Discursos - Derecho Internacional - Carlos Holguín Holguín. Escritos - Libros y Revistas - VLEX 43287485

Discursos

AutorCoronel Julio Londoño Paredes
Cargo del AutorActual Embajador de Colombia en Cuba
Páginas200-230

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Introducción

Una de las fortunas que me deparó la vida fue la de haber conocido a Carlos Holguín Holguín, uno de los más brillantes e inteligentes juristas que haya tenido Colombia en la época contemporánea. Como es tanto lo que hay que decir sobre él, prefiero hacer tan sólo un ligero esbozo de algunos de sus rasgos en tareas que compartimos. Advirtiendo sin embargo que, incluso en esta perspectiva, para explicar su actividad y acción adecuadamente se requeriría un estudio de otras características. Quiero con estas breves líneas rendirle un homenaje.

Carlos era hombre de actitudes transparentes e ideas nítidas que defendía con extraordinaria habilidad, pero con la ponderación necesaria para escuchar siempre al interlocutor a quien vacilaba reconocer la razón cuando éste lograba convencerlo. Podría condensarse la expresión de esta condición excepcional señalando que "era difícil no ponerse de acuerdo con Carlos Holguín".

Cuando lo conocí, era Embajador de Colombia ante la Organización de Estados Americanos en donde, entre otras cosas había sido Presidente del Consejo Permanente en momentos cruciales para la paz del continente en medio de la guerra entre El Salvador y Honduras. Era dentro de la OEA objeto del aprecio y del reconocimiento de los representantes de todos los Estados y del Secretario General de la Organización y de sus asesores. Mantenía las mejores relaciones también con el cuerpo diplomático acreditado ante la Casa Blanca y merecía la consideración de algunos de los más asesores del Presidente de los Estados Unidos.

Fue designado por el Gobierno del doctor Carlos Lleras Restrepo y su Ministro de Relaciones Exteriores, Alfonso López Michelsen como miembro dePage 201 la reducida delegación que negociaría con Venezuela el asunto de la delimitación de las Áreas Marinas y Submarinas entre los dos Estados. Nuestras primeras sesiones se llevaron a cabo en Bogotá y Caracas. Sin embargo, cuando el doctor Misael Pastrana Borrero asumió la Presidencia de la República, las negociaciones se trasladaron, por solicitud de Venezuela a la ciudad de Roma a donde teníamos que viajar por breves períodos las delegaciones de los dos países.

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Carlos Holguín Holguín sirvió a Colombia varias veces como diplomático. Aquí, embajador de Colombia ante la organización de Estados Americanos (OEA); como tal, presidente del Consejo Permanente de la Organización (1968-69 y 1971) Delegado especial a las Asambleas Generales y a las Reuniones de Consulta XII, XIII, XIV y XV y Presidente de la XIII Reunión Provisional de Consulta.

Carlos Holguín se granjeó con rapidez el reconocimiento y respeto del resto de los miembros de ambas delegaciones. Con una somera visión captaba de la jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia, de los casos precedentes jurídicos analizados durante las reuniones y de la cartografía, lo que otros o no veían. Acostumbraba ante todo ponerse en la posición del contrario y con juicio tranquilo y objetivo, tratar de entender sus argumentos.

Hicimos con Carlos Holguín una sólida amistad, no obstante el respeto que siempre me mereció por su dignidad, jerarquía y conocimientos. Tuve luego el honor de estar acompañado por él cuando presidí la delegación colom-Page 202biana que, en otra etapa, logró con Venezuela la mal llamada "Hipótesis de Caraballeda", el único acuerdo finalizado a que se ha llegado con Venezuela sobre le tema de la delimitación marítima. Su consejo y su clara inteligencia fueron definitivos para el logro de ese acuerdo que pasará a la historia de ambas naciones, como un ejemplo de lo que se puede lograr cuando existe inspiración y voluntad comunes.

Posteriormente continuó siendo actor fundamental y consejero principal del gobierno en estos temas, no sólo con el de Venezuela, sino incluso cuando Nicaragua urdió la pretendida e infame denuncia del Tratado Esguerra-Bárcenas de 1.928 y de su Acta de Canje de Ratificaciones de 1.930. Pero Carlos Holguín Holguín era además el consejero y actor fundamental en temas como las Naciones Unidas, la OEA y en general de la Política Internacional de Colombia.

Tenía además otras facetas. Era por ejemplo un erudito en música, especialmente en opera. No pocas veces su excelente voz sorpresivamente se unía a la de algún delegado de la contraparte, en medio de un descanso de una tensa, dilatada y compleja reunión. Al reiniciar la sesión, habíamos encontrado "el eslabón perdido" para llegar al esperado acuerdo.

Pero al mismo tiempo era un gran humanista, agudo conocedor de la vida política colombiana, aunque nunca le escuché un criterio o una opinión que pudiera molestar a otros que no pensaran como él. No era "militante" y tenía grandes amigos tanto de uno como de otro partido.

Profesaba por su esposa Magdalena una profunda admiración, condición poco común en el machismo que se vivía en ese entonces. Además sentía especialmente orgulloso de sus dos hijos, 'Magdalenita' y Roberto. A todos nos contaba de sus logros, de los cuales siempre se sentía enormemente satisfecho.

A pesar de ser profundamente religioso y creyente, tuvo siempre la flexibilidad y la compresión frente a otras ideas y credos. Pero además tenía un agudo sentido del humor que con sus finos apuntes hacía las delicias de los que lo acompañaban. Recuerdo una vez, hablando en un amplio y rígido círculo sobre la buena costumbre de correr diariamente, alguno de los asistentes le preguntó "Carlos, y tu no corres?" Él, con mucha tranquilidad, le respondió "No, yo soy de paso".

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1. Discurso pronunciado por el doctor Carlos Holguín, embajador de Colombia y presidente del Consejo de la OEA en la sesión extraordinaria del 11 de diciembre de 1968 para celebrar el vigésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Excelentísimos señores embajadores

Excelentísimo señor Secretario General señor Secretario General adjunto, señor Presidente y demás miembros de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, señores representantes de los Organismos Interamericanos, distinguidos invitados especiales, señoras y señores :

Me honro en abrir esta sesión extraordinaria del Consejo de la Organización de los Estados Americanos, para celebrar el Año Internacional de los Derechos Humanos y conmemorar el vigésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El reconocimiento y la protección de los derechos humanos constituye un tema prácticamente inagotable; pues su trayectoria se confunde con la historia misma del derecho y su progreso corresponde al del avance de la civilización.

Los pueblos de la antigüedad no aceptaron, en general, el valor de la libertad y de la dignidad del hombre en cuanto tal.

Cada familia, cada clan o tribu, cada ciudad, cada imperio, tenían su particular sistema económico y jurídico, así como adoraban sus propias divinidades. El que se encontraba fuera del correspondiente círculo político era por ello extranjero y enemigo, conceptos que no se distinguían siquiera entre sí, pues se designaban con la misma palabra, hostis en latín. Contra ellos, según el aforismo primitivo, siempre se tenía razón. La ciudadanía era el fundamento de los derechos y solo en épocas avanzadas se otorgaron algunos a los extranjeros o peregrinos, con base en el derecho de gentes.

Algunos filósofos, especialmente los estoicos, se elevaron a un reconocimiento del valor universal del hombre, pero sus ideas fueron puramente teóricas y no penetraron en la organización social. Muchos de los mayores pensadores de la humanidad defendieron un concepto dictatorial de la ciudad y consideraron la esclavitud como institución necesaria. La democracia directa de la polis griega y la república romana se constituyeron por grupos reducidos de personas quePage 204 ostentaban el privilegio de la ciudadanía, sobre la gran masa de esclavos, que eran considerados como simples objetos de propiedad y medios de producción.

Sólo las grandes religiones espiritualistas exaltaron el respeto a los seres humanos por sobre las divisiones políticas. Algunas de ellas lo fundaron en un sentimiento universal de compasión hacia los seres vivos. El cristianismo le dio base inconmovible en la común filiación de todos los hombres, creados por un sólo Dios y redimidos por Cristo. Por ello, pudo decir el apóstol: "Ya no hay judío ni griego, esclavo ni hombre libre, hombre ni mujer, porque todos sois iguales ante Dios". Esa enseñanza, absoluta en el orden religioso y moral, no se presentó como prédica para fomentar una revolución en las estructuras del régimen temporal. Pero el fermento de aquella levadura debería cambiar el contenido de las relaciones humanas y, por ende, la semilla cristiana, al fructificar con el paso de los siglos, habría de modificar las instituciones sociales para hacerlas cada vez más compatibles con la dignidad ya...

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