La nación de papel Textos escolares, política y educación en el marco de la reforma educativa de 1870 - Núm. 6-2007, Enero 2007 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 76690583

La nación de papel Textos escolares, política y educación en el marco de la reforma educativa de 1870

AutorAlba Patricia Cardona Zuluaga
CargoHistoriadora y Magíster en historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Profesora del Departamento de Humanidades de la Universidad Eafit.azuluaga@eafit edu. co
Páginas88-113

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Introducción

Este artículo se propone hacer un recorrido general por la reforma educativa de 1870, llevada a cabo por los liberales colombianos, para hacer evidentes las relaciones entre texto escolar, cultura política y formación de la nación.1 Se inicia con un bosquejo teórico breve que intenta mostrar la relación entre texto escolar y cultura política; luego pasa a mostrar algunos aspectos centrales de dicha reforma y presenta un análisis sobre la importancia de los textos, los autores y la concepción de autor como apóstol de la nación, el progreso y la civilización. El autor fue entendido entonces como poseedor de la palabra, no sólo por el saber epistemológico, sino, y sobre todo, por sus condiciones morales.

El autor, el texto y sus contenidos serán elementos integrales en los procesos de formación y consolidación nacional, que en el caso del periodo aquí trabajado, contaba con las dificultades de un país fragmentado en regiones y con muy pocos vínculos entre éstas y el Estado central. No obstante, los políticos de la generación radical no cejaron en su empeño de transformar el país a través de una educación basada en la observación, la ciencia, la experiencia y la razón, en detrimento de otra fundamentada en la oralidad, el catecismo, la tradición, la repetición y el dogma.

I Cultura política y textos escolares

La transmisión de saberes e ideologías que legitiman un orden dominante y configuran los sujetos en un orden político determinado, desemboca en la formación de una cultura política, es decir, en un esquema más o menos compartido y homogéneo de creencias, prácticas, lenguajes, discursos, relaciones sociales, formas de producción, etc., que se contextualizan dentro de un orden histórico y político determinado. La cultura política no existe como a priori, puesto que es una construcción en permanente proceso, de la que hacen parte múltiples fuerzas sociales e históricas. Ésta se establece a partir de criterios de orden y reconocimiento de la autoridad, formas de acatamiento y sometimiento a las voluntades del poder y medios de circulación de valores, erigidos como tal en un espacio geográfico e histórico dado.

La cultura política tiene sustento en un sistema de socialización que refuerza los enunciados que articulan la sociedad, haciendo de ella un conjunto más o menos homogéneo en el que prevalecen identidades compartidas. Tales prevalencias encontrarán en el aparato Page 89 escolar la Instancia por excelencia para su creación, implementación y circulación, proyectadas como construcciones simbólicas que representan al Estado, la nación y el sistema político.

La cultura política encontrará también un campo de expresión en la formulación de los contenidos cívicos. La cívica era entendida como "idolatría política", enaltecimiento hasta lo metafísico de los valores asociados con la vida democrática, la participación política y la grandeza de la nación. Para esta semantización serán imprescindibles emblemas, himnos, hitos fundacionales, héroes nacionales, folclore, "historia común", en fin, símbolos patrios.

La idea de una historia común se promueve como bastión de un futuro de felicidad también común. Se apoya a su vez en la escenificación dramática del pasado, retórica política que extiende lazos y crea la idea de una vida compartida, de vínculos sociales permanentes en función de símbolos y rituales que legitiman y sacralizan. La cultura política se plantea como una relación con el poder y los sistemas simbólicos que la legitiman y que permiten que se acepte como orden establecido, para lo cual es imprescindible la formación de ciudadanos en tanto sujetos políticos que repliquen el orden y se subyuguen racionalmente a él. Aquí se postula una relación entre lo que se dice y se reconoce como discurso ideológico y político, y lo que sutilmente produce significados sociales que intentan consolidar el orden establecido. Hablamos en este caso del uso político de la música, la literatura o ciertos mitos, épicas y héroes que constituyen modelos a seguir.

La "cultura política" se crea como sistema compartido de ser y de estar en el mundo, configurado a partir de sistemas organizados de transmisión de los valores que una sociedad instituye como tales, de retóricas simbólicas que crean mecanismos de "comunión" y respeto. La cultura política se convierte entonces en herramienta eficaz en la tarea de generar sumisión y coacción interiorizadas. Es un elemento consustancial a la nación, pues crea mecanismos de afecto para omitir la violencia física, ya que ésta pone en juego la legitimidad (López de la Roche, 2001). Aunque también estos discursos justifican la violencia para defender la nación de los otros, llámense enemigos extranjeros o enemigos internos, aquellos que ponen en vilo la estabilidad del sistema. En este punto se habla del discurso patrio como correlato del nacionalismo, imbuido de una lógica afectiva que justifica la acción de defensa (Parekh, 2000).

Los textos escolares son piedra ancilar en los dispositivos de la cultura política, en cuanto son voceros de los saberes legitimados como Page 90 verdaderos y de los códigos morales vigentes; son también los compendios de la Ideología que estructura un sistema cultural y depositarios de los saberes científicos, además de herramientas de formación de ciudadanos críticos, autónomos y libres; racionales, reflexivos y disciplinados; de ellos depende la instrucción del actor social en cuanto sujeto partícipe de la vida política. Si bien tales textos están fundados sobre un pasado legitimador de identidad, son también ficciones de futuro. Sus letras insinúan la formación de un ciudadano ideal.

El adulto enseña al niño la lengua hablada y escrita a través de los dispositivos escolares, entre los que juegan un papel capital los textos y sus escrituras. La enseñanza de la lengua implica la colonización, el control del mundo infantil que se hace por medio de sintaxis oficializadas; con ello se da inicio al ingreso del niño a la vida pública, a los órdenes racionales que se esgrimen en su paso de infante 'carente de palabra y de razón' a adulto:

Los libros de texto, son en realidad mensajes sobre el futuro y dirigidos a éste. Como parte de un currículo participan nada menos que en el sistema de conocimiento organizado de la sociedad. Participan en la creación de lo que la sociedad ha reconocido como legítimo y verdadero. Ayudan a determinar los cánones de la veracidad y al hacerlo contribuyen también a crear un punto de referencia principal para saber lo que realmente es el conocimiento, la cultura, las creencias y la moralidad. (Apple, citado por Herrera, 2003, p. 48)

II Texto y contexto

En el siglo XIX los textos escolares adquieren la función de inculcar los principios morales y culturales de la sociedad; tienen la misión de socializar políticamente, es decir, llevar a un escenario público que se hace masivo, los principios epistemológicos y deontológicos sobre los cuales se funda el Estado, para crear niveles amplios de legitimidad que posibiliten tanto el orden como el mantenimiento o perpetuación del sistema. La creciente preocupación de los políticos decimonónicos por organizar y sistematizar la instrucción pública: apertura de escuelas y centralización de sistemas escolares, y el desvelo por elevar los niveles de alfabetización, respondía al hecho de que en Occidente la ciudadanía se concebía soportada en la capacidad lectora y escritora, lo que también servirá para medir el nivel de inclusión de los países en los parámetros racionales de la modernidad.

La educación, entendida como un todo que fusiona la transmisión de valores fundamentales de la cultura con principios políticos democráticos, será un mecanismo de definición de la nación y de la creación Page 91 de una identidad nacional. En este contexto se inscriben los procesos políticos, los enfrentamientos partidistas y la pugna entre liberales y conservadores durante la hegemonía del radicalismo colombiano (18631885). El contorno filosófico está enmarcado por el arribo al poder de los liberales, llamados "radicales", y la promulgación de la constitución de 1863 que territorial y administrativamente estableció un Estado Federal, conformado por nueve Estados soberanos con amplitud de fueros y un alto nivel de autonomía frente a un débil esbozo de poder central.

La constitución de 1863 fue el resultado de fuertes pugnas entre los sectores políticos del país: los conservadores; los liberales, divididos en Gólgotas y Draconianos, y la iglesia católica. La constitución se firma después de la contienda civil (1859-1862) que ganaron los liberales Gólgotas, como marco de transformación de las instituciones, la administración y la cultura política del país.

La Constitución de 1863 fue el proyecto liberal de mayor envergadura en el siglo XIX. Su articulado proclamaba la defensa de los derechos y garantías individuales: la defensa de la vida como asunto capital, inviolabilidad de domicilio, libertad de palabra y de imprenta, libertad religiosa pública y privada, emancipación de los esclavos, abolición de la pena de muerte y supresión de los resguardos indígenas. Esta constitución se sintetizó en la promulgación de las libertades como derechos inalienables y condición central de la vida política. Las medidas que más encono produjeron fueron las tendientes a laicizar la sociedad y secularizar el Estado, menoscabando la ingerencia de la iglesia en los ámbitos públicos del país. Sin embargo, no puede afirmarse que haya sido una carta constitucional atea o antirreligiosa, pues sus postulados plantearon la importancia de la religión en la moralización de las...

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