Más allá de los casinos - Economía para todos. El capital justo - Libros y Revistas - VLEX 850620842

Más allá de los casinos

AutorPhilip McShane
Páginas83-114

más allá dE los casinos
“Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un sub-
producto de las actividades propias de un casino, es probable que
aquel se realice mal”.1 Por supuesto, Keynes se refería al mercado de
acciones de su época y difícilmente podía haber previ sto las activida-
des de sesenta años después. Acerca de ese casino en Norteamérica,
Kevin Phillips escribe:
Hacia la mitad de los noventa el mercado de bonos —y el sector
nanciero en su totalidad— se convirtió en un poderoso usurpa-
dor del control sobre la política económica que Washington ejercía
anteriormente. La explicación convencional es el imprudente endeu-
damiento del Gobierno. Sí, pero también hay otra razón: el peso del
sector nanciero que, desde los setenta, estalló en la megafuerza de
los computadores del trillón de dólares de hoy. El sector nancie-
ro, mediante una casc ada de jugadas y e speculaciones electrónicas
veinticuatro horas al día, creció fenomenalmente a un volumen de
actividad anua l treinta o cuarenta veces mayor que las transacciones
en dólares de la “economía real”.2
1 Keynes, e G eneral eory, 159; Teoría general, 145.
2 Kevin Phil lips, citado en Times Magazine, 26 de septiembre, 1994, 43, en un ex trac-
to de la prepublicación d e “Fat City”, de Arrogant Capitalism: Washing ton, Wall Street and
the Frustrat ion of American Politics (Nue va York: Little Brown, 1994).
 Economía para todos
Así como ese casino, es posible imaginar Las Vegas entera del
negocio del dinero, una red que incluye el espectro de la banca en el
nuevo mundo del dinero electrónico, el Fondo Monetario Interna-
cional, la liquidez de las multinacionales, la deuda de los países del
segundo y del tercer mundo, y el casino del Gobierno que ha venido
operando varios siglos antes de innovaciones tales como la del ca sino
extraterritorial de la Internet.
¿Hasta dónde es realmente el desarrollo internacional, o mejor,
su frustración, un subproducto egoísta y no ilustrado del negocio del
dinero, y de la política scal y monetaria? De seo que tomemos cierta
distancia con respecto al contexto de una respuesta a esta pregunta
hasta el nal del capítulo cuarto. Sin embargo, planteo aquí la pre-
gunta porque parte de la lucidez del análisis económico de Bernard
Lonergan radica en la ubicación precisa del casino Las Vegas y en su
sustitución. En el capítulo anterior nos movimos hacia un conjunto
de ecuaciones que contenía, sugestivamente, el signicado que ha-
bíamos alcanzado sobre el proceso productivo y sus auges. En este
capítulo, nos dirigimos hacia un diagrama de la función redistri-
butiva, diagrama 3, magnícamente sugestivo para el rescate de la
política económica de las manos de los tahúres. Puede e xaminarlo de
inmediato, así sea con poca comprensión, y reconocer que se parece
a un campo de béisbol. El montículo del lanzador se convierte para
Lonergan en el lugar de lo que antes identiqué como el casino más
grande, en un contexto normativo. ¿Y las bases? Por ahora basta con
una somera indicación. Prescinda de la noción de que hay que correr
por todas las bases y piense en dos circulaciones dominantes: una
circulación entre la tercera y la segunda base, que asociaremos con el
proceso de la producción agregada; y una circu lación entre la caja de
bateo y la primera base, que asociaremos con la producción básica.
Algunos de mis lectores no familiarizados con el béisbol podrán
tranquilizarse al saber que el diagrama no tiene nada que ver con
ese juego: lo fundamental de este son las cinco zonas interconecta-
das con echas. Mi propio conocimiento del béisbol es tan limitado
que tuve que buscar en una enciclopedia el nombre apropiado de las
bases. Nunca había presenciado un juego hasta que mi esposa me
persuadió de que viera la victoria de los Blue Jays, o algo así, el año
Más allá de los casinos 
pasado, y aún resuenan en mí las graciosas descripciones que hacía
Bob Newhart del juego.
Sin embargo, sigo haciendo alusión al béisbol para señalar que
en este capítulo hay que concentrarse inicialmente en las cuatro ba-
ses. Nos interesan los ujos monetarios que corresponden a los u-
jos de la producción que abordamos en los dos capítulos anteriores.
Además, seguiremos restringiéndonos a las consideraciones de una
isla solitaria. Así que nos ocuparemos de las operaciones internas y
esenciales de cualquier economía moderna de mercado: con inter-
nas hago exclusión de las operaciones trasnacionales; con esenciales
excluyo las operaciones gubernamentales. Considerar estas últimas
como “no esenciales” ciertamente parece peculiar, mas su importan-
cia irá apareciendo gradualmente.
Entonces, seguimos con la perspectiva de los capítulos anterio-
res, donde ya advertimos que el proceso productivo incluye las ven-
tas. Lo que no es vendido debe ser considerado como un producto
no terminado, cuando no como un producto que está por fuera del
proceso productivo, como lo sería el alimento de Robinson Crusoe o
la autosuciencia de una comuna. En la medida en que un subgrupo
no haga negocios, en ventas o su equivalente, con los demás que se
hallan en una economía de mercado, no hace parte de la economía.
Dicho con simplicidad, la economía que nos interesa es la que produ-
ce y hace cosas por las que otra s personas estarían dispuestas a pa gar.
La última frase evoca en nosotros dos cosas, escasez y posesiones:
es muy obvio que el intercambio a un determinado precio supone
posesión y, desearlo, miserablemente tiene cierta relación con la es-
casez. Ninguno de estos aspectos del intercambio nos va a distraer
de nuestro principal objetivo que consiste en lograr apreciar los ujos
nancieros que podrían coincidir con los ujos productivos que he-
mos venido invest igando.
Usted ya ha logrado cierta comprensión del hecho de que en
cualquier economía avanzada existen uno o más niveles agreg ados,
un nivel básico y un estándar de vida emergente. Este último es
consumidor para el nivel básico y el nivel básico, a su vez, es con-
sumidor para el nivel agregado y así sucesivamente. Hemos descu-
bierto que la tasa de consumo, en cualquier nivel, tiene la forma

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