Lecciones de unificación monetaria europea y particularidades sobre la integración latinoamericana - Núm. 12, Enero 2007 - Revista Oasis - Libros y Revistas - VLEX 845249719

Lecciones de unificación monetaria europea y particularidades sobre la integración latinoamericana

AutorRubén Martínez Dalmau
CargoProfesor de derechos constitucional y ciencia política de la Universidad de Valencia. Fue asesor de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela
Páginas433-450
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OASIS, N°12
DOSSIER OASIS
Lecciones de unif‌icación
monetaria europea y
particularidades sobre
la integración latinoamericana
1
Cfr. Yeager, Leland B., Relaciones monetarias internacionales vol. 2, Historia y política, para quien “se
dice que existe un patrón oro internacional cuando la mayor parte de los principales países mantiene
una convertibilidad de doble sentido entre el oro y su unidad monetaria nacional, mediante un cociente
suf‌icientemente f‌ijo, y apenas sí pone obstáculos a las entradas y salidas del oro. Este sistema es un estado
I. INTEGRACIÓN ECONÓMICA EN
AMÉRICA LATINA
Los procesos de integración moneta-
ria están directamente vinculados, en la
actualidad, al mantenimiento del valor de
la moneda. La búsqueda de la estabilidad
monetaria no es una novedad en la historia
económica, puesto que ha habido intentos
desde antiguo de conseguirla, principal-
mente a través de la asociación del valor
de la moneda a un material con valor pro-
pio. En el siglo pasado, el más conocido
sistema de estabilidad fue el denominado
patrón oro internacional, que predominó
ampliamente durante décadas, justo antes
de la Primera Guerra Mundial; a través
de la convertibilidad de la moneda con el
metal (oro), se pretendía anclar el valor de
la unidad monetaria nacional y evitar la
devaluación
1
. Pero el resultado no fue el
esperado. El mito del patrón oro, que pro-
Rubén Martínez Dalmau
Profesor de derechos constitucional y
ciencia política de la Universidad
de Valencia. Fue asesor de la Asamblea
Nacional Constituyente de Venezuela.
correo electrónico
ruben.martinez@uv.es
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pició un sistema monetario internacional
precario, f‌inalizó con la llegada de la Gran
Depresión que apareció a f‌inales de la dé-
cada de 1920 y se consolidó a principios de
1930
2
. La búsqueda de una moneda refugio
en el dólar norteamericano, fundamento
de los acuerdos de Bretton Woods, funcio-
nó hasta la década de los setenta, donde
varias condiciones propiciaron el f‌in del
esquema de cambios f‌ijos con la moneda
norteamericana y la asunción del régimen
de paridades f‌lotantes
3
.
Es a partir de ese momento donde al-
gunos países cambiaron su óptica y busca-
ron el objetivo de la estabilidad monetaria
en los procesos de integración. El ámbito
que ofrecía un marco propicio para esta
fórmula era el europeo: las Comunidades
Europeas, nacidas dos décadas atrás en los
Tratados de París (1951) y Roma (1957),
propusieron un impulso en su integración
monetaria que llevaría a la creación del
Sistema Monetaria Europeo, el Instituto
Monetario Europeo y, f‌inalmente, como
culminación de un largo proceso de inte-
gración monetaria, la moneda común y el
Banco Central Europeo.
Una primera conclusión del proceso
europeo de integración es que la aplicación
de políticas reales de integración y la per-
secución de un mercado único conllevan,
finalmente, la apuesta por la moneda
única. Esta decisión forma parte de la
propia dinámica del proceso de integra-
ción, y tiene lugar a requerimiento de las
condiciones para que el proceso integrador
llegue a un estadio superior de la mera
cooperación comercial. La moneda única
no es, desde luego, la última fase de un
proceso de integración -la integración en
políticas f‌iscales y en decisiones políticas,
más allá de las económicas, f‌ijan otros ho-
rizontes y, en buena medida, se desarrollan
al unísono-, pero sí señala el avance inte-
grador y se constituye como paso necesario
en el proceso. Con independencia de otros
benef‌icios de una moneda común en el
proceso de integración
4
, lo cierto es que
normal de gracia, santif‌icado por siglos de práctica, que en el mundo sólo ha perdido en las últimas décadas
–por lo menos, éste es el mito en el que cree mucha gente- (...). Es cierto que el uso de la moneda de oro
(y de plata) se remonta a la Antigüedad, pero la relación de valor, f‌ija y teóricamente permanente, entre los
diferentes tipos de dinero es un hecho que data de los dos últimos siglos” (Yeager, Leland B., Relaciones
monetarias internacionales vol. 2, Historia y política. Madrid, Alianza, 1984, págs. 553 y ss.).
2
Cfr. ibid. págs. 625 y ss.
3
En general, cfr. Torres López, Juan, Economía política. Madrid, Pirámide, 2000.
4
De Grauwe, v. gr., se ref‌iere a los costes y a los benef‌icios de la unif‌icación monetaria. Es cierto que las
distintas características que diferencian a unos países de otros se traducen en que el tipo de cambio, u otros
instrumentos de política monetaria, pueden servir para corregir estas diferencias, pero también lo es que, en
la mayoría de los casos, es posible encontrar alternativas a la utilización del tipo de cambio como instrumento
de política monetaria. Mientras que los costes de una moneda común están estrechamente relacionados con
la gestión macroeconómica de la economía, los benef‌icios se obtendrían principalmente en aspectos micro-
económicos. De la eliminación de las monedas nacionales y el paso a una moneda común pueden esperarse

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