Lo personal es histórico y lo histórico es personal: arqueología emocional de una vida en barrio o las razones para ser un investigador de la memoria - Geografías de la memoria: posiciones de las víctimas en Colombia en el periodo de justicia transicional (2005-2010) - Libros y Revistas - VLEX 850935420

Lo personal es histórico y lo histórico es personal: arqueología emocional de una vida en barrio o las razones para ser un investigador de la memoria

AutorÓscar Fernando Acevedo Arango
Páginas21-43
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Lo peRsonAL es históRico y Lo históRico
es peRsonAL:
arqueología emocional de una vida en barrio o las
razones para ser un investigador de la memoria
“Cuando el yo procura dar cuenta de sí mismo,
puede comenzar consigo, pero comprobará que ese sí mismo
ya está implicado en una temporalidad social
que excede sus propias capacidades narrativas […].
La razón de ello es que el yo no tiene una historia propia
que no sea también la historia de una relación
—o un conjunto de relaciones— […]”.
J B,
Dar cuenta de sí mismo. Violencia, ética y responsabilidad.
dináMicAs de fAMiLiA y bARRio
Para el año de 1971 mi padre tenía 33 años y trabajaba en las ocinas de la Adua-
na de Medellín. Cuando ya tenía edad de escuchar relatos, en susurros, esto me
contaba mi madre, un día de tantos en que cosía ropas para las vecinas, mientras
lentamente iba perdiendo la vista. Además, me confesaba que él había salido muy
pronto de dicho trabajo porque le pidieron participar de los cruces y corruptelas que
tenían algunos miembros de la Aduana; así que renunció; y en su silencio mi padre
sentía un profundo orgullo por haber tomado esta decisión.
Mi padre, aunque siempre ha sabido guardar silencio, nunca aceptó participar
del tipo de transgresiones a la norma que requería el tráco de inuencias y rique-
zas en la ciudad. Fue así como, con el apoyo de su tío, el abogado Lino Acevedo,
ensayó la máquina de escribir y se presentó a trabajar como secretario de Inspección
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   
de Permanencia1. En sendos turnos de doce horas, pasaba noches enteras en la
recepción y recolección de todas las tragedias humanas, técnicas y naturales; hacía
la anamnesis de los detritos de violencia, miseria y hambre de la ciudad.
Con menos que un bachillerato de educación aprendió con propiedad el ma-
nejo del artefacto para escribir, lo cual le permitió desempeñarse en ese puesto
—quizás uno de los trabajos de ocina más duros en el espectro de los empleos
formales—. Todos los días recibía, junto con sus compañeros, quejas por agresio-
nes intrafamiliares, conictos de violencia entre vecinos, capturas de ladrones y
levantamiento de occisos por armas blancas2y de fuego, que junto con los acci-
dentes de tránsito hacían parte del repertorio de registros que a diario realizaba
en su aparato de teclas sobre papel blanco con copia en papel negro de carbón,
indispensable para los procesos y diligencias de las autoridades.
Por curiosidad infantil no pude dejar de acompañarlo en algunas oportuni-
dades al trabajo y allí ver, pero en especial, escuchar, lo que narraban las señoras
golpeadas por sus maridos, o ver el silencio perplejo de las madres que cargaban en
pequeños ataúdes a sus bebes muertos por el hambre. Medellín no era, para nales
de los setenta, lo que sería en los ochenta y noventa: el centro urbano con la ma-
yor infraestructura de servicios públicos y la ciudad con la más alta conictividad
social del país, por el acaecimiento en sus barriadas de los conexos fenómenos del
narcotráco, la guerrilla urbana, el paramilitarismo y la corrupción de los cuerpos
de seguridad del Estado; problemas que se descargaron en un ritual de asesinato y
sacrico, encarnado en su chivo expiatorio por excelencia: el sicario3.
Quizás, para muchos, la de mi padre fuera una especie de práctica inte-
lectual4 menor; un estrato laboral sobre el que se apoyaban los peritajes, las
indagatorias y la búsqueda de pruebas de los expertos: abogados y jueces. Pero
sabemos que hasta hoy no solo deben permanecer ocultos la labor y el saber
1 Entidad municipal que desde los años setenta recibía y registraba los casos de crímenes y delin-
cuencia en Medellín.
2 Machetes, navajas, puñales, destornilladores, latas aladas...
3 Fenómeno de violencia en el que muchos jóvenes son verdugos de la población, convirtiendo esto
en su actividad económica fundamental.
4 En un conocido artículo, Daniel Mato critica la reducción de las prácticas intelectuales al acade-
micismo: “El caso es que esta tendencia ‘academicista’ de la academia no solo deslegitima inte-
lectualmente las prácticas intelectuales extra académicas, sino que en el mismo acto deslegitima
socialmente las prácticas académicas. Y el caso es también que de este modo las universidades cada
vez se distancian más de las sociedades a las cuales se supone deberían ‘servir’ ”. Ver Daniel Mato,
compilador, Estudios y otras prácticas intelectuales latinoamericanas en cultura y poder. Caracas: Con-
sejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (), 2002. Disponible en http://bibliotecavirtual.
clacso.org.ar/ar/libros/cultura/mato.doc
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