Percepci - Vol. 37 Núm. 159, Abril 2021 - Estudios Gerenciales - Libros y Revistas - VLEX 870770609

Percepci

AutorSanchez-Rivero, Marcelino
CargoArt
  1. Introducción

    A mediados del mes de diciembre de 2019, la ciudad de Wuhan, China, reportó un primer brote de Coronavirus (COVID-19), una enfermedad respiratoria altamente transmisible entre humanos y similar al síndrome respiratorio agudo grave (SARS), que apareció en el año 2003 (Yang, Zhang y Chen, 2020). Durante los meses de enero y febrero de 2020, este brote fue ignorado, en unos casos, y minusvalorado, en otros, en gran parte, por la mayoría de los líderes políticos alrededor del mundo, al considerar que los contagios estaban muy localizados geográficamente en China, a pesar de las advertencias de los servicios de inteligencia de algunos países sobre la posibilidad de que la situación derivara en una pandemia mundial (Gössling, Scott y Hall, 2020). Ante esta situación de pasividad y de falta de previsión, el virus se expandió de manera rápida a Italia a finales del mes de febrero y a España en las primeras semanas de marzo. De esta forma, y tras la declaración de la pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el día 11 de marzo de 2020, Europa y Estados Unidos se convirtieron en el centro de la pandemia. La expansión del virus fue tan rápida que el día 23 de marzo había contagios confirmados en 190 países o territorios (Yang et al., 2020).

    Ante la ausencia de una vacuna y la inexistencia de tratamientos médicos, la mayor parte de los países reaccionaron con intervenciones de naturaleza no farmacéutica, como confinamientos (aislamientos en casa, cuarentenas obligatorias o voluntarias), distanciamiento social, cierre de colegios y universidades, paralización de la actividad económica no esencial, cancelación o aplazamiento de todo tipo de eventos (ferias comerciales, conciertos y festivales de música, acontecimientos deportivos, etc.) y limitaciones en el número de personas reunidas en espacios públicos o privados (Gössling et al., 2020).

    Además, se establecieron restricciones drásticas destinadas a limitar la movilidad, sobre todo, entre personas de diferentes países. De esta forma, muchas compañías aéreas restringieron o eliminaron por completo sus vuelos comerciales con origen en o destino a los países más afectados por la pandemia.

    Si bien el mayor impacto negativo de la COVID-19 ha sido, y sigue siendo, la pérdida de vidas humanas, sus efectos sociales, económicos y políticos, tanto a corto como a largo plazo, son y serán bastante significativos (Farzanegan, Gholipour, Feizi, Nunkoo y Andargoli, 2020). Precisamente por la movilidad de personas, inherente a la propia naturaleza de la actividad turística, y por la interacción persona a persona que la caracteriza (Yang et al., 2020), el turismo es, sin duda, la actividad económica que más está sufriendo los efectos negativos de la COVID-19. De hecho, Farzanegan et al. (2020) demuestran que existe una asociación significativa y robusta entre los flujos turísticos internacionales de los países y sus niveles de exposición a la COVID-19. En efecto, los países que concentran la mayor parte de estos flujos turísticos (China, Estados Unidos, España, Francia, Italia) están siendo los más castigados por la pandemia.

    El impacto económico de la COVID-19 sobre el turismo no tiene precedentes. La Organización Mundial de Turismo (OMT, 2020a) señaló que, durante el primer semestre del año 2020, el número de llegadas internacionales de turistas cayó un 65% a nivel mundial; los meses de abril (-97%), mayo (-96%) y junio (-93%) fueron los que registraron un desplome nunca visto hasta ese momento en el movimiento de turistas a nivel internacional. Durante esos seis primeros meses del año 2020, las zonas geográficas más afectadas por este paro de la actividad turística fueron Asia-Pacífico (-72%) y Europa (-66%).

    Los ingresos por turismo han registrado caídas en consonancia con la evolución de las llegadas internacionales de turistas (OMT, 2020a). A nivel nacional, y considerando los seis primeros meses del año 2020, los países más afectados por esta situación fueron España (-70,6%), Italia (-67,7%), Estados Unidos (-50,5%), Francia (-49,4%) y China (-40,9%).

    A pesar de que existen algunos trabajos que analizan los impactos de la epidemia sobre la oferta turística o que presentan los cambios en el comportamiento del turista ante esta nueva normalidad, lo cierto es que son muy escasas hasta el momento las investigaciones que abordan la percepción que los empresarios turísticos tienen de esta situación y reflexionan sobre cuáles son las medidas de gestión empresarial que deberían emprenderse en los próximos meses. El presente artículo analizó la percepción de los empresarios del sector sobre la pandemia por COVID-19 y esbozó las medidas que se deben adoptar para ayudar a la recuperación del sector en Extremadura. Para ello, se recabó más de un centenar de respuestas de empresas turísticas ubicadas en uno de los destinos emergentes de interior más importantes del mercado turístico español, como es Extremadura.

    Para alcanzar su objetivo, el trabajo presenta la siguiente estructura: en el marco teórico se abordan los efectos que la epidemia está teniendo sobre la actividad turística, tanto desde la óptica de la oferta como de la demanda; además, se presentan algunas de las medidas propuestas en la literatura científica que los destinos turísticos deberán adoptar para sobrevivir en un futuro cada vez más incierto, así como las nuevas oportunidades que surgen a raíz de la crisis. A continuación, se presentan los aspectos metodológicos más relevantes del análisis cualitativo. Luego se enumeran los principales resultados y, por último, se exponen las conclusiones a las que se llega con base en la información analizada.

  2. Marco teórico

    2.1 Efectos de la COVID-19 sobre la actividad turística

    La epidemia de la COVID-19 está teniendo un impacto significativo sobre el desarrollo económico a nivel mundial. La reducción de la demanda se traduce en una disminución tanto del precio de equilibrio como de las cantidades ofertadas en los mercados (Bakar y Rosbi, 2000). Además, la suspensión de viajes internacionales ha provocado que las barreras geográficas entre países hayan vuelto a aparecer, lo que ha generado un proceso de "desglobalización" temporal prácticamente a nivel mundial (Niewiadomski, 2020).

    Si bien lo anterior es cierto en cualquier actividad económica, es más grave en el turismo, dado que es uno de los sectores más sensibles y vulnerables ante las crisis internas y externas (Sönmez, Apostolopoulos y Tarlow, 1999; Ayittei, Aittei, Chiwero, Kamasah y Dzuvor, 2020; Chang, McAleer y Ramos, 2020). La enfermedad COVID-19 ha afectado a todas las partes de la cadena de valor del turismo. Por ejemplo, la cancelación de eventos, el cierre de alojamientos y de atracciones han afectado de manera negativa a servicios de catering, de lavandería, a restaurantes, etc. (Gossling et al., 2020). Aunque se han realizado estudios específicos para conocer los efectos de la pandemia sobre destinos turísticos concretos (Folinas y Metaxas, 2020; Hoque, Shikha, Hasanat, Arif y Hamid, 2020; Mariolis, Rodousakis y Soklis, 2020; Dinarto, Wanto y Sebastian, 2020; Centeno y Márquez, 2020; Correa-Martínez et al., 2020; Nepal, 2020), lo cierto es que todos los destinos turísticos mundiales se están viendo afectados, en mayor o menor medida, por los efectos negativos de la COVID-19.

    Pero-a diferencia de pandemias anteriores, cuyos efectos sobre la actividad turística han sido locales y concentrados en un periodo de tiempo relativamente corto-todo parece indicar que, tanto por su carácter global como por su continuidad en el tiempo, la epidemia de la COVID-19 va a tener un efecto transformador sobre el sector turístico (Hall, Scott y Gössling, 2020; Niewiadomski, 2020). Estos cambios afectan tanto a la oferta como a la demanda.

    Desde la óptica de la oferta, son varios los cambios que se están produciendo para adaptarse a la nueva normalidad de la pandemia. Uno de los cambios más inmediatos y necesarios es la implementación de protocolos sanitarios, que obligan, entre otras cosas, a la desinfección de manos con geles hidroalcohólicos, las limitaciones en los aforos en los espacios interiores, el establecimiento de distancias de seguridad entre los clientes, la ampliación de los horarios de comidas, la limitación de la capacidad de los restaurantes, entre otras (World Travel & Tourism Council [WTTC], 2020a).

    Por su parte, la oferta turística deberá replantear también sus políticas de precios, como consecuencia de la reducción de la demanda, de la previsible desestacionalización de la actividad turística en los próximos meses y de las restricciones de capacidad que sufrirán muchas infraestructuras. De hecho, las políticas de precios deberán ser mucho más dinámicas a partir de ahora para adaptarse de manera casi instantánea a la demanda.

    Otro de los cambios evidentes es la aceleración de la digitalización (WTTC, 2020a) y la introducción de la inteligencia artificial y la robótica en la gestión hotelera (Jiang y Wen, 2020) para incrementar la seguridad sanitaria en los establecimientos, la cual se convertirá en un factor clave de la recuperación de la industria turística en la era pos-COVID (Wen, Kozak, Yang y Liu, 2020). En respuesta a la demanda, los negocios turísticos tendrán que realizar una transformación digital, que irá desde las tecnologías sin contacto (touchless technologies) hasta la automatización de servicios.

    Los destinos turísticos tradicionales deberán enfrentarse, además, a dos problemas principales. Por un lado, los territorios que sufren problemas de saturación, y que superan claramente su capacidad de carga, deberán adoptar medidas que eviten las aglomeraciones de turistas en determinadas zonas y a determinadas horas. Para ello, la determinación de una nueva capacidad de carga del destino es fundamental, y será determinada no solo por los impactos que la actividad turística pueda tener sobre el medio ambiente, sino también sobre la expansión de la pandemia, o...

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