Sobre las leyes y su dimensión ética - Núm. 124, Enero 2012 - Revista Vniversitas - Libros y Revistas - VLEX 493018670

Sobre las leyes y su dimensión ética

AutorFrancisco Jalomo-Aguirre
CargoCandidato a Doctor en Ciudad, Territorio y Sustentabilidad, Máster en Desarrollo Local y Territorio y Licenciado en Derecho o Abogado por la Universidad de Guadalajara
Páginas147-167

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A manera de introducción

Como este trabajo pretende evidenciar que las leyes o normas tienen una dimensión ética que es imprescindible, si se acata la función social que les origina, en contradicción con el discurso positivista de Austin, Bobbio, Hans Kelsen, Hart (1992) y Oliver Wendell Holmes, Jr. (citado en Palacios, 2008), por mencionar algunos autores, que maniiestan una marcada distinción entre la moral y el derecho, se estructuró el discurso bajo la siguiente tónica: en una primera sección se consideró oportuno plantear una serie de relexiones básicas que introducen al lector a la temática que aquí se ocupa y que facilitan la disertación teórica sobre la eticidad de las leyes; en un segundo momento y haciendo uso de las ideas esbozadas en el primer apartado, se relexiona, analiza y explica lo que es una norma o ley y cuáles son sus diferentes acepciones y, inalmente, el documento se remata con un apartado que delinea las conclusiones generales del trabajo y una serie de consideraciones inales que abren diferentes puertas de relexión sobre el tema al intentar relexionar sobre algunos dilemas éticos contemporáneos.

Establecido el derrotero de la exposición y antes de entrar en materia, es pertinente señalar que este trabajo pretende contribuir a la relexión sobre la dimensión ética de las leyes y por tanto el valor de los comentarios contenidos en este documento estará en la crítica y el debate que generen; ese será su verdadero aporte.

I Reflexiones iniciales

Para Tomas Hobbes, el hombre es el lobo del hombre, homo homini lupus, dando con esto a entender que el mismo hombre tiene la capacidad de destruir al hombre, de dañarlo, de ser tan despiadado como los lobos lo son con sus presas, en in, los demás son el inierno dice Sartre (citado en Bobbio, 1992). Sin embargo, ante este caos que puede impedir la total convivencia humana, existen leyes, tanto morales y jurídicas, que se han sido creadas por el hombre para protegerse de sí mismo mediante derechos y obligaciones, en aras de una mejor convivencia humana, que tienda a lo virtuoso “el bien” y no a lo vicioso “el mal”1, como dice Sánchez (1981).

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Está por demás demostrar que al menos hoy en día y salvo ligeras excepciones, el hombre nace y se desarrolla dentro de la sociedad, la cual está regida, según Rousseau (1993), por un “contrato social” que permite establecer acuerdos que permitan obtener buenos resultados respecto de ese “estar inserto en la sociedad” y más aún, cuando con él se pretende “(…) encontrar una forma de asociación que deienda y proteja de toda fuerza común a la persona y a los bienes de cada contratante, y por virtud de la cual cada uno, uniéndose a todos, sacriique una parte de su libertad, para obedecer al interés colectivo, del que es parte también(…)” (Rousseau, 1993, pp. 47-49). Entonces, por la necesidad que el hombre tiene de vivir, o mejor dicho convivir, y relacionarse con el otro, es necesario la creación de acuerdos motivados racionalmente, es decir, mediante actos de entendimiento que no solamente se sedimentan en un saber cultural, sino también en estructuras simbólicas2de sí mismo y de la sociedad a la que pertenece, en competencias y en patrones de interacción (Habermas, 2002, 40-48).

Muchas sociedades han podido sobrevivir durante varios siglos a través de “las normas”. Y es que con ellas se estatuye el comportamiento adecuado, ordenado y progresivo que la sociedad necesita por parte de sus integrantes para llevar a cabo, a través de dichos preceptos, una humanización que digniica cada vez más al hombre, o como postula la ética cristiana, una vida que santiique cada vez más al hombre y que lo aproxime más a la gloria divina (Hirschberger, 1981). Así, la norma es como una llama ardiendo en medio de la oscuridad, con la cual las personas que son guiadas a través de ella encuentran el camino correc-to para llegar a los ines deseados y son iluminados para no tropezar drásticamente o perderse durante el camino, o como dice Platón (citado en Hirschberger, 1981) en La República cuando habla del mito de la caverna, solamente el que reconoce el bien3puede actuar correctamente, es decir, puede encontrar el camino.

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La teleología estudia los ines, si examinamos la propuesta que trae consigo podemos decir que todo tiene un in: Aristóteles, en el Libro I de la Ética a Nicómaco nos dice, de forma parecida, que todo tiene un in, y que ese in es “el bien”, y no cualquier bien, sino “el bien principal”, el mayor (Aristóteles, 1981 y Calvo, 2005). Así por ejemplo, el in de la medicina es la salud; el in de la construcción naval es la navegación; el de la estrategia la victoria; Y si le preguntamos a Aristóteles, ¿cuál será el in del hombre? indudablemente nos respondería que la felicidad plena, la autorrealización (Aristóteles, 1981). Y esta felicidad no ha de ser otra que la que es guiada a través de la virtud, es decir, la felicidad que se obtiene a través del comportamiento de los hombres en sociedad que persigue lo virtuoso y que por tanto se aparta de lo que es vicioso (Sánchez, 1981).

Ahora bien, realizamos la analogía de la norma con la de una llama ardiendo e iluminando a todo aquel que en su caminar se tope con ella. También dijimos que el in del hombre4es “el bien”, “la autorrealización” y “la felicidad” (Aristóteles, 1981 y Habermas, 2002). Entonces, ¿qué tipo de normas se deberán seguir, para que el hombre llegue a su in? o mejor aún ¿qué parámetros se deben seguir para la creación de una norma que permita al hombre autorrealizarse o, como reiere Aristóteles (1981), que permita al hombre alcanzar la felicidad?

Bajo el tenor anterior, si nos evocamos a la moral, descubrimos que ella representa el mínimo de normas que el hombre ha creado para digniicarse, para humanizarse cada día más. En este caso no nos dice mucho etimológicamente la palabra moral, pero si tomamos la palabra moral del vocablo mos-moris de la Philosophia Morum romana (Mar-tínez, 2003) como “(…) el conjunto de normas que el hombre percibe como obligatorias en conciencia, por costumbre (…)” (Cortés, 1999), entonces podemos concluir que la moral o la vida moral es la invención primera y netamente humana para llegar a la felicidad que el hombre persigue, según Aristóteles (1981).

Por lo antes esbozado, cuando se hace referencia a la dimensión ética de las leyes, podemos decir que es la antología del orden social, y la que garantiza su permanencia dentro de la radical pureza de todos los

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valores (Martínez, 1998). Puesto que si una estructura normativa carece de dimensión ética, entonces no cumple con el valor primordial que le permite lograr al hombre la felicidad, es decir, el in último.

Es en este punto donde vale la pena hacer la aclaración que, aunque se tiende a utilizar la palabra ética al igual que la palabra moral indis-tintamente (Hegel, 1966), pues etimológicamente son sinónimos ya que ética, que proviene del vocablo griego éthos, signiica costumbre, y moral, que proviene del vocablo latino mor, moris, también signiica costumbre (Cortés, 1999, pp. 50-112), ese uso indistinto solamente es aplicable en un tiempo y contexto especíico de la historia (Martínez, 2003), que pertenece al pasado, porque actualmente no podemos decir que continúan siendo sinónimos, pues la moral como dijimos, se reiere a los códigos establecidos por alguna sociedad, es decir a las costumbres, y la ética es la relexión sobre dichos códigos, la relexión sobre la vida moral (Hegel, 1966) o, según Descartes (citado en Martínez, 2003, 14), una parte de la ilosofía y el último grado de la sabiduría.

Es así que la ética, diferenciada del concepto de moral, ha sido concebida por diferentes pensadores a través de los tiempos tal y como se describe y compara en el cuadro 1.

Por los conceptos comparados en el cuadro indicado en el párrafo anterior, se puede inferir para el presente trabajo que la ética es la ciencia que se encarga de la relexión ilosóica del comportamiento o conducta humana de los hombres en sociedad5, que permite diferenciar lo bueno de lo malo, para dicha colectividad, entonces, es posible, si el lector nos lo permite, airmar que para que una ley tenga dimensión ética, está debe ser el producto de una relexión sobre una determinada conducta humana que se considere mala para la colectividad, por tanto, prohibida a través de dicha ley, recordando el dístico de derecho que reza “los particulares pueden hacer todo aquello que la ley no les prohíba”.

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[VER PDF ADJUNTO]

Delimitada la diferencia entre ética y moral, es decir, precisadas las conceptualizaciones de eticidad y moralidad (Hegel, 1966), es oportu-no anotar que dentro de la literatura que aborda el tema de la moral, maniiesta Lon L. Fuller (1967) que la moral presenta dos acepciones distintas, una de ellas denominada moral de aspiración y la otra moral de deber (Lon, 1967; pp. 12-78) tal y como se desglosa en el esquema 1.

Se debe entender por moral de aspiración aquella que surge dentro de los caudales de la ilosofía griega, es la moral de máximos. Es la moral de la vida ejemplar, de la excelencia y realización más comple-ta de las facultades humanas. Es una de las más nobles tareas que el hombre puede realizar. Referirse a moral de aspiración es hablar acerca de lo que el hombre en...

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