El mal como el doble oscuro en la realización histórica de la Modernidad - Primera parte. El lenguaje del mal - Cartografías del mal. Los contextos violentos de nuestro tiempo - Libros y Revistas - VLEX 857335152

El mal como el doble oscuro en la realización histórica de la Modernidad

AutorLuis Fernando Cardona Suárez
Páginas37-70
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II. EL MAL COMO EL DOBLE OSCURO
EN LA REALIZACIÓN HISTÓRICA
DE LA MODERNIDAD
Luis Fernando Cardona Suárez
A continuación examinamos el proceso histórico de la Moder-
nidad a la luz de la problemática general del mal. La presencia
del mal en el mundo moderno no es simplemente un elemento
accidental de su desarrollo histórico; es, más bien, su doble
oscuro que emerge desde el núcleo que le da identidad a este
proceso civilizador, la libertad. Siguiendo la teoría kantiana
del mal radical, queremos mostrar, en un primer momento, la
filosofía de la historia que está en la base de la construcción
cultural de la Ilustración. En un segundo momento, observa-
remos este proceso cultural a partir de la conciencia estética
de las contradicciones internas del mundo moderno, detenién-
donos, de manera particular, en la vivencia que de ellas tienen
poetas como Baudelaire, Lautréamont y Conrad, pues en sus
obras estos escritores expresan con claridad el inmenso des-
garro y sufrimiento que se anida en la pretensión de progreso
que caracteriza al mundo moderno ilustrado. Y, en un tercer
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momento, siguiendo ahora las investigaciones de Schelling
sobre la esencia de la libertad humana, queremos mostrar el
dispositivo antropológico que se pone en juego en la realiza-
ción desmedida de la libertad. Aquí el mal se nos presentará,
finalmente, como el doble oscuro o invertido de la realización
cultural de la Modernidad.
A. LA IL USIÓN H ISTÓR ICA DEL PROGRE SO
En La religión dentro de los límites de la mera razón, más pre-
cisamente en la primera parte, titulada De la inhabilitación
del principio malo al lado del bueno o sobre el mal radical en la
naturaleza humana, Kant señala que el mundo mismo está en
permanente conmoción. En efecto, se trata de una queja tan
antigua como la historia misma. De esta queja se desprenden
dos posiciones distintas de filosofía de la historia. La prime-
ra puede ser considerada hoy una perspectiva conservadora,
pues señala que el mundo empieza por “el bien: por la Edad
de Oro, por la vida en el Paraíso o por una vida más dichosa
aún, en comunidad con seres celestes” (Kant, 1969, p. 29).
Pero esta felicidad pronto se estropeó debido a un trauma, e
inició así “la caída en el mal (el mal moral, con el cual siempre
fue a la par el físico), lo que para desgracia hacen [sic] correr
en acelerado desplome” (ibídem) grandes penalidades físicas,
una serie infinita de molestias que traen consigo nuevas caídas,
“de modo que ahora (pero este ahora es tan antiguo como la
historia) vivimos en lo último del tiempo, el último día y la
ruina del mundo están a la puerta […]” (ibídem). Esta pers-
pectiva histórica es retomada también por los diversos discur-
sos sobre el fin de la historia1, las leyendas de la expulsión del
1 La mayoría de los discursos sobre el fin de la historia es expresión, según
Norbert Bolz, de una cierta política posthistórica, donde no se trata tanto de
“[…] un ocaso de Occidente, una fase de caída, sino de una retirada de la
historia. Ella termina en un punto muerto como una partida de ajedrez. Ella
LUI S FE RNA NDO CAR DON A SU ÁRE Z
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Paraíso2, las teorías apocalípticas sobre la aproximación de un
ocaso del mundo, de Occidente, de la moral, de la familia y
las permanentes acusaciones sobre la caída de los valores y, en
general, del hundimiento histórico de la civilización occidental
como realización efectiva del nihilismo3.
inmoviliza la existencia y con el poder del mito domina al antiguo ordena-
miento de la naturaleza. Posthistoria es entonces el nombre de la paz eterna
como farsa.” (Bolz, 1993, p. 253, traducción propia)
2 En la historia del mundo occidental se han configurado innumerables narra-
tivas sobre la expulsión del Paraíso; sin embargo, la estrategia más fructífera
tanto teológica como filosóficamente fue la desarrollada a partir del siglo
XVI bajo la forma de descensus ad inferos: “[…] La relación de Cristo con los
muertos es una nota común a todas las variantes de descensus. Esta relación
fue concretizada a partir del siglo XVI en su contenido de diversas maneras.
Bajo cada una de estas concretizaciones se pone respectivamente una determi-
nada comprensión de lo que significa la muerte. Por consiguiente, la relación
de Cristo con los muertos puede ser desterrada sólo bajo una determinada
condición tanatológica como un tema común a las formas esenciales del des-
censo —descensus—. Es decir, el concepto de muerte debe ser pensado con
un alcance de significado tan amplio como extendido, de modo que dicho
concepto no sólo incluye a la muerte biológica, sino también a las diferentes
formas de la muerte social y de la religiosa.” (Herzog, 1997, pp. 453-454,
traducción propia)
3 Según Leo Strauss, la forma como se desarrolló en Alemania el nihilismo de
finales de siglo XIX adquirió una clara dimensión política. Esta dimensión es la
que caracteriza al llamado nihilismo alemán: “[…] El hecho es que el nihilismo
alemán no es un nihilismo absoluto, un deseo de destruir todo, incluso a sí
mismo, sino un deseo de destruir algo específico: la civilización moderna. Este
nihilismo limitado, si así puede decirse, deviene un nihilismo casi absoluto,
sólo por esta razón: porque la negación de la civilización moderna, el No, no
está guiado, ni acompañado, por ninguna concepción positiva clara.
”El nihilismo alemán desea la destrucción de la civilización moderna en la
medida en que ella tiene un significado moral. Como es sabido, el nihilismo
alemán no se opone en modo particular a los modernos medios técnicos. El
significado moral de la civilización moderna a la cual se oponen los nihilis-
tas alemanes está expresado en formulaciones como las siguientes: aliviar la
condición del hombre, o defender los derechos del hombre, o la más grande
felicidad para el mayor número de personas posibles […].” (Strauss, 2008,
pp. 126-127)
Por esta razón, el nihilismo alemán no implicó un rechazo de la técnica, sino
que la incorporó de manera radical a su programa de rechazo de la civilización
moderna.
EL M AL C OMO EL D OBL E OS CUR O EN LA R EAL IZA CIÓ N HI STÓ RIC A DE LA M ODE RNI DAD

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