Parte general - El Sistema Integral de Seguridad Social: parte general y el subsistema general de pensiones - Libros y Revistas - VLEX 950069771

Parte general

AutorAlfredo Puyana Silva
Páginas11-68
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parte general
Desde siempre la humanidad (el individuo, la familia, la comuni-
dad) ha estado expuesta a diversas contingencias cuya realización
puede dar como resultado un desastre que la lleve a desaparecer.
Por depender del grado de progreso de las sociedades, tales even-
tualidades son de diferente clase; sin embargo, por lo general, la
reacción frente a ellas es común, pues lo que se busca es protegerse
de sus efectos, eliminarlas o reducir su impacto. Así, el individuo,
la familia y la comunidad se hallan inmersos en una permanente
exploración de soluciones ante los daños que pueda causarles la
realización de una de estas contingencias.
Con base en lo poco que se ha podido conocer acerca de los re-
motos tiempos de la prehistoria, es posible afirmar que el hombre
buscó asociarse primero en grupos familiares, y después con otros
grupos, para defenderse del medio ambiente hostil que lo rodeaba
puesto que no podía bastarse por sí mismo, con lo cual, primero,
adecuó refugios naturales y construyó luego fortificaciones rudi-
mentarias, a la vez que ideó y diseñó distintas formas de defensa
a fin de derrotar la contingencia que suponía ser destruido por un
enemigo ambiental representado en las desconocidas e imprede-
cibles fuerzas de la naturaleza.
Con el transcurrir del tiempo, la humanidad logró un mayor desa-
rrollo, lo cual trajo consigo otras contingencias que igualmente la
obligaron a idear nuevas soluciones. Por ejemplo, las enfermeda-
des, que fatalmente llevaban a la muerte, pudieron ser hasta cierto
punto contrarrestadas gracias al conocimiento de los cuerpos de
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los animales que los cazadores destazaban para el sustento, lo que
los llevó a investigar la composición del cuerpo humano; también
mediante el aprovechamiento de las propiedades medicinales de
las plantas se pudo restablecer y mejorar la salud de los individuos.
Así, los egipcios desarrollaron la técnica de la momificación, lo que
les permitió entender mejor el cuerpo humano, elaborar diagnós-
ticos sobre este y descubrir el tratamiento adecuado para ciertas
enfermedades, incluido el procedimiento para sanar las fracturas
de huesos, claro está, sin desechar los conjuros y exorcismos con
los que buscaban curar a los enfermos.
Pronto se establecieron asociaciones particulares con fines reli-
giosos o de previsión, o colegios artesanales (Rengifo, 1982: 32 y
ss.), con los que se aseguraba la celebración del rito funerario o,
de manera limitada, se reconocían prestaciones económicas para
las viudas o los huérfanos. Posteriormente, en la Edad Media, al
desvincularse una parte de la población de la servidumbre agraria
y formarse los burgos, nacieron formas de asociación con mayores
objetivos de protección.
Por ejemplo, en los países nórdicos surgieron las Guildas (agrupa-
ciones de mercaderes o comerciantes) con propósitos religiosos y
de protección de los asociados y sus bienes, y con un claro senti-
do de asistencia mutua. En sus estatutos se preveía auxiliar a los
enfermos, celebrar las honras fúnebres y brindar educación a los
hijos huérfanos. En la Francia medieval (siglos xii y xiii), y como
una continuidad mejorada de los Collegia, se constituyeron las
Corporaciones de Oficios, las cuales tenían un espíritu gremial por
agrupar individuos que practicaban el mismo oficio; los rangos al
interior de dichas Corporaciones comprendían los maestros, los
criados u obreros y los aprendices. El mayor rango era el de maestro,
encargado de la instrucción del aprendiz y con la obligación de
proporcionarle alojamiento, alimento y vestuario. Al terminar la
etapa de instrucción el aprendiz adquiría la condición de criado u
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obrero, y podía contratar con el maestro las condiciones laborales,
incluida la remuneración, con la obligación del maestro de darle
protección y garantizar su estabilidad laboral, y sin la facultad de
despedirlo a menos que fuera por una justa causa.
En paralelo con las corporaciones de oficios se desarrollaron las
cofradías, formadas por artesanos del mismo oficio para atender
las prestaciones por enfermedad, desocupación e incapacidad; los
cofrades tenían la obligación de pagar una determinada cuota para
el sostenimiento y pago de las prestaciones. Al mismo tiempo en
España el Estado organizó los Montepíos, con el fin de auxiliar y
proteger a las viudas y huérfanos, en especial de los militares.
Las corporaciones de oficios funcionaron hasta el siglo xviii, cuan-
do Jacques Turgot1, bajo la influencia de los enciclopedistas, y
con el argumento de garantizar la libertad de trabajo, suprimió
las corporaciones; sin embargo, de una u otra forma continuaron
funcionando hasta que en 1791 la Ley Chapelier prohibió toda
forma de asociación, con la consecuente desprotección del obrero
quien debió enfrentar por sí mismo la atención de las diversas
contingencias que antes asumían las corporaciones de oficios y
las cofradías.
Como paso previo a los seguros sociales creados en Alemania en
1883, es importante recordar las Cajas de Hermandad alemanas,
presentes durante el siglo xiii y destinadas a ayudar a los enfermos e
incapacitados mediante los subsidios que aportaban los asociados.
Estas cajas funcionaron especialmente en la explotación minera,
1 El Edicto Turgot fue dictado en 1776 y suprimió las Corporaciones de Oficios, porque
iban en contra de la libertad de trabajo. turgot, ministro del rey luis xvi, autor de este
edicto, recogió las ideas fisiocráticas del siglo xviii, al proclamar que los males franceses
en materia comercial e industrial se encontraban en la facultad de los artesanos del
mismo oficio para unirse y reunirse en cuerpo. Tomado de [www.robertexto.com/
archivo15/derepenal_escuelas.htm].

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