La monotonía de los paradigmas jurídicos latinoamericanos - Núm. 10, Noviembre 2008 - Ambiente Jurídico - Libros y Revistas - VLEX 216509881

La monotonía de los paradigmas jurídicos latinoamericanos

Autor1.Dr. Ramiro Contreras Acevedo - 2.Dra. María Guadalupe Sánchez Trujillo
Cargo1. Doctor en Filosofía. Universidad de Guadalajara. 2 Doctora en Derecho. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
Páginas259-277

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(Recibido: octubre 9 de 2008. Aprobado: noviembre 9 de 2008)

Introducción

Puesto que el principio de racionalidad científica de los siglos XVIII, XIX, XX y XXI continúa con su pretensión de determinar la cientificidad en un conocimiento, las ciencias sociales tienen sus dificultades metodológicas y el problema, muy agudizado, se evidencia en las ciencias jurídicas. Todavía hoy, existe una fuerte tensión entre las diferentes concepciones metodológicas en el área del derecho, donde unos ciudadanos exigen que sus intereses sean vistos desde el formalismo jurídico y otros desde la hermenéutica; unos demandan un principio metodológico y otros, otro3. Por ello es necesario subrayar que en el área del derecho pasa lo que en ninguna otra ciencia: el derecho es una realidad no sólo tridimensional (se crea, se aplica y se ejecuta), afirmación que ya es aceptada, sino que, cada uno de estos “momentos del derecho” requieren, tanto de una precisión temporal, al que se refieren, como también una metodología apropiada y que no necesariamente es la igual a todas las áreas ni para todas las épocas. Este último punto no ha sido tratado adecuadamente, es decir, cuando esto no se distingue y no se aplica la correspondiente metodología a cada uno de estos momentos del derecho, el impacto social y las confusiones son enormes. Es necesario, por ello, que tanto en los programas docentes, como en la capacitación a operadores jurídicos, sobre todo a jueces, se tenga en cuenta esta particularidad que requiere el derecho.

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La cultura occidental moderna que se ha gestado desde hace cuatro siglos y que, quizás, ha llegado a su culminación en el siglo XXI, ha llevado consigo la fe en el credo “racionalista” que identifica la racionalidad de las creencias y de las obras humanas con el uso del método demostrativo y cuya pretensión es eliminar todo rasgo de arbitrariedad subjetiva y, afirma, garantizar la objetividad del conocimiento.

1. Antecedentes: la herencia de la modernidad

En el fenómeno de la globalización se esconde un fuerte equívoco: la globalización se ve como algo “natural” y como “natural” se acepta, también, su fuerza hegemónica. Hoy, sin embargo, hay fuerzas contra-hegemónicas muy importantes, es decir, también existe una globalización desde abajo que, entre otras cosas obliga a replanteamientos sobre las relaciones entre derecho y Estado, entre derecho y movimientos sociales y entre un posible pluralismo jurídico y el sistema garantista. El derecho, en Latinoamérica, no ha formado parte de los temas de las investigaciones de la sociología, sino hasta muy recientemente.

Estas tendencias, las hegemónicas y las contrahegemónicas, producen una constante tensión en toda América Latina. Los términos “producción del derecho”, “la función del derecho”, “representación política”, etc., tienen significados distintos para las dos globalizaciones e inciden en el futuro de las sociedades, sobre todo, de grupos indígenas y grupos minoritarios. En el campo de la aplicación del derecho esto no se ha distinguido adecuadamente y hay una polisemia cuyos efectos impactan pero no se advierten.

La creación del derecho en los países latinoamericanos y la teoría jurídica han seguido una metodología positivista; sin embargo hoy, en Latinoamérica se ha comenzado a afirmar que el derecho nace de los movimientos sociales. Pero no todos lo ven así, ni lo aceptan. La sociedad se rige hoy, todavía, por paradigmas de la modernidad occidental.

Dos palabras sobre ella: Los románticos de finales del siglo XVIII habían vislumbrado la posibilidad de que el ejercicio de la libertad individual fuera, en la sociedad moderna, como había sucedido en la Grecia clásica. El paradigma para la construcción normativa descansaba en esta visión cultural. Después de casi dos siglos, parecería que en América Latina se han superado posiciones metafísicas y sus derivados: el idealismo filosófico, el materialismo y el empirismo moderno que aparecen como provenientes de temas de dimensión salvífica o de visio-Page 261nes identitarias y vislumbra horizontes con otros soles4. Latinoamérica vivió acríticamente el síntoma de la modernidad: la irracional relación de la razón sobre la humanidad, la desmedida ambición de poseer la naturaleza por medios científicos, tecnológicos y económicos con la pretensión de superar consigo paradigmas ya sufridos, sobretodo en durante el siglo XIX: se defendían binomios: la “barbarie o civilización”, “liberales o conservadores”, “atraso o progreso” y se soñó que el progreso vendría desarrollando el mercado.

Se pregona que ser moderno es tener democracia y se entiende ésta como una forma de gobierno que prioriza la economía y el poder, sobre la calidad de vida social. La modernidad y la posmodernidad, en Latinoamérica, han mantenido prácticamente la misma idea de “naturaleza”, “sociedad”, “ley” y “Estado”. Se cree que “producir” y “ganar” es el único modo de estar en la sociedad.

No es extraño que el mercado y la economía que viven de él, cuando se ven amenazados, vicien los ámbitos de la vida pública y este entretenimiento toque los cimientos de los sistemas sociales, educativos, ambientales y normativos.

Ya no se le da interés a la crítica marxista que subrayaba que la praxis social abarcaba las dimensiones del tiempo (histórico) y del espacio (social) y establece una mediación entre la naturaleza subjetiva de los individuos implicados en la cooperación social y la naturaleza externa. Hoy ese proceso de mediación se “economizó” y es parte del motor del mercado.

El trabajo, que en el siglo XIX se pensó que se podía interpretar en términos de estética, el juego más interesante que realiza el hombre, deviene en un proceso circular de extrañamiento, no de objetivación y reapropiación de las fuerzas del propio ser humano. Ese proceso de auto-mediación de la naturaleza que recoge en sí la autorrealización de los sujetos activos que intervienen en él, como afirma Hegel, es hoy un asunto de la economización de la vida y la filosofía de la praxis, que quiso extraer los contenidos normativos de la modernidad, de una razón encarnada en el acontecer mediador que es la praxis social5, no forma parte del paradigma que crea la norma de la sociedad latinoamericana.

En la sociedad latinoamericana sucedió lo que en todas las sociedades modernas: la pérdida de la “vida ética” en la esfera de la sociedad civil, la dinámica catastrófica de la economía, la deshumanización del tra-Page 262bajo y la miseria de la clase trabajadora, tanto en las ciudades, como en el campo.

En la sociedad latinoamericana, la ley, la moralidad y la política han perdido su función emancipadora y de gestión social6. La única “libertad” en esta sociedad tampoco se define ya por la continua necesidad de producir para vivir: no hay trabajo. La crítica que Marx hizo a Hegel –justificar la diferenciación funcional en el Estado moderno-, el surgimiento de los subsistemas de economías relativamente autónomas, la política, la administración de la justicia, la cultura, la pérdida de la vida estética en la sociedad civil, hoy insisten en la pretensión de darle sentido a Latinoamérica, mientras que aumentan los pobres y empeora la calidad de vida de la mayoría de los latinoamericanos.

A la modernidad latinoamericana siguió la posmodernidad y a ésta la globalización y su deslumbrante tecnología de los medios de comunicación. Todo el orgullo de fundamentación de la verdad “social” y “jurídica” tiene como madre un razonamiento apoyado y manipulado por la noticia mediática: la verdad para los ciudadanos es lo que los medios masivos de comunicación difunden. Hoy más que nunca hay que decir que “la cultura occidental latinoamericana vive de una creencia que sostiene como ciencia”7.

Todo el siglo XIX critica y reflexiona sobre el fundamento de la razón práctica, de donde la sociedad pueda alimentar su obrar. Pero, es en ese siglo donde moral y derecho consagran su divorcio. Mientras, irónicamente, en América Latina, paso a paso y con dificultades despierta la sensibilidad hacia la igualdad, la diversidad y la identidad. Hoy esa sensibilidad del siglo XIX no ha muerto, a pesar del insistente afán del Poder.

Por ello, darle mayor seriedad al tema de una teoría jurídica latinoamericana, aparece como necesario. Esta afirmación no es una afirmación paralela a aquellas corrientes de filosofías “latinoamericanas”, con pretensiones de ser diferentes a las europeas, pero sí como una reflexión histórica con contexto propio. Esto, sin embargo, requiere de un instrumental teórico específico y unos criterios epistemológicos diferentes –nuevos- para abordar estas tareas. Los “estudios críticos sobre el derecho en América Latina”8 ya son un área iniciada con unPage 263programa específico: el derecho es visto como un fenómeno social fundamental para, por un lado, posibilitar o articular la dominación política excluyente e injusta, de movimientos hegemónicos: un derecho que pretende compensar la debilidad de un sistema político. Por otro lado, existen quienes ven en el derecho un potente instrumento emancipatorio.

En ambos casos, debe deslindarse si se trata de una instrumentación del derecho que exija el replanteamiento de los elementos de las fuentes del derecho, de la clásica definición que rezaba: “las fuentes del derecho son la ley misma, la costumbre, la jurisprudencia, (quizás se le dio mucha importancia a las fuentes materiales, pero no a las...

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