Sanín Restrepo, Ricardo: Libertad y justicia constitucional, Academia Colombiana de Jurisprudencia, Bogotá, 2004, 274 p. - Núm. 4, Diciembre 2004 - Criterio Jurídico - Libros y Revistas - VLEX 43932084

Sanín Restrepo, Ricardo: Libertad y justicia constitucional, Academia Colombiana de Jurisprudencia, Bogotá, 2004, 274 p.

AutorRicardo Zuluaga
Páginas265-270

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Hablar de control de constitucionalidad en Colombia se ha vuelto un lugar común del discurso propio del derecho constitucional. Ningún tópico, como éste, ha merecido tanta atención de parte de la doctrina nacional, a tal punto, que se puede decir que existen en la materia algunos textos que ya son clásicos.1 Sin embargo, lo tradicional es que se trate de obras que se ocupan de dar una visión más bien sistemática de las cuestiones orgánicas, pero que poco se plantean el problema fundamental que subyace en el ejercicio de las funciones que corresponden al juez de la constitucionalidad: la racionalidad y límites de su accionar. Esa es tal vez una de las primeras virtudes de esta obra, que aborda, desde una perspectiva histórico deductiva, el proceso de creación, afianzamiento y justificación de la acción de los tribunales constitucionales. Y ese es un esfuerzo teórico que a pesar de estar aparentemente muy estudiado tanto en nuestro contexto como en otras latitudes, se sigue justificando en la medida que como el autor lo afirma, la justicia constitucional parece ser precisamente la negación de los principios básicos que sustenta, pues supone, a primera vista, un poder ilimitado, incontrolado, dentro del plano constitucional sistémico, que desdice de los principios de representación democrática, del sistema de frenos y contrapesos que incluye la Constitución como uno de sus valores supremos, y parece negar la tradición europea continental de exclusividad legislativa de la creación del derecho de la cual somos herederos (...) Ésta es la paradoja básica del derecho constitucional que parece empujar al fenómeno constitucional a un abismo de legitimación que es urgente examinar (pp. XV-XVI).

Para llevar a cabo todo su ejercicio demostrativo, el autor comienza por indicar como la ley escrita fue asumida, en el marco de la revolución científica moderna, como uno de los grandes triunfos de la razón: El hombre moderno piensa que pasa de las tinieblas a la certeza, a partir del método científico que le proporciona neutralidad para explicar y por tanto libertad para entender y obrar (...) Kepler en Praga, Miguel Ángel en Florencia, son hombres de un nuevo mundo, pisan nuevas superficies a la vez orgiásticas y Page 266 simétricas, el velo de la incertidumbre parece evaporarse, parece huir desvergonzado un mundo fragmentado y construido a trazos inciertos, en mosaicos apagados y amenazantes para dar paso a manos que quieren tallar una nueva columna vertebral, hercúlea, maciza, capaz de captar hasta el más mínimo fragmento del universo (pp. V-VI). Y así tenemos al hombre moderno plenamente convencido de la posibilidad de cumplir con una vieja y titánica aspiración del ser humano: desterrar las monstruosidades que suponía el capricho irracional del más fuerte para dar lugar a la convivencia basada plenamente en una razón común y deducible de toda sociedad y en la cual nadie en absoluto puede dudar, ni un solo instante, ni retroceder un ápice, de lo que ha sido demostrado y concebido con plena claridad y simplicidad.

Y toda esta construcción se fundamentaba en el supuesto de que un método racional era capaz de determinar que los movimientos de los cuerpos celestes no eran un caos silencioso y remoto, sino una sinfonía armónica y maravillosa, próxima; si la luz,...

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