El realismo político de Gonzalo Fernández de la Mora - Núm. 6-2007, Enero 2007 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 76690581

El realismo político de Gonzalo Fernández de la Mora

AutorJerónimo Molina Cano
CargoLicenciado en Ciencias políticas y sociología, y licenciado en Derecho jeromo@um.es
Páginas68-86

Licenciado en Ciencias políticas y sociología, y licenciado en Derecho. Doctor en Derecho por la Universidad Complutense. Master en Administración pública (Instituto Universitario Ortega y Gasset). Miembro del Verein für Socialpolitik (Frankfurt a. M.). Presidente y fundador de la Sociedad de Estudios Políticos de la Región de Murcia. Socio fundador de la Asociación Argentina de Derecho Político. Profesor titular de Política social en la Universidad de Murcia, España.

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Pocas generaciones españolas soportan la comparación histórica, política e intelectual con los teólogos juristas y escritores políticos del Siglo de oro. 1Con los hombres de 1635 evocados por José María Jover Zamora (1920- 2006) en un libro saludado con entusiasmo por Cari Schmitt (1888-1985) (Jover Zamora, 1949), parece agotarse en España la vocación por un pensamiento político y jurídico de alto bordo. El prudencialismo hispano se adaptó con dificultad a la nueva mentalidad política estatal2. Nuestra historiografía política moderna da un compendio de las ideas europeas que, desde 1648 arriban a España y pugnan por arraigarse. Contrapunto de la distonía intelectual3, ocasionalmente sublimada por los toques a rebato del casticismo, son los escritores aislados que hispanizan la filosofía de las luces y europeizan la ciencia nacional. Mención aparte merecen el krausismo, gavilla de profesores algo apóstoles, prescriptores de la sensibilidad española contemporánea, y los sentidores del noventayocho. Pero, bien mirado, tampoco hay paralelismo posible en estos casos. Fue el krausismo un espejismo filosófico inverosímilmente persistente; un vagido del espíritu casi todo el pensamiento intersecular.

Ahora que el siglo XX se desrealiza ante nuestros ojos, cumpliéndose el destino de toda época, y que la cultura española se ha saturado de falsos prestigios intelectuales, tal vez se den las condiciones óptimas para juzgar a una ignota generación áurea, la de los juristas e historiógrafos políticos del novecientos.

I La Escuela española del Derecho político (1 935-1 969)

La reforma de la inteligencia española incoada por la generación del 14fructificó hacia 1927 o 1931. Unos hombres nacidos antes de la Gran guerra comienzan a incorporarse a la vida pública, a la cátedra. Defienden sus tesis doctorales y hacen sus Page 69 primeras armas científicas y universitarias. La generación literaria del 27 es solidaria de un ambiente que trasciende los estilos literarios. Se ha hablado con razón de los economistas del 27 (Sánchez Hormigo, 1991). También puede evocarse esa fecha para encuadrar intelectualmente a un grupo aparentemente heterogéneo: Luis Recaséns Siches (1903-1977), Manuel de Torres Martínez (19031960), Luis Legaz Lacambra (1906-1980), Juan Beneyto Pérez (1907-1994), Javier Conde (19081975), Manuel García-Pelayo (1909-1991), José María Cordero Torres (1909-1977), Gaspar Bayón Chacón (1909-1979), Enrique Gómez Arboleya (1910-1959), Eustaquio Galán Gutiérrez (1910-1999), Luis Diez del Corral (1911-1998), Lucas Beltrán Flórez (1911-1997)4, José Antonio Maravall (1911-1986), Carlos Ollero (1912-1993), Ignacio María de Lojendio Irure (1914-2002), Luis Sánchez Agesta (1914-1997). La relación no es exhaustiva y bien podrían añadirse los nombres de otros escritores menores.

Dada la ocupación intelectual de todos ellos, no era posible que en sus biografías dejara de acusarse el impacto de la Guerra civil. Aún así, hay en los capitanes del grupo una continuidad de pensamiento extraordinaria, pues más que ideólogos o doctrinarios, la mayor parte fueron juristas de Estado, portadores de la neutralidad del Derecho político (Derecho público estatal, Staatsrecht), debeladores de la forma y el pensamiento paraestatales5. Sobre ellos recayó la empresa de juridificar lo político, de dar una forma de Estado a las emergencias históricas españolas de 1931 y 1936 La misma atención merece la segunda promoción de esa esclarecida generación, nacida antes de la Guerra de España: Alvaro d'Ors (1918 2004), Francisco Elias de Tejada (1917-1978), Enrique Tierno Gal van (1918-1986), Jesús Fueyo Álvarez (19221994), Manuel Fraga Iribarne (1922), Eduardo García de Enterría (1923), Enrique Fuentes Quintana (1923), Rodrigo Fernández-Carvajal (1924-1997), Page 70 Gonzalo Fernández de la Mora (19242002), Juan Velarde Fuentes (1927)6, José Zafra Valverde (1931), Dalmacio Negro Pavón (1931).

Las obras de estos universitarios, de trayectoria no siempre rectilínea, no son desde luego equiparables. Sin embargo, el tono de un grupo intelectual lo da el puñado de libros cimeros que constituyen el oriente de todo esfuerzo emulador. La pauta espiritual es siempre marca de una minoría. Es todavía demasiado pronto, está muy presente todavía la ocupación o ideologización de la Universidad, ya exangüe, como para que se pueda reconocer la extraordinaria valía de esas dos promociones de españoles. Las dificultades de su tiempo acicatearon su inteligencia, dotada sin duda para elaborar una obra perdurable. Su vinculación con el Derecho político, sobre todo a partir de 1935 permite que podamos englobar a la mayoría de ellos en la comunidad de actitudes razonadoras y conceptos que dan carácter a la Escuela española del Derecho político1. Cifra y clave del decoro de una generación hispana8. Teoría y sistema de las formas políticas (1944) de Javier Conde (también, 1957) y La violencia y el orden (1937) de Alvaro d'Ors, Estudios de Ciencia política (1955) de Carlos Ollero y La época insegura (1962) de Jesús Fueyo, son parva muestra de una superior aptitud para la razón política. Pueden y deben agregarse otros títulos9.

II Aguas arriba

Dos de los libros más importantes y originales de ese tiempo son, sin duda, El crepúsculo de las ideologías (1965) y Del Estado ideal al Estado de razón (1972), de Gonzalo Fernández de la Mora, pensador político de altura y autor de una obra sólida. Su perfil intelectual es uno de los más acusados y mejor definidos de la segunda mitad del siglo XX español. Sus libros, como otros de su coterráneos, desmienten la leyenda de una nación científicamente y culturalmente postrada10. Page 71 Pretenden remontarse estas páginas hasta un Fernández de la Mora esencial: miembro distinguido de la tradición del realismo político hispano; maquiaveliano en su concepción de la acción pública política; positivista en el método científico; jurista y escritor del Estado o estatal, que no estatísta.

En 2005 casi en coincidencia con la aparición de la traducción italiana (GFM, 2305), se cumplieron los cuarenta años justos de la publicación de El crepúsculo de las ideologías. Las referencias a ese ensayo -el más citado y, con toda seguridad, el peor entendido de los de Fernández de la Mora- han sido casi una constante de la vida intelectual española durante dos décadas. Pocos se han privado de mentar aquellas páginas, viniera o no a cuento, asociándolas generalmente con la voluminosa miscelánea que el sociólogo norteamericano Daniel Bell (1919 tituló El fin de las ideologías (Bell, 1992). La polémica11 que alimentó la lectura de aquel libro en una "España [que estaba] en buena forma física", cuya "coyuntura [era] exactamente la antípoda de la noventayochista"Y¿, nunca ha sido del todo sofocada o clarificada. Viene entrelazada con ella, nada menos, que la pretendida «justificación» de un régimen político, achacada a su autor. Del inagotable «pleito de las ideologías» apenas si sobrevive, en sus últimas comparecencias públicas, el eco de la que fue, junto a la agónica discusión sobre la problematicidad de España (Laín, 1949 y Calvo, 1949), la más intensa contienda cultural de las dirimidas en la España de Franco (1892-1975). La crítica, muy reduccionista -con pocas excepciones-desde el mismo año 1965 ha devenido ahora una deplorable caricatura esquemática13. Queda pendiente todavía la colación de una monografía exhaustiva sobre aquel legendario ensayo14.

Es hora ya de encararse con la obra de este fecundo escritor político. Con radicalidad. Sin claudicar frente a sus detractores, pero reivindicando ante sus adictos una posición crítica e independiente. El estudio sistemático de su obra es la mejor Page 72 manera de introducirse en el pensamiento político de un autor que rechazaba toda forma de improvisación mental y académica15. También, si el empeño se acomete metódicamente, según el hábito empírico-racional del propio Fernández de la Mora, un homenaje a su memoria16.

III Una inteligencia insular

Los frutos del ensayismo hispano se presentan, casi por regla, de manera abrupta. Irrumpen de pronto, iluminan una ejecutoría y luego perduran, relegando a las categorías menores del pensamiento las otras obras de un autor. Nada de eso ha sucedido con este pensador nacido en Barcelona. Su famoso ensayo sobre las ideologías, impreso ya siete veces en español (y así mismo en catalán, 1972; griego, 1973; portugués, 1973 e italiano, 2005), es un hito mayor en su recorrido, pero no el único. Los libros importantes de Fernández de la Mora son más de media docena. El mismo reconocía en 1971 que "[El crepúsculo de las ideologías], como todo pensamiento con vocación sistemática, no es más que un arco de circunferencia. Aspiro a cerrarla" (GFM, 1971, p. 32).

Fernández de la Mora es un pensamiento, pero también un estilo. Su prosa ha rayado a la altura cimera de Ortega y Gasset (1883-1955). Constituye pues, junto a la del filósofo madrileño que tanto respetó17, una de las páginas más brillantes del ensayo español del siglo pasado. Sus últimos libros, El hombre en desazón (Oviedo, 1997) y Sobre la felicidad, también, desde luego, sus memorias Río arriba son, en punto de estilo, ejemplares. "He intentado ir a las cosas mismas -reza en su prólogo a El hombre en desazón- con el rico y flexible idioma que nos ha llegado a los...

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