Los movimientos sociales y los pasajes digitales: convergencias de un horizonte político alrededor del sujeto
| Autor | Claudia Pilar García Corredor |
| Páginas | 73-96 |
Capítulo 3
Los movimientos sociales y los
pasajes digitales: convergencias
de un horizonte político alrededor
del sujeto
Claudia Pilar García Corredor
Los indignados y la Primavera Árabe constituyen dos gran-
des movilizaciones sociales que, aunque contemporáneas,
presentan diferencias importantes en cuanto se dan en dos
regiones muy diferentes, con población y costumbres distan-
ciadas en materia de economía, política y religión. Sin embar-
go coinciden en el ejercicio social de la demanda por reivin-
dicar el ejercicio de participación ciudadana y la denuncia de
las inequidades socioeconómicas, como la falta de empleo,
alimento o al menos el acceso para conseguirlos. El ejercicio
ciudadano que se pone en juego en estas movilizaciones in-
volucra la participación de los sujetos en escenarios que his-
tóricamente conocemos como movimientos sociales y que
han representado la forma más pública del sujeto para actuar.
Desde su propia condición humana, cuando los sujetos ela-
boran su discurso basado en intereses propios y ejercitan la
vida activa, propician la construcción identitaria tanto de lo
colectivo como del yo a partir del ejercicio y la “acción” en el
ámbito social. Con Hannah Arendt (2006), entendemos que
“todas las actividades humanas están condicionadas por el
» Movimientos sociales e internet «
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hecho de que los hombres viven juntos, es solo la acción lo
que no cabe ni siquiera imaginarse por fuera de la sociedad
de los hombres” (p. 47). Es mediante ese actuar con intención
que el sujeto construye su propia identidad, el sí mismo se hace
en relación con los otros, en el reconocimiento del otro como
distinto y a su vez como referente del yo, el actor se constru-
ye en relación con los otros en dinámicas de interacción. Los
movimientos sociales en cuanto agentes que participan en
los procesos de interacción con otros, de transformación con
otros, pueden suscitar cambios sociales o transgredirlos.
Si el actor es quien promueve un cambio cultural desde su ló-
gica participativa o si es la cultura la que incide en la promoción
de nuevos actores, no es algo tan crítico de denir si entende-
mos que el sujeto-agente–actor y la estructura que lo contiene
se transforman de manera dinámica y exible en correlación
constante el uno con la otra. Lo realmente importante por re-
saltar es que los diferentes cambios culturales propiciados en
este proceso de interacción constante entre sujetos y estructu-
ras no puede verse de manera separada de las prácticas socia-
les, es decir, cualquier cambio cultural o cambio ideológico se
da entre actores que están imbricados con las diferentes mo-
dalidades de sus prácticas sociales especícas, y lo constituyen
como actor político. Los cambios culturales se legitiman dado
que son resultado de prácticas compartidas entre los sujetos.
El actor de hoy, que se comunica mediante los formatos di-
gitales y que encontramos en las movilizaciones sociales en
redes de formato digital, abanderando intereses políticos, so-
ciales o económicos, no es el mismo sujeto que tuvo que supe-
rar la transición hacia la primera modernidad de la Revolución
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