante tiempo. Los que provocan esta disputa son más bien los que declaran que la ciencia exacta es la única que impone necesariamente la pauta de toda ocupación verdaderamente seria con la realidad y la verdad. Aunque con esto es evidente que no se formula una tesis propia de la ciencia, sino una tesis de teoría de la ciencia, es decir, una tesis filosófica.

Josef Pieper

    Este artículo fue recibido el día 3 de septiembre de 2009 y aprobado por el Consejo Editorial en el Acta de Reunión Ordinaria No. 10 del 2 de diciembre de 2009.

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Introducción

Pretendiendo reivindicar el carácter científico del estudio de la política, Alceu Amoroso Lima -conocido como Tristan de Athayde (1942), escribe:

Son felices los matemáticos. Inspira su ciencia tal respeto que a ella solo osan aproximarse los que realmente penetraron por lo menos al vestíbulo de la imponente ciencia de los números. Otro tanto ocurre con los cultores de las ciencias experimentales particulares. Solo discute de química quien conoce química, y solo da su parecer sobre un problema de física o de anatomía quien no está dispuesto a denunciar su ignorancia. A medida que pasamos de las ciencias de la naturaleza a las del espíritu, de las ciencias de las cosas a la ciencia del hombre, vemos desaparecer esa discreción. Y quien no osaría opinar sobre fisiología, créese apto para pontificar sobre psicología especulativa; quien se callaría ante un astrónomo contradice con firmeza a un metafísico. ¡Tal es la condición humana! Tal la serena convicción en que nos hallamos, de que todos entendemos de filosofía y de que podemos discutir de teología sin haber nunca sospechado siquiera la existencia de una ciencia de la revelación sobrenatural. Lo que sucede con las ciencias del hombre sucede con las ciencias de la vida social. Y muy particularmente con la política, con la economía y con las finanzas. No hay quien no tenga su plan para salvar el tesoro público. No hay quien no se crea preparado para reformar la sociedad sobre bases mucho más justas sirviéndose solamente de su infalible raciocinio individual. No hay, sobre todo, quien se rehúse a teorizar en materia de gobierno, quien no se crea capaz de ser un gran

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estadista. Nada hay, pues, más arriesgado que el emitir un parecer en aquello en que todo el mundo es maestro. Y donde, por consiguiente, cualquier afirmación de incompetencia, solo podrá pasar por falsa modestia... El problema político de acción depende de la solución dada a los principios generales a aplicar. O bien, como ocurre en la mayoría de los casos, cuando se lo desliga de sus raíces filosóficas y sociales, vuélvese un problema "ad hominem", de mera simpatía o antipatía personal, de interés profesional, de juego o de pasatiempo (pp. 129-130).

Ya hace más de medio siglo, el citado pensador brasilero llamaba la atención sobre la renuencia de la sociedad a considerar el estudio de los fenómenos políticos como una cuestión seria y rigurosa, y no meramente opinable. Al mismo tiempo, denunciaba la tendencia positivista de asumir como científico únicamente el conocimiento proveniente del método científico-experimental.

En nuestros días, la crisis del positivismo metodológico no ha resuelto el problema del estatuto del conocimiento político, y en los ámbitos académicos aún sigue latente la cuestión de si se pueden estudiar con certeza y objetividad los asuntos políticos y sociales. Ello entraña una cuestión epistemológica, que se puede sintetizar en esta pregunta: ¿se puede hablar válidamente de la verdad en los asuntos políticos? Si es así, ¿qué tipo de verdad es aquella? Y más aún, ¿se puede acceder a la misma?

En este artículo me propongo presentar los aspectos más relevantes del problema de la verdad en la ciencia política y en la filosofía política, sugiriendo que el aspecto antropológico define un núcleo de verdad universal, y mostrando cómo la misma definición de estas disciplinas es tributaria de la respuesta que se ofrezca a la cuestión epistemológica. Sugeriré también una definición de la filosofía política y un breve esbozo histórico de la ciencia política, poniendo de relieve la relación conflictiva entre dos disciplinas cuyo punto de intersección es el estudio de la praxis política. Con ello pretendo concluir que ninguna de las dos tiene un dominio exclusivo del estudio objetivo y científico de la política, y que, aunque recurren a diferentes metodologías, no son en sí mismas antitéticas. Señalaré el aspecto complementario de la ciencia política y la filosofía política, la necesidad de revaluar el paradigma conductista de aquella, y, finalmente, reivindicaré el estatuto epistemológico de la filosofía política en una época en la que el cientificismo metodológico sigue pretendiendo monopolizar el estudio verídico de las

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cuestiones sociales. Así las cosas, este artículo de investigación constituye un avance parcial -referido al marco epistemológico- del proyecto "Las razones políticas del creyente. La admisibilidad pública de los argumentos filosóficos y religiosos en la sociedad contemporánea", que me permite perfilar el estatuto epistemológico de los argumentos que no se apoyan en comprobaciones empíricas, pero que invocan cuestiones sociales relevantes y que se proponen en el discurso público. Para llevar a cabo tal propósito asumo una metodología crítica y hermenéutica, propia de las disciplinas teóricas humanistas, con la que haré principalmente una lectura de la bibliografía más relevante sobre el tema, poniéndola en discusión con la perspectiva positivista (aún) dominante en las ciencias sociales.

1. ¿Existe una verdad en los asuntos políticos?
1. 1 Un caso: la filosofía política ante la teoría de la superioridad de la raza aria

El profesor Raphael (1996, p. 13) escribe que la filosofía tiene dos funciones primordiales: la aclaración de conceptos y la valoración de las creencias. Así, el papel de la filosofía política consiste en buscar una justificación racional de los diferentes problemas planteados en la sociedad. Esto lo hace por medio de dos criterios: el de la coherencia lógica y el de la concordancia con los hechos. Así, el filósofo político se vale de una interpretación lógica de los presupuestos de una teoría política y los confronta con los datos empíricos que a su vez, extrae de la realidad. El autor trae a colación un ejemplo que consiste en comparar la teoría de la superioridad de la raza con la teoría democrática. La proclamación de los nazis de que la "raza aria" es una raza superior puede cuestionarse por medio de la igualdad defendida por la teoría democrática -criterio de coherencia lógica-. Y, recurriendo a datos biológicos y etnológicos se puede comprobar que el supuesto principal, el de la pretendida superioridad de una raza sobre otras, es falso y atribuible no a la realidad sino al uso del lenguaje, que, en este caso, presupone que existe una distinción entre "ario" y "no ario" -criterio de concordancia con los hechos (pp. 18-20).

En esa línea, Raphael (1996, pp. 16-19) considera que la filosofía política -y las demás ramas de la filosofía práctica- tiene como finalidad establecer un

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juicio acerca de si determinados principios y creencias son buenos y justos para el hombre y la sociedad. No si son verdad, toda vez que "no se trata de determinar qué es verdadero o falso, sino de establecer qué es correcto o incorrecto, bueno o malo". La razón es que los valores no son hechos, y aunque lo fueran, no existe un procedimiento para decidir en un conjunto de valores en conflicto, cuál ha de ser considerado objetivo o fáctico. Ahora bien, de la abstinencia epistémica del autor acerca del conocimiento de la verdad, se concluye que, la ausencia de consenso acerca del orden más justo para una sociedad impide determinar ideas correctas e incorrectas acerca de la cuestión. O, si por el contrario, algunos Estados adoptan principios democráticos, y otros adoptan principios comunistas o totalitarios, no es posible argumentar en favor de unos y en contra de otros. Por consiguiente, no parece claro cómo los dos criterios propuestos -el de la coherencia lógica y de la concordancia con los hechos- se pueden aplicar para cuestionar la idea de la existencia de una raza aria en el nacionalsocialismo, pero no para poner en entredicho el comunismo, el totalitarismo o el socialismo del siglo XXI como sistemas de gobierno. Pero sobre todo, ¿se puede establecer algo como bueno sin...

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