Sobre la paz y los diálogos. Consideraciones sobre el papel de la sociedad civil - Núm. 10, Julio 2006 - Opinión jurídica - Libros y Revistas - VLEX 223458641

Sobre la paz y los diálogos. Consideraciones sobre el papel de la sociedad civil

AutorWilliam Ortiz Jiménez
CargoLicenciado en ciencias sociales. Especialista en cultura política
Páginas51-59

El ensayo es parte de la investigación terminada: Los paraestados en Colombia, recientemente sustentada en Granada, España, para optar al título de doctor en Sociología y Ciencias Políticas. También hace parte de la investigación que el autor lleva a cabo en las universidades Autónoma y Nacional de Colombia, sede Medellín, de las cuales es docente e investigador en el área de Ciencia Política.

William Ortiz Jiménez es Licenciado en ciencias sociales. Especialista en cultura política. Magíster en ciencias sociales: cultura y vida urbana. Diploma de Estudios avanzados en Estudios Iberoamericanos: realidad política y social, Universidad Complutense de Madrid. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas, Universidad de Granada, España. wortiz@unalmed.edu.co

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Sobre la paz y los diálogos, a modo de introducción

Dice Daniel Pécaut, que nociones como "sociedad civil", "capital social", "sector público", entre otras, vienen ocupando desde hace ya varios años, un lugar cada vez más preponderante en las ciencias sociales, pero que en el fondo todas estas expresiones se refieren al mismo problema, esto es, cómo crear un modo de regulación social que no sea ni el Estado ni el mercado1. Más que una apuesta por la regulación social, lo que parece ser se ha perdido por la violencia opción por la cual han optado un grupo de colombianos, es el concepto de lo público.

Antes de iniciar la apuesta por la disertación en torno a la paz, se comienza el ensayo con una aproximación al concepto de lo público, para luego, desarrollar toda una formulación teórica sobre la conformación de la sociedad civil

El decir público parece estar enmarcado en las discusiones acaecidas en Grecia, más exactamente en elágora,para expresar con ello, el ámbito de la igualdad, donde los ciudadanos tienen el espacio para debatir los problemas concernientes a la ciudad. Es en verdad, el espacio donde impera la acción y la palabra, bastante confundido con el espacio político2, lugar común, de isonomía o el mundo de la acción conjunta, en palabras de Hannah Arendt.

Sin embargo, retomando a Habermas, en la traducción del texto que del francés hace Pécaut al español, el filósofo considera que lo público es el potencial de racionalidad inscrito en la práctica comunicativa de cada día, pero con la salvedad que no puede estar al margen de la vida privada, sino que hace parte de ella. No es más que "el mundo vívido", que surge precisamente, con la esfera de la ilustración y la modernidad.

Con base en estas dos nociones, respecto al concepto, se asoma una fundamentación teórica que incita al lector a reconocer que en lo público se postulan, al menos, los siguientes acuerdos: la semejanza de los ciudadanos referente al tema dePage 53los intereses comunes o principio generador, que bien llamaba Tockeville, para expresar con ello el derecho a tener derechos o la igualdad de condiciones; la posibilidad de entablar debates en espacios libres, sin que el Estado regule y restrinja las libertades; poner en práctica los principios constitucionales relacionados con la libertad de opinión, de organización y libre desarrollo de la personalidad, para tal fin, se propone la recuperación de lo público y el asumir un mundo común; la validez de los debates sin descalificar a ninguno de los actores o ciudadanos que los propone, pues la primera forma de representación democrática está implícita en el carácter de persona jurídica, según el acuerdo constitucional, y, por último, la imbricación de la sociedad civil, retomando las palabras de Habermas, que él llama "el espacio público político", para demarcar la separación que debe existir con la política institucional.

Los estudios de varios investigadores indican que a comienzos de la década de los noventa del pasado siglo, hubo en Colombia un fuerte compromiso por redimensionar lo que podría denominar el papel de la sociedad civil en torno al tema de la paz.

El término o concepto de sociedad civil se aborda, muchas veces en Colombia, de manera peyorativa y en su lugar se dice "llamada", es decir que no adquiere reconocimiento o sustento real en nuestro medio. Aún así se sostiene que en el contexto mundial no hay una sociedad civil paradigmática3, sino que aflora de acuerdo con los contextos internacionales; por tal motivo, se tiene como propuesta en los actuales momentos de coyuntura y discusión política, que se estructure un prototipo de sociedad en Colombia que adquiera los visos de civil y que gane claridad frente a la propuesta del gobierno y otros actores que tratan de redefinir el pacto social.

Los estudios de varios investigadores indican que a comienzos de la década de los noventa del pasado siglo, hubo en Colombia un fuerte compromiso por redimensionar lo que podría denominar el papel de la sociedad civil en torno al tema de la paz. Aunque no es tan definido, sí se logra captar que la sociedad civil no está consolidada, pero el hecho de participar sí es un avance significativo porque se constituye en una acción relevante que aporta, a la masa crítica, aspectos positivos. Ahora bien, la participación se ha iniciado por la vía de paz, situación que obedece a la misma lógica del conflicto que opera en el país, el cual deja, como vía de hecho, la búsqueda incesante de este camino, y que lleva a olvidar otras realidades cotidianas que en verdad podrían fortalecer la sociedad civil.

¿Qué se entiende por sociedad civil?4 La precisión del concepto se tratará de sustentar en auto- res contemporáneos, entre ellos, Cohen y Arato, que la definen "como una esfera de interacción social entre la economía y el Estado, compuesta ante todo de la esfera íntima (en especial la familia), la esfera de las asociaciones (en especial las asociaciones voluntarias), los movimientos sociales y las formas de comunicación público5. Consecuentemente poseería los siguientes componentes:

La pluralidad, compuesta por familias, grupos informales y asociaciones voluntarias cuya pluralidad y autonomía permite una multiplicidad de formas de vida; la publicidad, a través de instituciones de la cultura y la comunicación; la privacidad, conocida más como un ámbito del autodesarrollo y la elección moral; la legalidad, es decir, la estructura de leyes generales y derechos fundamentales necesarios para demarcar la pluralidad, privacidad y publicidad de, al menos, el Estado y, tendencialmente, la economía.

Otra de las aproximaciones a la nominación, aunque desde una perspectiva más concomitante, es la que nos dan conocer Kumi Naidoo y Rajes Tandon, para quienes la sociedad civil es un concepto político porque está asociada con el ejercicio del poder para adelantar y defender los intereses económicos, sociales y políticos de los ciuda-Page 54danos. Agregan que a través de la participación de la sociedad civil en la vida política, es como se provee las condiciones para un desarrollo sostenible y una vigorosa vida pública6.

De otro lado está Larry Diamond7, con una reflexión muy cercana al orden constitucional y normativo, autor que considera a la sociedad civil "como el espacio de la vida social organizada que es voluntariamente autogenerada, (altamente) independiente, autónoma del Estado y limitada por un orden legal o juego de reglas compartidas". Resalta que es distinta de «la sociedad» en general, por cuanto involucra a ciudadanos actuando colectivamente en una esfera pública para expresar sus intereses, pasiones e ideas, intercambiar información, alcanzar objetivos comunes, realizar demandas al Estado y aceptar responsabilidades oficiales del Estado. La sociedad civil es una entidad intermediaria entre la esfera privada y el Estado.

Discurridas las propuestas teóricas en torno a la sociedad civil y apostando a lo que sucede en Colombia, llevan a pensar que tales consideraciones y atributos que implican la conformación de una sociedad civil fortalecida (autonomía, independencia, lo público, pluralismo), aún se estigmatiza el concepto y se habla de una "llamada sociedad civil", para referirse a ciertos inicios o cimientos que podrían asemejarse a ella. Se descalifica en esencia por la falta de articulación entre las organizaciones e interlocución directa con el Estado, así como por su falta de visión frente al tema de lo público como un asunto político, la ausencia de una política referente al tema de los derechos humanos y la imbricación en el espacio político, a la manera de Haberlas, y por el localismo y el pactismo.

Aunque en el país se ha acrecentado en la última década la participación comunitaria que, a su vez, estimula procesos de organización social muy diversos, hay sin embargo, funciones como la autonomía y la democratización en el fortalecimiento de lo público que no se cumplen de manera palmaria8, lo que conlleva a que se genere un imaginario ambiguo, que se forma y divulga en torno al concepto político de lo que se entiende por sociedad civil. Tal situación, distorsiona el concepto y lo relaciona, muchas veces, con las organizaciones no gubernamentales ONG, sindicatos, asociaciones y otras representaciones colectivas.

En este escenario confuso, María Teresa Uribe9analiza las dimensiones ambiguas, los alcances y limitaciones de la sociedad civil colombiana y, para tal efecto, tiene en cuenta las siguientes apreciaciones:

a) La sociedad civil como el lugar de la no política

En la cual considera la autora, que hay un desdén por la política desde la misma acción de las comunidades organizadas circunscritas a ámbitos locales y a la gestión de intereses parciales y fragmentarios. Por consiguiente, el propósito de la sociedad civil no sería el de transformar la política sino el de negarla en su conjunto. Acota la autora que esta actitud se refleja en el eslogan evasivo "de ser cívicos" que se...

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