La construcción de ideales y mundos posibles - Segunda parte. Ensayo de interpretación - En el principio era la ética. Ensayo de interpretación del pensamiento de Estanislao Zuleta - Libros y Revistas - VLEX 857251774

La construcción de ideales y mundos posibles

AutorAlberto Valencia Gutiérrez
Cargo del AutorProfesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle (Cali, Colombia) desde hace más de 30 años y doctor en Sociología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París
Páginas223-263
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IV
LA CONSTRUCCIÓN DE IDEALES
Y MUNDOS POSIBLES
unidad en la diverSidad
¿Tendría sentido formular una pregunta por la unidad que da
sentido a la heterogeneidad y extraordinaria diversidad de la
obra de Estanisalo Zuleta, independientemente de sus orien-
taciones particulares? Jorge Luis Borges dice que la historia
universal está en cada hombre; toda vida consta de un solo
momento. Todo destino, por largo y complejo que sea, está
contenido en un instante: “el momento en que cada hombre
sabe para siempre quién es”. ¿Una idea similar no podemos
hacerla extensiva al pensamiento de un hombre? ¿No se podrá
reducir acaso la diversidad de una obra a una sola pregunta, a
un solo ámbito, a un único interés, a una sola idea?
Rudolf Bahro, el autor del célebre libro La alternativa,
refiriéndose a la manera como Marx elaboró la noción de
“comunismo científico”, observa que para la reconstrucción
de este proceso no tiene mucho sentido contraponer el Marx
maduro con el Marx joven, sino más bien presuponer una
continuidad, basada en “la convicción de que Marx elaboró
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su economía política al servicio de un ideal de la emancipa-
ción general del hombre que se marcó en su juventud y se fue
desarrollando de una manera cada vez más concreta”. Su paso
de una concepción a otra, su interés por todos los aspectos de
la vida social o individual (“nada de lo humano me es ajeno”,
escribía en carta a Engels al final de su vida), o su búsqueda
de “la anatomía económica del capitalismo”, eran preocupa-
ciones intelectuales subsidiarias de un imperativo categórico
fundamental, anterior a todos sus intereses: “acabar con toda
forma de relación humana en la que el hombre se encontrase
como un ser humillado, avasallado, desvalido, envilecido”.1
Una preocupación ética sería entonces la clave que nos per-
mitiría identificar la unidad de la obra de Marx.
De manera similar Zuleta, en un homenaje a Heidegger,
llevado a cabo en la Universidad del Valle en junio de 1976,
intentaba presentar el pensamiento global de este autor —po-
cos días después de su muerte— a partir de ciertos núcleos
conceptuales básicos, de ciertas ideas guías a la sombra de las
cuales trabajó toda su vida.2 Todo ello en el supuesto de que
a pesar de las temáticas diversas que un autor desarrolla, de
la heterogeneidad de su pensamiento, de la diversidad de las
disciplinas a las que se aplica, de las polarizaciones en que
puede caer, de sus rupturas y de sus logros, es posible pensar
que todo un trabajo heterogéneo y diverso puede en última
instancia reducirse a unas pocas ideas, a unas pocas elabora-
ciones, a un pequeño núcleo de preguntas, a la sombra de las
cuales el pensador, un verdadero pensador, por el hecho de
serlo, trabaja toda su existencia.
No olvidemos que muchas veces la originalidad de un
autor estriba más en la nueva unidad a partir de la cual ree-
1 Rudolf Bahro, La alternativa. Contribución a la crítica del socialismo realmente
existente, Madrid, Alianza Materiales, 1977, p. 25.
2 Estanislao Zuleta, “A la memoria de Martín Heidegger”, en Elogio de la difi-
cultad y otros ensayos, op. cit., pp. 101-125.
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labora unas ideas, que en las ideas mismas. Lo que es propio
de un filósofo no es necesariamente lo que dice en un sentido
sustantivo, la materia propiamente dicha con que construye
su obra, sino la forma peculiar como esta es interpretada o
reelaborada, o la manera como unos “materiales” de diversa
procedencia adquieren un nuevo significado a partir de una
nueva pregunta. Kant, por ejemplo, es heredero del empiris-
mo de Hume y del racionalismo filosófico de su época, pero
ambas herencias intelectuales son reelaboradas a partir de una
nueva pregunta por las condiciones a priori del conocimiento;
en su obra se integra toda la tradición anterior, pero adquiere
un nuevo sentido.
Ningún pensador es original y Zuleta no es la excepción.
Es cierto que la forma de exposición oral daba a sus ideas un
cariz muy particular, pero no es difícil, para quien se tome el
trabajo de ir a las fuentes, encontrar que muchas de ellas están
expuestas en los grandes autores, y verificar de paso que se
trataba de un gran lector.
¿Por qué insistir, entonces, en encontrar una unidad en la
diversidad de la obra de Zuleta, en lugar de trazar las líneas
generales de las rupturas, el proceso real de elaboración de
su pensamiento, con sus dramas y sus discontinuidades? Sin
embargo, la hipótesis central de interpretación de su pensa-
miento que proponemos nos autoriza a insistir en la idea de
identificar unos núcleos fundamentales. Nuestro proyecto no
es propiamente partir de la discusión de las tesis sustantivas
sobre algún aspecto determinado, en uno u otro de los diversos
campos de ejercicio de su pensamiento, para encontrar ele-
mentos comunes. Queremos sustentar la idea, por el contrario,
de que su obra está marcada por una serie de presupuestos
éticos que van más allá de lo puramente sustantivo y, en este
sentido particular, es legítimo buscar y definir su singularidad.
En términos generales, cualquier empresa intelectual (la
obra de un autor, una teoría específica, etc.), a pesar de la apa-
rente “objetividad científica” o de la “neutralidad valorativa”

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