Derechos humanos sin supremacía humana - Animales: filosofía, derecho y política - Libros y Revistas - VLEX 935903397

Derechos humanos sin supremacía humana

AutorWill Kymlicka
Páginas170-228
INTRODUCCIÓN
En este artículo quisiera explorar dos facetas del proyecto de derechos
humanos.1 Por una parte, este proyecto ha estado caracterizado por la lucha
contra la deshumanización de grupos sociales particulares, definidos por la
raza, el género, la capacidad o la religión. Ha desafiado ideologías y
prácticas que tratan a estos grupos como menos que plenamente humanos.
Esta lucha contra jerarquías de valía ha sido —y sigue siendo— un asunto
apremiante de justicia y, en la medida en que hemos hecho progresos en
contra de estas ideologías y prácticas, el proyecto de derechos humanos ha
desempeñado un papel vital.
Por otra parte, el proyecto de derechos humanos ha estado
caracterizado también por ideologías y prácticas de jerarquía de especies y,
a ese respecto, es cómplice de la continuada catástrofe moral de nuestras
relaciones con los animales no humanos.2 Más de diez mil millones de
animales terrestres son criados y matados para el consumo cada año en
América del Norte, casi todos en condiciones de intenso confinamiento, y
más de un trillón de peces salvajes mueren cada año a causa de la pesca
comercial. La población de animales salvajes ha disminuido en un 50 por
ciento durante los últimos cuarenta años, mientras la colonización humana y
el expolio del hábitat de los animales salvaje continúa sin cesar. Más aún,
las Naciones Unidas estiman que ambas tendencias se prolongarán: dentro
de cuarenta años estaremos encerrando y matando incluso más animales
para consumirlos como alimento y dejando aún menos espacio para los
animales salvajes. Estos hechos reflejan un extraordinario sentido de
privilegio, aquello que Ted Benton llama “un tipo bastante fantástico de
narcisismo”.3 Muchos comentaristas han especulado que, así como las
generaciones actuales se ven perplejas por la forma como nuestros
antepasados apoyaron la esclavitud, las generaciones futuras se verán
perplejas por nuestra ceguera moral referida al daño que se causa a los
animales.4 Y parte de la respuesta a esta perplejidad, lamentablemente, es el
proyecto de derechos humanos y la manera como ha sostenido ideologías
basadas en la jerarquía de especies y legitimado (o ignorado) la
instrumentalización de los animales.
Este vínculo entre la defensa de los derechos humanos y la denigración
de los animales puede verse en los orígenes mismos de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Uno de sus teóricos, Jacques
Maritain, explicó que el propósito de los derechos humanos era insistir en
“la distinción radical entre las personas y todos los otros seres”, elevar a la
humanidad sobre la “animalidad”, y liberar a la humanidad de la
“animalidad que la esclaviza”. Para Maritain, el deber de tratar a otros
como fines en sí mismos, y no como medios, se fundamenta precisamente
en esta distinción/ distancia entre humanidad y animalidad.5 Esta idea
básica se repite en teorías más recientes de los derechos humanos. Para
tomar un ejemplo, George Kateb argumenta que “la idea fundamental de la
dignidad humana es que, en la tierra, la humanidad es el tipo más grandioso
de ser—y que cada uno de sus miembros merece ser tratado de una manera
consistente con el alto valor de la especie”.6 Para Maritain y Kateb —y para
otros a quienes me referiré más adelante— la defensa de la igualdad entre
los seres humanos está vinculada a la afirmación de la jerarquía de su
especie por sobre las de los animales.
De este modo, el proyecto de derechos humanos se encuentra
fundamentalmente implicado en algunas de nuestras mejores y peores
prácticas morales actuales: apuntala la inspiradora lucha contra la opresión
humana, pero, a la vez, condona nuestra catastrófica indiferencia frente a la
opresión animal. La pregunta obvia es si ambas facetas están
intrínsecamente conectadas: ¿es necesario que suscribamos la jerarquía de
especies para defender los derechos humanos y la lucha contra la
deshumanización?
De ser así, parecería entonces que nos vemos enfrentados a una trágica
elección, bien sea sacrificar a los animales en busca de la igualdad humana,
o bien debilitar la búsqueda de la igualdad humana para proteger a los
animales. Argumentaré, sin embargo, que podemos defender los derechos
humanos sin suscribir la supremacía humana. En efecto, hay buenas razones
para creer que la lucha por los derechos humanos, por el contrario, se
fortalecería, tanto filosófica como políticamente, si abandonamos la
jerarquía de especies. O al menos eso argumentaré.
UBICAR LA JERARQUÍA DE LAS ESPECIES DENTRO DE LA
TRADICIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS
Debo reconocer, desde el principio, que existe una enorme variación entre
los teóricos y activistas de los derechos humanos en la forma como piensan
y hablan acerca de los animales. Para Maritain y Kateb, la decisión de
vincular los derechos humanos a la supremacía humana es consciente y
deliberada. Sin embargo, otros escritores han adoptado claramente la
decisión consciente de no vincular estas dos cuestiones.7 Y en otros casos,
las referencias a la supremacía humana parecen ser irreflexivas y casi no
intencionales. Por ejemplo, es un tropo habitual en la bibliografía de los
derechos humanos decir que someter a alguien al aislamiento es incorrecto
porque equivale a tratarlo como a un animal. Aunque esto en ocasiones
pueda reflejar un apoyo consciente de la posición de Maritain/Kateb, en
otros casos pareciera que la gente la usa como una expresión ritualizada, sin
reflexionar realmente lo que implica en relación con los derechos de los
animales. En efecto, creo que sería justo decir que la gran mayoría de las

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