La justicia económica global en el sistema internacional de estados - De Westfalia a Cosmópolis. Soberanía, ciudadanía, derechos humanos y justicia económica global - Libros y Revistas - VLEX 857235427

La justicia económica global en el sistema internacional de estados

AutorFrancisco Cortés Rodas/Felipe Piedrahita Ramírez
Cargo del AutorFilósofo y magister en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia y doctor en Filosofía de la Universidad de Konstanz con estudios de postdoctorado en la Universidad de Frankfurt (Johann-Wolfgang-Goethe)/Filósofo y politólogo de la Universidad de Antioquia
Páginas159-189
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CAPÍTULO 5. LA JUSTICIA ECONÓMICA
GLOBAL EN EL SISTEMA INTERNACIONAL
DE ESTADOS
Durante varios siglos el orden mundial ha trabajado
a favor de un sistema universal de gobierno basado,
fundamentalmente, en la capacidad de los Estados
territoriales soberanos para servir al bienestar de sus
habitantes y cooperar entre sí de manera adecuada para
defender sus intereses compartidos. En ocasiones la guerra
ha sido repudiada por los gobiernos y la opinión pública
como instrumento político y efectivo, y el ascenso de los
derechos humanos y la protección de los mismos empezó
a plantear grandes obstáculos al mantenimiento de un
gobierno interior opresivo.
Falk, 2002a: 71
En los últimos tiempos, la exigencia de transformación de las re-
laciones de poder en el orden económico y político internacional
entre las sociedades más ricas y las más pobres se ha planteado
repetidas veces y de diferentes formas. En las décadas de los se-
senta y setenta la desigualdad se convirtió en el centro del deba-
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te en la política Norte-Sur. Con el surgimiento de coaliciones de
Estados que emergieron tras el fin del colonialismo, en los países
del Tercer Mundo se formó un sentido de identidad basado en la
experiencia común de una injusticia histórica y de una inferiori-
dad material significante frente a los países del Primer Mundo.
El hecho de que hubiera desigualdad en las relaciones económi-
cas internacionales hizo posible que se presentaran demandas
por una mayor participación en la distribución de las riquezas
entre los países del Primer y del Tercer Mundo, especialmente
transferencias de recursos, términos preferenciales de comercio
e inversión y una mejor distribución de las oportunidades en
educación, ciencia y tecnología. En las décadas de los ochenta y
noventa los reclamos basados en la justicia o en la desigualdad de
recursos entre los Estados desaparecieron. El argumento liberal
de la redistribución de los recursos, basado en las explicaciones
estructuralistas y en la teoría de la dependencia, dejó de plan-
tearse. Los países del Tercer Mundo fueron persuadidos de que
liberalizaran y desregularan sus economías para poder explotar
sus oportunidades en una economía global. La idea de que la glo-
balización abriría nuevas oportunidades a los países que hicieran
buenas elecciones políticas se convirtió en la consigna dominante.
No hay barreras estructurales sino elecciones políticas correctas,
se afirmó con el ejemplo de los países asiáticos que pudieron in-
tegrarse a la economía global (Bauman, 1999; Beck, 1998). Los
defensores neoliberales de las nuevas reglas del juego que gober-
naban la economía mundial afirmaron que en la economía mun-
dial los resultados desiguales no son injustos, pues se supone que
existe igualdad de oportunidades. Pero como lo experimentó la
mayoría de los países en vías de desarrollo, la igualdad de opor-
tunidades es algo que en realidad no existe. Las reglas que go-
biernan la economía mundial fueron, así, nuevamente la raíz del
gran descontento de la mayoría de los países del Tercer Mundo
que intentaban superar la desigualdad buscando incorporarse
a la nueva economía globalizada. Estas reglas, establecidas por
las tres instituciones que determinan el orden económico inter-
nacional —el fmi, el Banco Mundial y los acuerdos de tarifas y

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