Modelos de democracia liberal representativa: limitaciones y promesas incumplidas - Núm. 4-2006, Enero 2006 - Revista Co-herencia - Libros y Revistas - VLEX 76844915

Modelos de democracia liberal representativa: limitaciones y promesas incumplidas

AutorAndrés Hernández Quiñones
CargoProfesor Asociado de la Universidad de Los Andes y del CIDER. PhD en Ciencia Política y de la Administración. ahernand@uniandes.edu.co
Páginas38-75

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Luego de un periodo de euforia como resultado del fin de la guerra fría, la caída de los regímenes políticos comunistas en Europa Occidental y de la tercera ola de democratización en toda América Latina y otras regiones como África y Asia, que se expresa en la transición a sistemas de gobierno democráticos, la atracción que ejerce el modelo de democracia representativa moderna empieza a experimentar grietas y a enfrentar sentimientos de escepticismo, además de actitudes y movimientos que piden procesos de transformación y profundización democrática, en tanto dichos sistemas se ven como domados, inútiles, incapaces de resolver muchos de los problemas que aspiraba a solucionar la democracia moderna en los países en desarrollo, como la desigualdad social, la pobreza, la violencia social y étnica, la desigualdad política, la ruptura de los lazos sociales, entre otros.1

En este artículo pretendo exponer el modelo de democracia moderna en torno al cual se ha consolidado un consenso y que no ha logrado aportar los cambios que se esperaban. Para caracterizar el modelo liberal de democracia moderna, en la primera parte expongo los componentes y rasgos centrales que permiten caracterizar la naturaleza de la democracia representativa y que han servido de referentes en las olas democratizadoras. La tesis que sostengo es que el tipo de democracia moderna que se ha venido extendiendo y consolidando como referente de las luchas políticas de las olas democratizadoras, corresponde al modelo liberal de democracia, además, de que dicho modelo está estructurado sobre dos grandes tradiciones: a) la primera, el liberalismo republicano de los padres fundadores del sistema representativo, que ven la democracia como un sistema que se considera más deseable y superior a la democracia participativa en tanto logra contener las amenazas de la mayoría, separar la ciudadanía de la política y seleccionar a las elites más capaces de gobernar en forma democrática y justa, y controlar dichas elites mediante elecciones periódicas y el sistema de contrapesos que actúa bajo el principio de que "la ambición controla la ambición"; b) la segunda, el liberalismo elitista y pluralista que ve la democracia como un sistema de competencia pacífica por el poder entre diferentes elites, grupos y partidos que luchan por obtener el voto ciudadano, como un método político para tomar decisiones legítimas.

Una vez reconstruyo los dos grandes modelos de democracia liberal moderna, paso a analizar algunas de las principales críticas a dichos modelos; ellas son: la crítica marxista, la crítica feminista y las críticas centradas en identificar los problemas de mediación política que inciden en la reproducción de las desigualdades políticas en nuestras sociedades democráticas.

I Modelos de democracia representativa

En esta sección expongo dos grandes tradiciones del pensamiento sobre la democracia representativa moderna: la primera, que se deriva de los escritos Page 39 de los padres fundadores de la democracia representativa, en particular James Madison y Alexander Hamilton, ha alimentado una tradición liberal republicana; la segunda, los enfoques elitista y pluralista de la democracia. Las visiones elitistas están asociadas especialmente con los trabajos de Wilfredo Pareto (1848-1923), Gaetano Mosca (1858-1941), Robert Micheles (1875-1923), Max Weber (1864-1929) y Joseph Schumpeter (1883-1946)-una breve historia de los enfoques de la democracia representativa liberal, se puede encontrar en el trabajo de Eduard Gonzalo, 2002-, y las visiones pluralistas corresponden a las obras de Truman (1950) y Robert Dahl (1956-1961).

La tradición liberal republicana ejerció una fuerte influencia en el periodo de creación de los sistemas representativos. Los debates desarrollados por los anglosajones en el siglo XVIII en torno a las instituciones políticas, permiten entender el carácter elitista y contra-mayoritario del mismo. Por ello, me centraré en reconstruir, en primer lugar, los fundamentos elitistas que estuvieron detrás del diseño de las instituciones representativas y la idea de representación que finalmente se consolidó y que está en la base de la democracia representativa moderna. Esta reconstrucción la realizo apoyándome en algunos de los textos de Madison y en los excelentes trabajos de Dahl, Roberto Gargarella y Manin. En segundo lugar, presentaré los rasgos centrales de los enfoques elitista y pluralista, que conciben la democracia representativa como un sistema de competencia que regula la lucha por el poder y como un mecanismo de agregación de preferencias de los ciudadanos mediante la elección de gobernantes y la formulación de políticas públicas. El propósito de los procesos de decisión democráticos es decidir qué lideres, roles y políticas corresponderán de forma más amplia y fuerte a las preferencias de los ciudadanos.

1. La democracia representativa como sistema de contrapesos: el temor a las facciones y la deliberación de las elites Las raíces republicanas del modelo liberal

Un primer modelo de democracia liberal es el defendido por los padres fundadores del sistema representativo en Estados Unidos, quienes conciben la democracia representativa como el mejor sistema para evitar la tiranía de la mayoría (Hamilton, Madison, Jay, 2002, pp. 129-136). La democracia representativa no fue diseñada para que la ciudadanía gobernara ni como una forma indirecta de gobierno del pueblo, por el contrario, fue creada para separar a la ciudadanía de las decisiones públicas y evitar que las facciones que ésta conformaba influyeran en las mismas. Los gobiernos representativos no sólo no se concibieron como una modalidad de democracia directa, sino que fueron diseñados como una forma de gobierno esencialmente diferente, preferible y superior (Madison, 2002; Manin, 1998; Gargarella, 1995, 1997). Page 40

1.1. El temor a la mayoría y el sistema representativo

Para empezar, hay que señalar que la democracia representativa se diseñó para evitar que las instituciones y las decisiones públicas cayeran presa de las pasiones y/o ambiciones de las facciones formadas por la ciudadanía que estuvieran al servicio de la tiranía de la mayoría. Los fundadores del sistema representativo consideraron que las mayorías tendían a actuar apresurada y apasionadamente (Gargarella, 1995, pp. 27-39). Para los padres fundadores los gobiernos y asambleas populares, tanto las del mundo clásico como las del mundo moderno, constituyen una amenaza por el espíritu de partido y de facción que en ellas se desarrolla2. Muchos de los miembros de la Convención Constituyente de 1780 en Estados Unidos, consideraban que los principales males de la nación, como la inestabilidad de los gobiernos, el descuido del bien público, las injusticias y las amenazas a los derechos privados, eran el resultado de los conflictos entre las facciones y del espíritu de partido que se apropiaba de la administración pública. Por ello, el principal desafío del sistema representativo era controlar el espíritu de partido y de facción presentes en las asambleas legislativas e impedir que las facciones controlaran la vida política de las naciones. Esta desconfianza frente a los intereses, amenazas, ilusiones efímeras y pasiones de la mayoría ciudadana (y de las facciones que la representan en las Asambleas públicas), constituyó una de las razones de mayor peso para diseñar las instituciones del sistema representativo y defender la autonomía de los representantes, como queda explícito en El Federalista Nº 10 escrito por Madison3.

Esta desconfianza y prevención frente a la mayoría y a las facciones, presuponía una visión pesimista de la naturaleza humana y de la posibilidad de cambiar las inclinaciones auto interesadas de las personas (Nino, 1997, p. 102). Para Madison no era posible suprimir el espíritu de facciones, ya que los hombres son egoístas y están sometidos a todo tipo de pasiones y emociones. Al igual que muchos de los padres fundadores de la democracia representativa, Madison asumía la premisa de que las personas son egoístas, su comportamiento y acciones no están guiados por sentimientos altruistas sino por impulsos personales. Madison acogía, así, la premisa Page 41 antropológica o psicológica (ampliamente aceptada en la...

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