Octavio Paz o la poética de la política - 31 de Marzo de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 501549906

Octavio Paz o la poética de la política

Sebastián Pineda Buitrago* Para EL TIEMPO Desde la Carta de Jamaica de Simón Bolívar, o quizás desde Las crónicas de Indias, el ensayo en lengua española ha tenido un impacto sólo equiparable al de la novela y a menudo superior al de la poesía lírica. Antes del boom latinoamericano, antes de Cien años de soledad y de Rayuela, durante la primera mitad del siglo XX fueron de lectura obligada en nuestros colegios algunos ensayos del español José Ortega y Gasset, del mexicano Alfonso Reyes, del venezolano-chileno Andrés Bello y del argentino Domingo Faustino Sarmiento. En sus interpretaciones para entender la identidad de sus países y en sus críticas sobre la marcha del Estado, estos intelectuales se tomaron la discusión política como verdadero motivo artístico. El mexicano Octavio Paz prosiguió esta bella y necesaria tradición en la segunda mitad del siglo pasado. El premio Nobel que obtuvo en 1990 fue también un premio al ensayo hispanoamericano. Si bien compuso poemas de gran factura, como Piedra de sol, la fama de Paz radica particularmente en su ensayo El laberinto de la soledad. Publicado en 1950, el polvorín que levantó no se ha asentado todavía. Puesto a explorar la identidad de sus compatriotas, puso el dedo en la llaga. Desmitificó el nacionalismo de los países hispanoamericanos, demostrando cómo lo que hoy llamamos México o Colombia fueron invenciones políticas y militares de las oligarquías locales del siglo XIX. Dos siglos después, planteaba Paz, “nadie puede explicar satisfactoriamente en qué consisten las diferencias nacionales entre argentinos y uruguayos, peruanos y ecuatorianos, guatemaltecos y mexicanos”. Y luego enfatizaba: “la mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente. El daño moral ha sido incalculable y alcanza zonas muy profundas de nuestro ser. Nos movemos en la mentira con regularidad”. Más que en la política, creyó interpretar mejor a su país en el paisaje. Y al referirse al mapa de México para explicar el centralismo de su capital, yo encuentro que algo parecido se podría pensar de Colombia: “(…) Se levanta entre dos mares como una enorme pirámide trunca: sus cuatro costados son los cuatro puntos cardinales, sus escaleras son los climas de todas las zonas, su alta meseta la casa del Sol y de las constelaciones”. Sólo que Paz no conoció Colombia. Salvo un viaje a Argentina al final de su vida, no se paseó por otro país suramericano. Se reconcentró en el suyo. De suerte que de tanto...

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