Bogotá y las mujeres, 1886-1930 - Segunda parte. La ciudad, las mujeres y las "mujeres públicas" - Prostitución y "mujeres públicas" en Bogotá, 1886-1930 - Libros y Revistas - VLEX 934591778

Bogotá y las mujeres, 1886-1930

AutorAndrés Olivos Lombana
Páginas108-173
En esta parte se realiza un recorrido por la ciudad: el área urbana;
los barrios, casas, “tiendas” y chozas; parques, plazas, pilas y
calles; su población, las mujeres, la moda y la nueva atmósfera de
cambios; se efectúa un recorrido por la industria, el comercio y las
fuentes urbanas de trabajo para las mujeres, y finalmente se aborda
la sexualidad de los estudiantes de la capital.
La ciudad
En primer lugar corresponde aclarar que en este apartado el objeto
de estudio no es la ciudad en misma; ella interesa y se asume
como el escenario en el que se presenta la prostitución y en el que
actúan las “mujeres públicas” en interacción con el espacio urbano y
con los otros sectores sociales, con los otros y otras con quienes
cohabitan en la ciudad. Antes de iniciar el recorrido por la ciudad de
Bogotá, interesa precisar cómo se entiende la ciudad en este
trabajo, qué la caracteriza, sus ritmos… en fin, dar respuesta a la
pregunta ¿qué es la ciudad?
La ciudad es un espacio socioeconómica y culturalmente
diverso, en el que las gentes que en ella habitan se encuentran y
desencuentran, se complementan y se oponen, se congregan y
también se segregan.
“La ciudad es por excelencia la organización social del poder, de
las relaciones entre grupos, de la forma como se constituye la
espacialidad, de la manera como se construye la participación de
1.
2.
3.
la gente o se excluye a la gente de la participación en el gobierno
de la ciudad”.1
La ciudad es mucho más que lo físico. El espacio urbano no se
puede concebir únicamente por sus calles, plazas y
edificaciones; en él “también interviene un complejo entramado
de relaciones sociales, económicas, políticas y culturales”.2
La ciudad se reconoce en un espacio que crea y domina. “La
ciudad crea símbolos, inventa tradiciones y establece ritos para
legitimar su dominio”.3
La ciudad “es un recipiente de experiencias sociales; una ciudad
es un continente lleno de memoria social, […] es como una piel
que va registrando las diferentes formas como se presentan los
acontecimientos históricos”.4
La ciudad también es el juego complejo y contradictorio de
ritmos: biológicos, ritmos técnico-productivos, ritmos de grupos
sociales, ritmos administrativos, rituales y estéticos.5
En síntesis, la ciudad es un espacio singular; y dicha singularidad
la explica y argumenta Germán Mejía Pavony, historiador y
especialista en historia urbana y en historia de Bogotá, exponiendo
seis razones o argumentos:
La ciudad es un espacio singular:
Porque congrega en un sitio reducido a una cantidad variable, pero
siempre significativa, de seres humanos;
Porque la eficiencia en dicha congregación surge de la división del trabajo
y de las relaciones de poder que necesariamente se dan a su interior;
Porque su capacidad de reproducirse en el tiempo está dada en los
ritmos, prácticas y representaciones que, al atravesar las relaciones
sociales y su institucionalidad, orientan y determinan el lugar de cada uno
frente a la totalidad de los otros;
4.
5.
6.
Porque la ciudad se configura en centro articulador de seres humanos,
bienes, ideas y creencias;
Porque históricamente puede constituirse por sí misma en un sistema (la
ciudad-Estado, la ciudad-república) o quedar inscrita en un sistema más
amplio (la monarquía o el Estado nacional, por ejemplo, o en otro nivel el
feudalismo o el capitalismo, entre otros), sin por ello perder las
características anteriores, por el contrario, estas son potencializadas en
beneficio de tales sistemas, y
Porque su capacidad de dar origen a órdenes cosmogónicos es artificial,
esto es, sin relación necesaria con los ritmos y fenómenos de la
naturaleza.6
Área urbana y expansión
El espacio físico en una ciudad, en tanto espacio urbano, social, es
un espacio con historia, un espacio dinámico, con transformaciones
en el tiempo, en la medida que sus habitantes al apropiárselo lo van
transformando. En el caso de Bogotá, interesa observar dos
aspectos: el área urbana y el paisaje natural, y la expansión del área
habitada (figura 12).
Para finales del siglo XIX el campo aún permanecía dentro de la
ciudad capital: además de tener todavía algunas manzanas sin
edificar, con pastos y zonas verdes, conservaba numerosos ríos y
riach uelos con sus rondas y los respectivos puentes, el barrio de
Las Cruces era fundamentalmente rural;7 así mismo, en el interior
de la mayoría de las antiguas casas coloniales se mantenían los
patios traseros con cultivo de verduras, árboles frutales y algunos
animales domésticos; este paisaje –público e interno o doméstico–
daba a Bogotá una perspectiva campestre, amplia y amable y
permeaba la mentalidad y costumbres de sus habitantes.

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