Navidad en el Café Colombia - 20 de Diciembre de 2017 - El Tiempo - Noticias - VLEX 699337581

Navidad en el Café Colombia

Por los años sesenta, con la impagable veinteañerez a cuestas, sin un centavo en el bolsillo pero con las patillas bien arregladas, era satisfactorio estar contra el mundo y sus oropeles, contra lo que se llamaba el Establecimiento, pero sin pensar en echarle bala sino a lo sumo panfletarios esputos, contra la Iglesia y sus dogmas que traicionaban al verdadero Cristo enquistado en nuestros corazones de barrabases, contra la academia que defendía el idioma del atropello vanguardista de nuestros textos atroces, contra el trabajo que consumiría nuestros alientos acumulados solo para el disfrute sexual y el embeleco poético, contra las convenciones sociales y familiares como el matrimonio y las vacaciones, contra las fiestas patrias, tales el día de la raza y la independencia, y sobre todo contra las fiestas de guardar y muy en especial contra la Navidad o Natividad, que considerábamos una truculencia de almacenistas y una patraña sentimental con el Niño Dios como cebo. A lo sumo una llamadita a mamá, y ¡santas pascuas! Con el Monje Loco, no el Rasputín que murió hace 101 años en la Santa Rusia, sino Elmo Valencia, quien acaba de sacar a bailar a la parca que tenía la misma edad de él, 91 años, acostumbrábamos irnos el día de Navidad al Café Colombia, ese taller de reparaciones del mundo donde se daban cita todos los utopistas, ya fueran simplemente soñadores o pichones de terroristas. Teníamos una pléyade de anfitriones profesionales que nos pagaban la cervecería de consumo, entre los cuales cómo no mencionar agradecidos a los doctores Carlos Donneys, J. J. Caicedo, Leonidas López, Samuel García, Marco Fidel Chávez, Armando Holguín, el cojo Paredes y Max Rey, aunque estos dos últimos, por ser marxistas recalcitrantes, también se dejaban invitar. Estos sabios mecenas que tanto habían estudiado querían saber de boca de sus profetas en qué consistía esa carajada del nadaísmo que posaba a la vez de literatura, de arte, filosofía, y hasta de sociedad secreta a la que se le hacía mucha publicidad. Nos tomábamos las cervezas y los dejábamos con las dudas, pues les decíamos que la duda era el gran principio creador. Y así descartábamos los apremios. Se acercaban a la mesa infinidad de curiosos. Un profesor de literatura...

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