El sueño de la razón produce monstruos Placer, dolor y razón en la teoría política de Tomás Hobbes - Núm. 145, Enero 2008 - Estudios de Derecho - Libros y Revistas - VLEX 70840822

El sueño de la razón produce monstruos Placer, dolor y razón en la teoría política de Tomás Hobbes

AutorAdriana María Ruiz Gutiérrez
CargoAbogada de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.
Páginas83-105

Artículo de grado para optar al título de abogada.

Page 83

Introducción

"Yo no discuto sino que calculo"1 , anticipa Tomás Hobbes en su tratado sobre el ciudadano. En efecto, con una extraordinaria rigurosidad lógica, el pensador inglés arma lenta y cuidadosamente su diseño político. Como un reloj mecánico, que al montarlo y desmontarlo revela su funcionamiento sin que sobren piezas y sin introducir nuevas, así opera la estructura política diseñada por Tomás Hobbes.

Para comprender las causas del Estado hobbesiano como cuerpo artificial, creado por la necesidad de los hombres, es preciso disolverlo para hallar su materia: los individuos que lo componen. Éstos, a su vez, han de ser disgregados para encontrar sus propiedades fundamentales: razón, pasiones, poder. Al mismo tiempo, la figura del Estado puede recomponerse desde las propiedades de la naturaleza humana, reconstruyendo deductivamente las partes hasta encontrar las causas del Estado.

El primer método de comprensión del Estado, es acogido en este escrito, pues permite rastrear el pensamiento hobbesiano develando la profundidad argumentativa del pensador inglés. Desde la teoría del movimiento de Galileo aplicada a las pasiones humanas, Hobbes presenta al hombre como un ser en constante lucha por la obtención de las pasiones placenteras y la inhibición de dolores, que sólo cesan con la muerte, así como el deseo incontenible de poder.

La lucha por una vida feliz que no encuentra éxito, dada la competencia permanente de los hombres por los objetos producto de deleite, ocasionan la muerte, las heridas y otras formas de degradación del hombre en el estado de guerra, provocando el aparecimiento de la recta razón que obliga al hombre a buscar la paz y conservación, a través de la instauración de un poder irresistible capaz de asegurar la vida de los hombres en la sociedad civil.

El Leviatán, gran cuerpo artificial creado por el miedo de los hombres a perecer en el estado de guerra y por la necesidad de obtener la satisfacción de sus apetitos, ostenta el poder de crear la Ley y con ella el castigo, para repeler toda acción Page 84 producto de las pasiones de los hombres en su eterna búsqueda por la felicidad. De esta manera, el dios mortal utiliza la espada reprimiendo al hombre que se encuentra igualmente apetitoso, como en el estado de guerra, pero más temeroso por el poder del gran Leviatán.

La felicidad es una utopía según Hobbes, porque el hombre se halla en permanente movimiento, en que sus pasiones mutan, se transforman, desaparecen, regeneran, sin que puedan existir causas finales. Con la esperanza de obtener la felicidad, el hombre es capaz de matar, sojuzgar, repeler a otros hombres, sin obtener ningún éxito dada la igualdad respecto a la consecución de armas y estrategias de los demás hombres para conquistar el mismo objeto de placer.

Temiendo por la vida, el hombre se abandona a la autoridad del gran Leviatán que le protegerá a cambio de su incondicionada obediencia, y aun de la constante represión a sus pasiones. El hombre, por ende, no será feliz ni en el estado de naturaleza ni en el estado civil, al contrario, estará presto al mismo dolor producto de su insatisfacción y del mismo terror frente a la vida en el estado de guerra y frente al castigo en la sociedad civil que incluso podrá provocar su muerte.

El hombre vanidoso, orgulloso, imponente, irreverente, que se vanagloria con su poder, desaparece de la sociedad civil, en que por virtud de la Ley, es atemorizado, horrorizado, cesando por lo tanto, en su pretensión de obtener la eterna felicidad.

Fijadas las premisas anteriores, este escrito se ocupará, en primer lugar, de la teoría del movimiento aplicada por Hobbes a las pasiones humanas, en segundo lugar, de las pasiones y razón del hombre, tanto en el estado de guerra como en la sociedad civil. En este segundo apartado, asuntos como el placer y el dolor, la lucha incesante por el poder, la construcción del Leviatán y la forma de represión a las pasiones y acciones de las mismas a través de la Ley y el castigo, se asumen como ejes de reflexión; por último se esbozarán unas breves conclusiones.

1. Fundamentación antropológica hobbesiana: entre la introspección y el movimiento

Hobbes sugirió dos vías -como únicamente accesibles- para conocer la naturaleza humana: la introspección "socrática" y la física mecanicista. La primera, se obtiene por el conocimiento de sí y el examen de sí2, esto es, de la introversión Page 85 de los propios pensamientos, opiniones, razonamientos, esperanzas, deseos y temores. "[...] los hombres pueden aprender a leerse fielmente uno al otro si se toman la pena de hacerlo; es el nosce te ipsum, léete a ti mismo"3 , "Quien ha de gobernar una nación entera debe leer, en sí mismo, no a este o aquel hombre, sino a la humanidad entera"4 .

El ensimismamiento desvela, según Hobbes, los caracteres del corazón humano, borrosos y encubiertos por el disimulo, la falacia, la ficción y las erróneas doctrinas5 . Quien investiga su corazón, descifra con clave y sin error, sus pensamientos y pasiones, así como de los demás hombres:

[...] por la semejanza de los pensamiento s y de las pasiones de un hombre con los pensamientos y pasiones de otro, quien se mire a sí mismo y considere lo que hace cuando piensa, opina, razona, espera, teme, etc., y porqué razones, podrá leer y saber, por consiguiente, cuáles son los pensamientos y pasiones de los demás hombres en ocasiones parecidas. Me refiero a la similitud de aquellas pasiones que son las mismas en todos los hombres: deseo, temor, esperanza, etc.; no la semejanza entre los objetos de las pasiones, que son las cosas deseadas, temidas, esperadas, etc. [.] y aunque, a veces, por las acciones de los hombres descubrimos sus designios, dejar de compararlos con nuestros propios anhelos y de advertir todas las circunstancias que pueden alterarlos, equivale a descifrar sin clave y exponerse al error, por exceso de confianza o de desconfianza, según que el individuo que lee sea un hombre bueno o malo"6.

Por consiguiente, el hombre no conoce a los otros y al mundo exterior sino a través de su propio reflejo. Él se constituye en la medida del otro y de lo otro7 . Esta premisa no exige, según Hobbes, la consideración de ningún principio universalmente establecido, sino exclusivamente de la rigurosa observación de lo que los hombres conocen o pueden conocer por su propia experiencia8. La conclusión de la premisa hobbesiana no admite otra demostración9. Page 86

La segunda vía de comprensión de la naturaleza humana, se logra a partir del conocimiento de los principios generales de la física mecanicista y, a través de ésta, de la teoría general del movimiento aplicada al hombre como resultado de la materia y del movimiento que le anima10 . En otros términos: Hobbes no reconoce más realidad que los cuerpos a los que aplica de manera inflexible los principios de la física, en particular, la teoría del movimiento de Galileo.

Guillermo Fraile, explica la teoría corporalista admitida por Hobbes, en los siguientes términos:

No hay más realidad que los cuerpos. Cuerpo es todo lo sensible y experimentable, lo composible y divisible, lo que puede sumar o restar. Los cuerpos son la única sustancia real, y el movimiento es la única explicación de los fenómenos naturales. Los cuerpos y el movimiento bastan para explicar todos los fenómenos y todas las cosas. Lo que llamamos espíritu no es más que un resultado o una manifestación de los movimientos corpóreos11 .

Para Hobbes la filosofía tiene por objeto todo cuerpo que se forma y posee alguna cualidad. Fuera de los cuerpos no existe ciencia real. Lo suprasensible no entra en la ciencia. Los espíritus pueden ser objetos de fe, pero no de ciencia. Dios, por ende, queda excluido del campo de la filosofía, porque, siendo eterno, no puede formarse, esto es, componerse ni dividirse. Lo mismo sucede con los ángeles y las almas. O son vanas imágenes, como las que se ve en sueños, o son icorpóreos, lo cual indica que no son sustancias, porque toda sustancia es cuerpo12 .

El movimiento del cuerpo hace del mismo un cuerpo animado y, si al mismo tiempo habla, se percibe como un cuerpo animal racional, es decir, un hombre. De esta manera, van agregándose lógicamente las propiedades distintivas y genéricas del Page 87 animal racional. Y, a la inversa, si se sustraen las propiedades de animal y racional, sólo resta un cuerpo13.

El hombre es para Hobbes, un agregado de materia en movimiento, que participa de ciertas características ontológicas, diferenciables de otros cuerpos. Es un receptor de estímulos externos que conoce a través de los órganos propios de cada sensación, ya sea de modo inmediato, como en el gusto o en el tacto, o mediatamente como en la vista, el oído y el olfato -tal como lo había propuesto Aristóteles en oposición a Platón14 -.

La sensación es el principio del conocimiento. De ella deriva todo saber. Los sentidos son la puerta que permiten la invasión del mundo exterior al mundo íntimo del animal racional: "No existe ninguna concepción en el intelecto humano que antes no haya sido recibida, totalmente o en parte, por los órganos de los sentidos. Todo lo demás deriva de ese elemento primordial"15.

Las sensaciones obtenidas como resultado del influjo en los sentidos, hacen tránsito por medio de los nervios y otras fibras y membranas del cuerpo, hasta adentrarse al cerebro y al corazón causando allí una resistencia, reacción o esfuerzo...

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